La arrogancia.

 

 

 

“Si una persona tuviese en su carne una mancha clara (Seet)”. 13:2.

 

  Uno de los temas tratados en la Perashá de esta semana es el Tzaraat; una especie de enfermedad espiritual que afectaba el cuerpo, la ropa, los objetos o las paredes de la casa de cierta persona. No se trataba de una enfermedad corporal, era más bien la manifestación física de un desorden espiritual, un escarmiento diseñado por el Creador para despertar al transgresor a que enmiende cierto proceder. Esta afección representaba el castigo por los pecados de: derramamiento de sangre, perjurio, inmoralidad sexual, soberbia, robo y egoísmo.[1] Generalmente Hashem determina una sentencia bajo el criterio de medida por medida; la persona que cometía alguna de estas transgresiones, demostraba que se encontraba muy alejada del afán de procurar el bien ajeno, y por ende, le correspondía vivir fuera del campamento,[2] así, aislado de la sociedad podría sentir “en carne propia” el dolor que había provocado a los demás. El deseo de encontrar la cura a su sufrir, despertaba en él un auténtico arrepentimiento.

 

     El Cohén era la única persona autorizada por la Torá para prescribir el Tzaraat. Solo él podía diagnosticar cuál de los pecados mencionados había provocado la enfermedad.[3] La Seet era una mancha clara de un color similar al blanco de la lana natural,[4] y así como la persona presuntuosa que busca ser el “blanco de las miradas”, aquella a la que se le hincha el corazón al envanecerse ante los demás,[5] su piel se inflamaba como muestra del defecto de la soberbia. Los Jajamim explican en relación al orgulloso: Al de ojos altaneros y de corazón codicioso, Hashem no lo tolera.[6] También se puede leer: ‘con él’ no podré habitar. Por esta razón es que el leproso que se ha conducido con orgullo no puede regresar al campamento de Israel, ya que la Presencia Divina se encontraba allí, por lo tanto debe salir fuera del campamento, y allí deberá permanecer hasta que haya sido purificado de su pecado.[7] Todo corazón arrogante es una abominación ante Hashem.[8]

 

La arrogancia surge cuando la persona suele tomar crédito por las habilidades naturales con las cuales nació: llámense inteligencia, fuerza, salud, belleza, etcétera, ¿acaso puede alguien sentirse orgulloso por poseer dones que no trabajó para desarrollar…? La persona vanidosa tiene dificultad en reconocer esta realidad. No acepta que Hashem es Quien le ha prodigado todo, él no está dispuesto a renunciar al orgullo que acompaña a lo que cree que consiguió por méritos propios, olvida que son bienes transitorios, él está tan ocupado en tratar de llenar su ego para impresionar a los demás, que se olvida de reconocer y agradecer al Abastecedor de sus bienes. La persona que tiene presente que todo proviene de Hashem, que todo cuanto posee son solamente herramientas para cumplir con su asignación, estará siempre agradecido y procurará corresponder al Dador, cumpliendo con su voluntad, haciendo de lado la opinión de los demás.[9]

 

Uno de los ciudadanos de Apt era un hombre muy rico, dueño de varias fábricas y poseedor de extensas propiedades. Sus hijos, todos ellos ya grandes, también se habían hecho ricos por méritos propios. Era el ciudadano más influyente y respetado de la comunidad. Cierto día, le dijo al Rebe que había un versículo de las plegarias cotidianas que le preocupaba, pues decía; "Hashem hace descender a los poderosos hasta el suelo, y eleva a los caídos hasta las alturas celestiales". Preguntó: "¿De qué manera podría Hashem rebajarme a mí? Si fallara alguno de mis negocios, los demás igualmente prosperarían. Poseo propiedades y soy líder en casi todos los rubros del comercio, ¿acaso Hashem arruinaría la economía de toda una nación sólo para castigarme a mí? Y aun en el remoto caso que llegara a perder todos mis bienes, mis hijos podrían sacarme fácilmente del apuro. E incluso si les sucediera algo a ellos, tengo la seguridad que la comunidad no olvidaría mis años de devoción y apoyo. Entonces, ¿Cómo podría Hashem hacerme caer económicamente hasta lo más bajo?". El Rebe lo reprendió duramente. "No oses desafiar a Hashem, Él controla todo a su antojo y no hay nada que esté más allá de Su poder".

 

Algunos días más tarde el hombre regresó: "Estoy obsesionado con este conflicto", dijo. "Simplemente no puedo concebir cómo Hashem podría destituir mi poderío económico sin perjudicar a los demás". El Rebe volvió a reprenderlo. Finalmente, cuando día tras día el hombre persistió en su obsesión, el Rebe le dijo: "El Todopoderoso puede hacer cualquier cosa contigo…".

 

Su obsesión se convirtió en algo enfermizo, hasta que llegó a especular en renegar de su religión. Al principio pensó que se trataba de una idea absurda, pero gradualmente fue aumentando en intensidad y no pudo alejarlo de su mente. Pronto se encontró totalmente consumido por una necesidad urgente y terminó por presentarse en la rectoría de la iglesia, donde manifestó al sacerdote su deseo de convertirse. El sacerdote se mostró escéptico y le preguntó: "¿Has venido para burlarte de nosotros? Sabemos quién eres. Eres el hombre más importante de la comunidad judía. No puedo creer que tu deseo de convertirte sea sincero. Seguramente vienes a burlarte de nosotros… Aún presa de ese extraño y apasionado deseo, el hombre cayó de rodillas y prorrumpió en llanto, al tiempo que rogaba al sacerdote que le creyera y lo aceptara. Al ver las lágrimas y la insistencia, comenzó a creer que el hombre venía realmente convencido, finalmente le dijo: "Todavía me cuesta aceptar tu sinceridad. No obstante, si realmente deseas convertirte, debes demostrármelo transfiriéndonos todos tus bienes. Sólo entonces creeré en tu sinceridad…".

 

Incapaz ya de resistir la intensidad del deseo que lo poseía, el hombre redactó delante de un notario un documento en el que les donaba todos sus bienes. El sacerdote guardó el documento en su escritorio e indicó al hombre que aguardara unos minutos y regresaría para el ritual de la conversión. Mientras volvía, la necesidad urgente que se había apoderado del hombre desapareció. Como si despertara de una pesadilla, el hombre miró a su alrededor. "¿Qué estoy haciendo aquí?", dijo, y salió corriendo de allí. Mientras huía, reflexionó sobre lo ocurrido. Comprendió que se había convertido en un hombre pobre. No poseía nada en el mundo. Tuvo miedo de enfrentarse con su familia. ¿Qué le dirían cuando supieran que era un desertor? ¿Y la comunidad? ¡Todos los años de servicio habrían sido en vano ante lo que acababa de hacer! Deambuló por las calles confundido, sin saber a quién recurrir. Ahora era pobre y se sentía terriblemente solo….

 

Ya era tarde por la noche cuando se le ocurrió que tal vez el Rebe se apiadara de él, pues el Rebe nunca rechazaba a nadie. Entró en el estudio del Rebe, y rompió en profundos sollozos. Confesó entonces lo que había hecho. El Rebe lo consoló "Ahora, hijo mío", dijo. "¿ves qué fácil es para Él humillar a alguien?". El hombre no cesaba de llorar. "Fui necio al dudar de los poderes del Creador. Debí tomar en serio su reprimenda. Pero ya es demasiado tarde, estoy condenado para siempre. Nada podrá salvarme." "Estás olvidando la segunda parte de la plegaria", dijo el Rebe. "Eleva a los caídos hasta las alturas celestiales" Ahora debes tener fe en que Él también puede hacer eso. Ve a casa a dormir, y confía en Su salvación". Al día siguiente, todos comentaban en la calle que se había producido un incendio en la iglesia y que había destruido parte de la rectoría. No había quedado escritorio, ni documento, ni prueba alguna de lo que había sucedido.

 

La soberbia es una mala cualidad en el ser humano. Porque sólo Hashem posee la Grandeza Absoluta, y sólo Él puede investirse de soberbia.[10] El individuo arrogante es inseguro. Necesita el halago público y el permanente aplauso y aprobación de los demás,  con el fin de compensar la no-aceptación de sus propias fallas y errores. Sólo el humilde, la persona que no necesita buscar el reconocimiento de los que están a su alrededor para sentirse mejor, es verdaderamente libre, independiente. El hombre humilde es capaz de admitir sus desaciertos, cambiar y mejorarse constantemente a sí mismo. Todo el que se conduce con modestia, Hashem lo eleva, y todo el que presume, Hashem lo humilla. Todo el que persigue honores, los honores se escapan de él. Y todo el que escapa de los honores, los honores lo perseguirán...[11] ©Musarito semanal

 

 

 

 

 

  “Cuando la persona crece hacia arriba [en espiritualidad] no perjudica a nadie. Pero cuando crece hacia los costados [soberbia], perjudica a los que están a su alrededor.[12]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Arajín 16a

 

[2] Vayikrá 13:46

 

[3] Sifté Cohén

 

[4] Ver Shebuot 6b y Negaim 1:1

 

[5] Erejín 16a

 

[6] Tehilim 101:5

 

[7] Sota 5a.

 

[8] Mishlé 16:5

 

[9] Rab Noaj Weinberg.

 

[10] Tehilim 93:1

 

[11] Erubín 13b

 

[12] Rabí Janoj Henij de Alexander

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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