Espiritualidad vs Materialismo.

 

 

 

“contarán cincuenta días y luego ofrecerán una ofrenda nueva a Hashem”. 23:16.

 

  Uno de los temas tratados en esta Perashá, es el del sacrificio del Ómer. El Ómer es el nombre de una medida de producto seco (harina), que contiene en promedio el volumen de 43.2 huevos, (1.700kg aprox.). Antes de permitir comer todas las especies de grano para uso público, se debía moler y ofrendar una medida de la primera cosecha de cebada en el Templo durante el segundo día de Pésaj.[1] Después de haber realizado este Korbán, se contaban cuarenta y nueve días,[2] y entonces se ofrecía una nueva ofrenda de panes de trigo,[3] esto es lo que conocemos hoy como la cuenta del Ómer: Siete semanas contarás para ti: desde que se comienza a segar con la hoz el cereal, empezarás a contar siete semanas. Entonces harás la fiesta de Shavuot para Hashem; las ofrendas voluntarias que des serán en proporción a aquello con lo que Hashem te bendijo.[4] Y es cuando la persona ofrece algo por motivación propia, quiere decir, cuando él sacrifica su propia voluntad sometiéndola a la Voluntad de Hashem, manifiesta que el Universo entero Le pertenece. Que nada depende de los esfuerzos que él realice, sino que todo es supervisado y abastecido por Él.

 

Hoy no tenemos Bet Hamikdash y no podemos acercar los Korbanot, sin embargo seguimos contando el Ómer. Año tras año, comenzando el segundo día de Pésaj, donde recordamos la redención de la esclavitud física de Egipto, hasta la fiesta de Shabuot, donde conmemoramos la entrega de la Torá. ¿Cuál será el motivo de hacer una especie de puente entre estas dos festividades?

 

La salida de Egipto representa la libertad física, el Monte Sinaí simboliza la redención del espíritu; la salida de Egipto fue un proceso para llegar a la Torá. Cuando salimos de Egipto, estábamos absortos en el materialismo, Hashem pidió que Lo siguiéramos hacia un desierto árido y desolado, y así lo hicimos… ¡Qué sentido hubiese tenido redimir solamente nuestros cuerpos! La elevación espiritual que alcanzamos al recibir la Torá, fue el propósito de liberarnos del yugo del faraón. La existencia del Pueblo de Israel es por y para la Torá; por medio de ella fueron creados los Cielos y la tierra:[5] Si no fuera por Mi pacto (la Torá) que permanece de día y de noche, las leyes naturales del cielo y la tierra no hubiera dispuesto.[6] Dijo Hashem a Moshé: esta será para ti la señal que Yo te he enviado, después de sacar al pueblo de Egipto, servirán a Hashem sobre este Monte.[7]

 

Este mensaje está reflejado también en los sacrificios que se acercaban en cada una de las festividades. El Ómer que era ofrecido en Pésaj, era de cebada, alimento que generalmente es utilizado para alimentar a los animales; el Talmud equipara a este cereal con el materialismo y lo terrenal.[8] La ofrenda que se acercaba en Shavuot, consistía en dos panes elaborados con harina de trigo. La diferencia entre estos dos Korbanot, alude a que mientras que un animal se dedica únicamente a saciar sus necesidades corporales, el hombre investiga, entiende, reflexiona y crea; este concepto se expresa por medio del trigo, pues se requiere de inteligencia y creatividad humana para hacer un pan.

 

Uniendo ambos conceptos, nos da como resultado la diferencia que existe entre el ser humano y el resto de las especies. Todo organismo requiere de ciertas necesidades que, para una sana subsistencia, deben ser colmadas. Sin embargo, no somos solamente materia, tenemos también un espíritu al cual también debemos alimentar, y así como un cuerpo se debilita y se enferma cuando deja de nutrirse, sucede lo mismo con el alma, si no se le provee lo necesario, se debilita tanto, ¡Que llega incluso a perder el raciocinio para distinguir lo bueno de lo que no lo es…![9] A la salida de Egipto vio Israel a Egipto muerto en la costa del Mar Suf... y creyeron en Él y en Moshé, su siervo.[10] En el monte de Sinaí, reconocieron y se comprometieron a estudiar y cumplir los preceptos descritos en la Torá que recibieron de Moshé. En Pésaj manifestamos el dominio de Hashem sobre toda Creación. Contamos los días del Ómer porque es la época en la que procuramos corregir conductas, pensamientos, sentimientos, es el tiempo propio para crecer y convertirnos en mejores personas, y para cuando llegue Shabuot podamos unirnos íntegramente a la Torá y por ende, a Hashem mismo.

 

Dos comerciantes que venían de ciudades diferentes se encontraron en un hostal, cada uno tenía una gran tienda en su ciudad y se dirigían a comprar mercancía, cuando vieron que ambos requerían lo mismo para sus negocios, decidieron asociarse. Viajarían juntos para hacer las compras, al adquirir mayor cantidad de piezas, obtendrían mejores precios, lo que implicaría aumentar sus ganancias. Al llegar a la gran ciudad, se instalaron en un hotel, el rumor de que un cliente potencial había llegado no demoró en llegar, y en lugar de ir al mercado y pelear los precios con los vendedores, comenzaron a lloverles las ofertas y los negocios a precios preferenciales.

 

Mientras analizaban las propuestas, llegó un revendedor con una propuesta muy atractiva: “Escuché que ustedes están buscando productos muy ´especiales´ y pagan en efectivo, si es que el precio les parece realmente conveniente…”. “Es cierto”, contestaron a una sola voz, “¿qué es lo que tienes para ofrecer? “Bien, tengo un negocio espectacular”, dijo el revendedor. “La mejor propuesta que hayan recibido hasta ahora. Hay muy cerca de aquí un campo muy próspero, que tiene plantaciones de frutas muy especiales. Los dueños del campo están muy necesitados de dinero, y están dispuestos a vender el campo a la mitad de su valor. Y si saben negociarlo, sin temor a equivocarme, se puede adquirir hasta la tercera parte de su valor. ¿Qué les parece?”.

 

Uno de los hombres le preguntó mientras miraba a su socio: “¿Podrías darnos más detalles?”, El otro dijo “Me parece que no se trata de un buen negocio”. El primero inquirió: “¿cómo puedes decir que no sirve? No siempre se presenta un negocio para comprar algo que deje tanta ganancia”. “Tus palabras son ciertas”, aceptó el segundo, “recuerda que nosotros somos comerciantes y no agricultores, vivimos en otras ciudades, bastante alejadas de aquí, ¿quién se va a encargar de arar, sembrar, regar, fumigar, cosechar…? Nosotros compramos otro tipo de artículos, objetos que permanecen muy poco tiempo en nuestro poder. Nuestro negocio consiste en comprar barato para poder vender y obtener ganancias rápidamente. Si compramos un campo, quedará abandonado y perderá todo su valor”. El compañero entendió y aceptó sus palabras.[11]

 

Nuestra alma, bajó a este mundo proveniente de los Cielos para adquirir mercancía al mejor precio. Luego, las llevará a su lugar de origen y allí podrá obtener ganancias extraordinarias. El estudio de la Tora y el cumplimiento de las Mitzvot es su mejor compra, ya que cada palabra que estudiamos, pronunciamos o escuchamos, además de las buenas acciones que realizamos, del cual está dicho que no existe deleite alguno para describir cómo será la recompensa que se obtendrá por cada una de ellas. Pero, de pronto llega un revendedor, (el Yétzer Hará), y nos propone negocios aparentemente muy lucrativos: “Ven y adquiere y disfruta aquí cuanto quieras…”, ofrece bienes que no tienen ninguna posibilidad de ser llevados al Mundo Eterno. Seamos más inteligentes, no nos dejemos engañar…[12] ©Musarito semanal

 

 

 

 

 

 

 

“Rabí Akibá dijo: ‘Recuerda de dónde tú viniste, a dónde te diriges, y ante quién tú deberás dar cuenta de tu vida’.”[13]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Jumash ArtScroll, pág 731

 

[2] Vayikrá 23:15,16.

 

[3] Menajot 68b.

 

[4] Debarim 16:9-10.

 

[5] Séfer Hajinuj.

 

[6] Yirmeyahu 33:25.

 

[7] Shemot 3:12.

 

[8] Ver Sotá 14a; Rambam, Korbanot 12,2.

 

[9] Rambam, Pérek 2; Alajot Deot

 

[10] Shemot 14:30

 

[11] Rab Olelot Efraim.

 

[12] Extraído de Maayané Hashabúa.

 

[13] Pirké Abot 3:1

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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