Autenticidad en el servicio a Hashem

 

“Dos naciones de tus entrañas se separarán…” (25:23).

 

 

La porción semanal de la Torá relata que durante los primeros veinte años de casados Itzjak y Ribká no tuvieron hijos. Fue una larga espera; dijeron un sinfín de tefilot hasta que Hashem escuchó sus ruegos. Su embarazo fue poco usual. Tenía fuertes dolores. Sentía que dos fuerzas peleaban en su interior. Dice el Midrash que cuando ella pasaba por la casa de estudio de Shem y Éber, Yaacob empujaba como queriendo salir y entrar al lugar; cuando pasaba por una casa de idolatría era Esav quién intentaba salir. Ribká estaba preocupada y confundida por el extraño comportamiento de su bebé; ella no alcanzaba a entender cómo el ser que llevaba en su vientre podía sentirse atraído al mismo tiempo por el bien y el mal, por lo puro y lo impuro. Entonces decidió consultar a Shem y Éber. Shem recibió la profecía de Hashem y dijo a Ribká: Dos pueblos hay en tu vientre. Dos naciones de tus entrañas se separarán, una nación sobre la otra nación prevalecerá y el mayor servirá al menor”.[1] Después de que Ribká se enteró de que eran dos almas y que cada uno de los bebés tenía su carácter único y definido se tranquilizó.

 

¿Cómo puede ser que Ribká se tranquilizara si finalmente uno de ellos tenía tendencias maléficas? Ella sabía que hasta el hombre más perverso de la tierra tiene la opción de corregir sus caminos y retornar al sendero de la Torá.

 

Entre los años 3021 y 3041 reinaba en Israel un malvado monarca llamado Ajab. Él y una gran parte del pueblo hacían idolatría sirviendo al Baal (nombre de un ídolo). Hashem envió a Eliyahu HaNabí para reprocharles. El monarca se burló de Eliyahu, provocando que se interrumpieran desde ese momento las lluvias. El rey se percató de que el Nabí estaba detrás de esto y ofreció una gran recompensa por su cabeza. Eliyahu HaNabí se ocultó durante tres años. La gente clamaba por la falta de agua. Hashem escuchó los ruegos y ordenó a Eliyahu que fuera a ver a Ajab para terminar con la farsa. Convocó a los profetas del Baal en el Monte Carmel, para demostrar de una vez por todas Quién es Hashem.

 

Una multitud subió al monte; los pensamientos de teshubá brotaban en los corazones de todos los hombres. Eliyahu les dijo: “¿Cuánto tiempo van a estar revoloteando a ambos lados, de un lado al otro? Si Hashem es Dios, síganlo a Él. Y si es el Baal, ríndanle culto a él”. Trajeron dos toros; los falsos profetas construyeron su altar. Entonces Eliyahu les dijo: “Ustedes gritarán a su divinidad para que les envíe fuego sobre su altar, y yo llamaré a Hashem. Aquel que responda con fuego será el Dios verdadero”.

 

Los falsos profetas escondieron a un hombre dentro del Baal para que encendiera el fuego. Pero para su sorpresa, cuando gritaron el fuego no aparecía, pues el hombre yacía muerto, mordido por una víbora venenosa. Los sacerdotes seguían gritando mientras Eliyahu se mofaba de ellos.

 

Llegó el atardecer y fue cuando Eliyahu les pidió que llenaran de agua un canal que había escarbado a orillas de su altar. Elevó su plegaria y llamas rojas se precipitaron desde el Cielo, consumiendo la ofrenda, la madera, las piedras y hasta el agua que se había vertido sobre el canal. Todo el pueblo gritó al unísono: “¡Hashem es el Dios! ¡Hashem es Dios!”. Grises nubarrones cubrieron los cielos y un viento fuerte comenzó a soplar. Densas gotas de lluvia caían desde el Cielo mientras cantaban felices por haber retornado al camino de Hashem.[2]

 

Si nuestra Matriarca Ribká viviera en nuestro tiempo, estaría tan preocupada como lo estuvo en el tiempo de su embarazo. Lo estaría al ver a sus hijos tratando de servir a dos mundos: el materialista, éste en que vivimos, y el Mundo Venidero. Estos conceptos no pueden coexistir juntos. Tenemos que reflexionar y decidir el rumbo que vamos a tomar. No podemos seguir corriendo un día detrás de aquellas cosas que nos alejan del camino de Hashem, y al otro retomar la misma posición que teníamos antes del distanciamiento. Tenemos que romper con esa dualidad. Nuestro servicio al Creador debe ser auténtico. Nuestra vida debe ir en línea recta y hacia una sola dirección. ¿Cuánto tiempo vamos a estar revoloteando a ambos lados, de un lado al otro? Hashem ansía vernos retornar a Su servicio, a Su Torá.©Musarito semanal

 

 “Dios sabe que todos los pensamientos humanos son vanidad. Feliz el hombre a quien Dios instruye enseñándole Su Torá, para darle tranquilidad.”[3]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Bereshit 25:22-23.

 

[2] Melajim I, 17:1-18:46.

 

[3] Tehilim 94:11-13.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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