Teshubá.
“Retorna Israel, hasta Hashem”. Hosheá 14:2
Estamos dentro de los diez días de Teshubá (días de contrición), que transcurren entre Rosh Hashaná y Yom Kipur. Este Shabat es llamado Shabat Shuba (del retorno), por las dos primeras palabras de la Haftará: Shuba Israel. Las secciones de esta Haftará pertenecen a los libros de Hoshéa, y Mijá. Algunas comunidades agregan también algunos versículos de Yoel. Los textos son extraídos de la serie de los doce libros cortos de los profetas (Tré Asar).
La primera sección, se toma del libro de Hoshéa. El profeta exhorta a la nación judía a retornar y corregir el rumbo: Retorna Israel hasta Hashem, pues has tropezado con tus pecados.[1] ¿Por qué Hashem utilizó en esta ocasión el término “tropezar”, cuando podría haber usado infringir, transgredir, etc.?
Rashí explica que Hashem uso este vocablo para indicarnos lo siguiente: Es obvio que todo yehudí debe evitar infringir cualquiera de las ordenes que Hashem plasmó en Su Torá: Ben Azay advirtió: ‘Apresúrate a hacer aún la más trivial Mitzvá, y huye de todo pecado. Porque una Mitzvá conducirá a otra y una transgresión conducirá a otra’.[2] Cuando una persona traspasa cualquier precepto, se va enredando en su propia falta y esto lo va orillando a cometer una y otra más. Por ejemplo: Si se te presenta una situación en la que te sientes acorralado, viene el Yétzer Hará, y te aconseja que la mejor forma de salir del problema es mintiendo, te engaña haciéndote pensar que nadie se dará cuenta, y además, si lo sabes hacer bien, podrías incluso sacar algo de ventaja… ¿Qué sucede al final del camino? ¡Tarde o temprano acabarás dándote cuenta que obtienes justamente lo contrario! El impulso maligno tiene un comienzo dulce y un final amargo.[3] Si comienzas a mentir, te verás obligado a mantener vigente tu palabra y para salir del problema lo harás una y otra vez hasta que, al no tener fundamento, se desploma por si misma:[4] toda mentira termina en vergüenza.[5] Este escenario se compara a un animal que cae en la trampa del cazador, entre más procura huir, más se enreda en ella… Así la persona que cede ante los impulsos y deseos del Instinto Maligno, aunque aparente ser un acto pequeñísimo, es suficiente para quedar atrapado en su red, y una vez allí, es muy difícil zafarse, lo más recomendable es evitar, desde un principio cualquier tentación: Al principio, la inclinación hacia el mal es como la hebra de una telaraña, pero finalmente es como la soga de una carreta.[6] El hombre debe buscar que la verdad sea su razonamiento y no que su razonamiento sea la verdad.[7]
Un hombre vivía cerca de los linderos del país, cruzaba diariamente la frontera montado en su bicicleta. La frecuencia del cruce llamó la atención de la policía, el jefe a cargo ordenó observar muy de cerca los movimientos de ese hombre, presumiendo que estaba realizando alguna actividad ilícita. Esa misma tarde, el ciclista se acerca a la línea fronteriza, y es detenido por los oficiales solicitando practicar una revisión, el hombre se baja de la bicicleta y se hace a un lado, lo único que encuentran es un balde lleno de arena que venía atado a la bicicleta; los oficiales cuestionaron el origen y el uso del cargamento, el hombre respondió que estaba construyendo una casa no muy lejos de allí y por ser que la arena era mucho más barata en el país vecino, prefería adquiría allá. Los agentes lo dejaron pasar, pero no quedaron satisfechos con la respuesta, “para construir se requiere una gran cantidad de arena” pensaron, “¿cuál será su objetivo?”.
Al siguiente día, llega el ciclista a la misma hora y con el mismo cargamento y respuesta. Le cuestionaron acerca de la pequeña cantidad y recibieron el argumento que él era muy pobre y que el único medio de transporte con el que contaba, era su bicicleta, así que tenía que traerlo de poco en poco, cada día lo que cupiera en su bicicleta... El jefe les dijo que seguramente él escondía algo muy valioso dentro de la arena. Al siguiente día “tamizaron” y comprobaron que ¡estaba “limpia”! tuvieron que dejarlo pasar de nuevo; el jefe comenzaba a impacientarse, sabía que estaba haciendo algo, pero, ¿Dónde…? ¿Cómo...?
Pasaron varios días y el hombre pasaba despreocupado en la mañana con el balde vacío y al fin de la tarde regresaba con su balde lleno de arena. Los inspectores revisaban todos los días la arena, incluso se envió una muestra al laboratorio para analizarla y de nuevo, ¡estaba limpia…! El jefe de la policía no podía soportar más. Al siguiente día, al ver al ciclista aproximándose les dice a sus subordinados: “Esta vez lo atenderé personalmente”. Cuando llegó le dijo: “Te pido que terminemos de una vez esta farsa, sé que estás haciendo algo, pero te confieso que por más que he tratado de descubrir el truco que estás utilizando, no lo he conseguido, te propongo lo siguiente: si ahora mismo me dices donde está el truco, te prometo que te iras libre a tu casa y no levantaré ninguna acción en tu contra, si no me lo dices, tendré que acusarte de algo y en la comisaría “te sacaremos” la verdad…”.
El hombre encogió los hombros y dijo: “está bien, te diré la verdad. Jamás tuve la necesidad de traer arena, solamente la utilicé para confundir a tus policías, ellos estaban tan preocupados por la arena, que no se daban cuenta de lo que realmente traía. Si hubieran puesto más atención, hubieran visto que a la mañana pasaba con una bicicleta vieja y destrozada, pero a la tarde, volvía siempre con una bicicleta nueva y muy costosa. En el país vecino las bicicletas son muy baratas, comprando allá y vendiendo acá conseguí hacer muy buenas utilidades. Ustedes buscaban dentro de la arena, sin fijarse en el aspecto de la bicicleta...[8]
Esto mismo hace el instinto maligno. Confunde nuestras mentes, nos hace “tropezar”, caemos una y otra vez en sus tretas y generalmente ni siquiera nos damos cuenta. Debemos que ser muy objetivos al momento de realizar cualquier acción; ¡Detente y analiza! Lo que estoy a punto de hacer ¿es realmente es lo que Hashem está esperando de mí? Indaga si ese proceder no contiene alguna mezcla de intenciones extrañas que pudieran desviar tu camino. Él Yétzer Hará está siempre al acecho, está esperando confundirte y hacerte tropezar, ya que en el momento del traspié bajarás tus defensas, es justo cuando él aprovecha y te atrapa... Todo el que está preparado para recibir sorpresas, nunca es sorprendido.[9] La gente se puede engañar inclusive a sí misma, puede volcar sus culpas a otros, pero al Juez Supremo, Quien todo lo ve y todo lo Sabe, nadie puede mentirle. El hombre debe buscar que la verdad sea su razonamiento y no que su razonamiento sea la verdad.[10] Una persona que siente sobre si la Presencia Divina y anhela cumplir Su Voluntad, Hashem lo protegerá de toda trasgresión, porque los caminos de Hashem son justos; los rectos transitan por ellos, pero los malvados tropiezan en ellos.[11]© Musarito semanal
“He creado el Yetzér Hará (instinto maligno). Y también he creado su antídoto, que es la Torá. Si ustedes estudian Torá, no caerán en su trampa”.[12]
[1] Hoshéa 14:2.
[2] Pirké Abot 4:2.
[3] Yerushalmí, Shabat 14b.
[4] Shabat 104a.
[5] Adné Kesef, 1.
[6] Sucá 52a.
[7] Rab David Budnik.
[8] Extraído de Lekaj Tov.
[9] Rab E. Ekstein.
[10] Rab David Budnik.
[11] Hosea 14:10.
[12] Kidushín 30b.