Pésaj; visualizando nuestra libertad.
“Y relatarás a tu hijo en ese día…”. (Shemot 13:8).
En Pésaj, celebramos nuestro nacimiento como nación. Es en esencia y por tradición, el momento de transmisión a las nuevas generaciones. Los Jajamim comprendieron la necesidad de mantener vivo el mensaje de la liberación a través del Séder de Pésaj. En este servicio, nos reunimos en familia y relatamos la historia del éxodo de Egipto, por medio de la lectura de la Hagadá (narración), que es una compilación de pasajes, explicaciones del Talmud, Salmos, y algunas Berajot que nos recuerdan las señales y maravillas que realizó Hashem en Egipto, la transición de ser esclavos del pueblo opresor a ser hombres libres con un solo Amo.
Hace alrededor de 2500 años, reinaba en Israel un rey piadoso y sabio llamado Jizkiyá. Durante trece años gobernó en paz y felicidad y no había ninguna persona, desde el territorio de Dan hasta Beersheva, que no supiera las leyes de pureza. Por designios del Cielo llegó una fuerte prueba para Jizkiyá.
Al otro lado del río Jordán, no lejos de Israel, reinaba un poderoso monarca, Sanjerib de Asiria. Todos los reyes y príncipes vecinos le temían y hasta Jizkiyá le rendía tributo. Erogó sus contribuciones hasta que las arcas quedaron vacías y entonces se declaró en quiebra. Sanjerib no quedó muy convencido y pensando que estaban eludiendo su impuesto, movilizó a su ejército para invadir al país vecino. Nunca antes el mundo había visto un ejército tan poderoso: cuarenta y cinco mil carros de oro y plata y más de medio millón de espadachines entrenados. Cuando cruzaron el río Jordán, no quedó agua, pues los caballos la bebieron toda. Con este ejército grande y poderoso, fácilmente capturó todas las ciudades fortificadas hasta que llegó a Yerushalaim. En ese instante Sanjerib alardeó: “Podría arrasar totalmente esta ciudad en un santiamén”. Aunque sus hombres estaban ansiosos por luchar. Sanjerib les dijo que descansaran del fatigoso viaje. A la mañana, les ordenó que cada soldado debía traer un ladrillo de las paredes de la ciudad. Mientras tanto, Rabshaké, el general principal de Yerushalaim, convocó a los defensores de la ciudad para que se rindieran. Les dijo: “No dejen que Jizkiyá les haga creer que Hashem los salvará.
Cuando Jizkiyá se enteró de la invasión y de la rebelión de su general, fue al Bet Hamikdash a rezar. Asimismo, ordenó a su gente que pidiera durante todo ese día con fervor, pues la victoria yacía solamente en manos del Todopoderoso. Era la primera noche de Pésaj en Yerushalaim, pero el espíritu de la festividad había desaparecido. Todos los Yehudím rezaban a Hashem por la liberación. Poco después Yeshayá el profeta se presentó delante del rey y le llevó el mensaje de Hashem. Reflejaba el consuelo y la esperanza de victoria y de triunfo. “Hashem escuchó sus plegarias”, dijo “ningún enemigo entrará a esta ciudad. Él mismo defenderá y salvará esta ciudad…”.
Cuando llegó la medianoche, el ángel de la muerte golpeó a ciento ochenta mil soldados asirios. Cuando Sanjerib se levantó temprano a la mañana para invadir la ciudad de Yerushalaim, encontró los cadáveres en el lugar de su “poderoso ejército”, escapó a Ninivé donde finalmente lo mataron sus propios hijos.
En la Tierra de Israel, la festividad de Pésaj fue una ocasión de doble regocijo para la gente de Yerushalaim y para su rey Jizkiyá. Fue como si los milagros que salvaron y liberaron a sus antepasados en Egipto, se repitieron.[1]
Por esta razón esta fiesta se llama “Pésaj”, Pe-Boca, Saj-que habla; a pesar de estar bajo la opresión egipcia, igual cada familia de Israel apartó un cordero para sacrificarlo la noche en que saldrían libres de Egipto hacia la Tierra Prometida. El cordero era uno de los ídolos de la cultura egipcia y apartarlo para matarlo significaba exponerse a un peligro mortal. Esto entrañaba un verdadero riesgo, pero ese acto de arrojo demostraría que estaban dispuestos a cumplir con la voluntad Divina aún a costa de sus propias vidas….
La Hagadá dice que en cada generación debe la persona verse como si él mismo hubiese salido de Egipto. Pésaj no es solamente conmemorar una “tradición del pasado”. Somos también protagonistas de la historia. La liberación fue en aquella época de manos del faraón, y hoy somos rescatados de manos de innumerables agresores. Si prestamos un poco de atención en todos los acontecimientos de nuestra vida, nos daremos cuenta de que todas las obras proclaman que son de Él. ¡Cada uno de nosotros puede hacer memoria y observar su historia personal, la de sus padres y encontrar tantas circunstancias en las cuales hemos sido favorecidos con la Ayuda Divina! Generando con su relato honor y gloria para Hashem. Poseemos infinidad de testimonios que nos transmitieron nuestros padres y abuelos que salvaron su vida de forma “milagrosa”: en Jalab, Rusia, Alemania, Polonia, etc. Gente que llegó al país con las manos vacías, y “de la nada” se levantaron y formaron las familias a las cuales pertenecemos.
El Séder está basado en el concepto de: Cuando tu hijo te pregunte... En Pésaj, buscamos ver la vida desde la perspectiva del niño. El hijo, confía en que sus padres lo alimentarán, lo protegerán, y se preocuparán de todo lo que es preciso para él. De esta forma es libre para crecer y desarrollarse, abierto a las alegrías y posibilidades de la vida. Este es el significado de Pésaj: Hashem nos sacó de Egipto para hacer de nosotros Su pueblo elegido, Hashem nos ha liberado de toda esclavitud y subyugación para que lo sirvamos solamente a Él.
Para transmitir esta idea a nuestros hijos, no es suficiente demostrarla solo con palabras. El ejemplo no es la principal manera de influir en los demás; es la única. Ellos deben percibir que el milagro que recibieron nuestros ancestros sigue vigente, que la energía de aquellos dias se mantiene viva; Que nos vean felices de ser “hombres libres” y no personas que viven prisioneros de sus deseos, sino que seguimos andando por el camino que trazaron nuestros padres, cumpliendo con la voluntad de Hashem, manteniendo vigentes todos los preceptos que plasmó en nuestra sagrada Torá, que poseemos la fortaleza para sortear los desafíos que Hashem diseñó para nosotros, y abriendo bien los ojos para percibir los milagros de los que somos participes cada día y día.
La noche de Pésaj fue ordenada para consagrarla a nuestros pequeños hijos, ellos son eslabones esenciales en la cadena que mantiene vigorosa y creciente la tradición de la Torá. Ellos son los que, con su santificación o profanación, definen la eternidad del Pueblo judío. Tenemos esta gran responsabilidad, así como también el privilegio de continuar construyendo la cadena milenaria que une a todo el Am Israel. De ti y solamente de ti depende que continúe acoplada a las siguientes generaciones… © Musarito semanal
“El Mundo podría cambiar por tu ejemplo, muy difícilmente por tus palabras”.[2]
[1] Melajim II 18:13-35 19:137
[2] Jatam Sofer