Apégate a los jajamim
“…todo lo que las toque será consagrado” (6:11).
La perashá de esta semana toca el tema de los korbanot (sacrificios rituales) que se acercaban en el Mizbeaj (Altar). Tenían como finalidad despertar, y por ende, llevar al pecador a una teshubá sincera. Había otros sacrificios que se acercaban para expresar júbilo y agradecimiento hacia el Creador. Todos compartían un objetivo en común: acercar al ser humano a Hashem. La palabra korbán proviene de kirub, que significa “ganar cercanía”.
Cuando un judío, hombre o mujer, cometía un acto involuntario, es decir que como resultado de un descuido transgredía una mitzvá lo taasé (un precepto negativo de la Torá), debía acercar una ofrenda denominada Jatat. Aunque la falta se hizo sin intención, el infractor acercaba un sacrificio porque tenía que haber tomado las previsiones para que tal acto no ocurriera.[1]
Todo varón de entre los hijos de Aharón lo comerá; es un estatuto perpetuo para sus generaciones de las ofrendas ígneas del Eterno; todo lo que las toque será consagrado.[2] Si un alimento no sagrado tocaba parte de la carne del animal sacrificado como Korbán Jatat, y si por medio del contacto el alimento absorbía partículas del sabor del Jatat, éste adquiría la misma propiedad y pureza ritual que tenía el korbán mismo.
Y por otro lado, encontramos que cualquier cosa impura que tenga contacto con cualquier elemento, por el simple hecho de haber tenido contacto, lo convierte en impuro.
Y de aquí podemos extraer una profunda enseñanza filosófica: cualquiera que desee dar santidad a su vida tiene que apegarse a algo sagrado a fin de “absorber” de ella pureza y convertirse en algo sagrado. Pero para obtener impureza, es suficiente acercarse a ella para convertirse en algo igual…[3]
Encontramos una idea análoga en el Nabí: después de que habían transcurrido casi setenta años de la destrucción del primer Bet HaMikdash, Hashem envió al Profeta Jagay para constatar si los Cohanim conocían las leyes de pureza, a fin de que pudieran servir en el segundo Bet HaMikdash eficientemente: preguntó Jagay el profeta a los Cohanim: “Si un hombre estuviera cargando una carne separada, por ser impura, con la esquina de su vestimenta, y tocara con esta misma parte de su ropa el pan, y éste a un guiso, y éste a vino o aceite, o a cualquier alimento, ¿acaso quedarían separados por impuros?”. Respondieron los Cohanim que no. Entonces preguntó Jagay: “Si una persona que se encuentra impura por haber tocado a un muerto, tiene contacto con cualquiera de los alimentos mencionados antes, ¿acaso quedaría separado por ser impuro?”. Respondieron los Cohanim: “Es impuro”.[4]
Yosé ben Yoézer dijo: “Que tu casa sea un lugar de reunión de Jajamim; apégate al polvo de sus pies y bebe sedientamente cada una de sus palabras”.[5] Esto quiere decir que, para apegarte a un Talmid Jajam y para “absorber” de ellos todas sus enseñanzas, tienes que “ensuciarte” con el polvo de sus pies para conseguirlo. Pero conseguir impureza es suficiente pasar al lado de lo que es impuro: Bienaventurado el hombre que no siguió el consejo de los malvados, en la senda de los pecadores no se paró y en la reunión de los burlones no se sentó.[6] David Hamélej comenzó el Tehilim con este versículo por la importancia del mensaje; si uno se para en la reunión de los burlones, terminará sentándose con ellos; si se detuvo sólo a mirar, ya es suficiente para caer en la trampa. La persona, por naturaleza, se relaciona con la sociedad y recibe las influencias externas. La persona se deja arrastrar en sus pensamientos y actos por sus compañeros y amigos, y se comporta como la gente de su ciudad.[7] Por eso, debe apegarse a los justos y sentarse con Jajamim para aprender de sus actos, como dice el Talmud: Es mayor el servicio a los Jajamim que el propio estudio, porque así verá con sus propios ojos y escuchará cuál es el camino correcto, pues aun si la persona viviese miles de años, no podrá estudiar todos los libros para conocer lo que Hashem pide de nosotros.[8] Por otro lado aprendemos a mantener una prudente distancia al alejarnos de los perversos que caminan por la oscuridad.
A Hashem te apegarás.[9] Preguntan los Jajamim: “¿Acaso es posible aferrarse a Hashem? Solamente existe una forma de hacerlo: al apegarse a los Jajamim, es como si se apegara a Hashem”. Esta idea se expresa también en el versículo: Si cuidaras las mitzvot y andares en Sus caminos.[10] Se nos encomendó unirnos y aferrarnos a los Sabios de la Torá para que aprendamos de ellos y nos inculquen los verdaderos conceptos.[11]
Cierta vez, Rab Eliyahu Lopián fue de visita a la famosa yeshibá Tiféret Tzví, donde el Rab Shalom Shwadron oficiaba como Mashguíaj (supervisor) espiritual durante varios años. Los alumnos sabían desde algunos días antes de la visita del gran sabio del Musar y no querían perderse de ningún detalle de lo que hiciera o dijera la honorable visita.
Rabí Eliyahu disertó con los jóvenes alumnos en varios temas sobre ética (musar) y temor al Cielo (irat Shamaim) durante todo ese día. Al término de la Tefilá de Arbit, se dispuso el Rab a retirarse del salón siendo acompañado por el Mashguíaj y sus alumnos; todos lo escoltaban con gran admiración y honor.
De repente, algo extraño ocurrió, una escena que quedó grabada en el corazón de todos los que se encontraban allí presentes. Sorpresivamente Rab Shalom Shwadron se prosternó por un breve momento sobre el piso del Hejal, donde había disertado Rab Eliyahu. Los jóvenes se miraban unos a otros asombrados, con una mirada que exigía una explicación al respecto. Al ponerse de pie, acompañó Rab Shalom a Rab Eliyahu en dirección a la salida. Cuando se despidieron del Rab Eliyahu Lopian, Rab Shwadron se dio cuenta del gran interrogante que inquietaba y se notaba en el rostro de los alumnos; sabía que necesitaban una explicación, y entonces les dijo: “Sé que están preguntándose el porqué de mi actitud y voy a explicarles: ¡quise cumplir explícitamente con lo que dice la Mishná!: “‘Cúbrete con el polvo de sus pies…’”.
De aquí aprendemos que la persona debe esforzarse a fin de que su hogar sirva de lugar de reunión para los Talmidé Jajamim, ya que a raíz de esto captará las palabras de Torá y sabiduría que se aprenden no solamente de lo que expresan verbalmente, sino también de sus actos, y así aprenderá de su proceder. Esto se compara a una persona que entra a una perfumería y, a pesar de no adquirir nada, de todas formas saldrá del comercio impregnado de un buen aroma. Debemos apegarnos a los Jajamim e ir detrás de sus enseñanzas, como el que camina por un sendero y levanta polvo con el paso de sus pisadas, y quien va detrás de él, se impregna de aquella tierra.[12] ©Musarito semanal
“Si temes a Hashem y eres consciente del camino del mal, no serás seducido por él.”.
[1] Rambán.
[2] Vayikrá 9:11.
[3] Malbim.
[4] Jagay 2:10-13.
[5] Pirké Abot 1:4.
[6] Tehilim 1:1.
[7] Rambam en Halajot Deot, capítulo 6.
[8] Berajot 7b.
[9] Debarim 10:20.
[10] Debarim 28:9.
[11] Rambam, cap. 1, Deot; Séfer Hajinuj, Mitzvá 434.
[12] Extraído de Pirké Abot, pág. 36, Rab Yaacob Muafra.
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