¿Qué te deparará el destino en rosh Hashaná?
"Hashem te abrirá el cielo a fin de cencederte lluvia par tu tierra en su momento propicio ”. Debarim 28:12.
En esta Perashá, Moshé exhorta al pueblo para que, una vez que entraran a la Tierra, tendrían que renovar su compromiso con Hashem y la Torá. Al ingresar, debían inscribir toda la Torá sobre doce enormes piedras, trayendo ofrendas y congregándose en dos montañas para confirmar su lealtad.
Moshé ya no estaría con ellos, y quería que la gente sepa que sus éxitos anteriores y esperanzas para el futuro, dependían de su apego a la Torá. Entonces, para ratificar el compromiso, ordenó que se congregaran en dos montañas, el monte Guerizim y el monte Eval.[1] Seis tribus habrán de pararse sobre una montaña y seis sobre la otra, el Arca, los Cohanim y los ancianos de los Leviim estarían sobre el valle que separa ambas montañas. Allí los Leviim proclamarían a viva voz doce mandamientos y el pueblo desde la cumbre de las montañas respondería ¡Amén!, en señal de aprobación y acatamiento, admitiendo que a quienes observen los preceptos de Hashem les aguardarían varias bendiciones, en tanto que a quienes los desdeñen les sobrevendrán una serie de maldiciones, dejando el antecedente que las consecuencias del cumplimiento de las reglas convenidas serán el resultado de las acciones positivas o negativas de cada uno de los integrantes del pueblo.
Comenzó señalando las bendiciones, o sea los beneficios, la bonanza y la dicha que podrían alcanzar cuando se ocupasen de estudiar y mantenerse fieles a la Torá. Una de ellas dicta así: Abrirá Hashem para ti Su tesoro de bondad, los cielos para dar lluvia a tu suelo en su momento y para bendecir la obra de tus manos.[2] Del lado opuesto, advierte las lamentables consecuencias del pecado: El Eterno convertirá la lluvia de la tierra de ustedes en polvo y lodo.[3] Una de las bendiciones más importantes que Hashem da a la humanidad son las precipitaciones fluviales. Cada día alabamos y agradecemos al Creador en nuestras plegarias por Su Poder, Su bondad y Su sabiduría para producir la lluvia que mantiene, cura, nutre y restaura la vida. Gracias a la lluvia, la tierra seca revive, las plantas vuelven a crecer y todas las criaturas del mundo pueden mantenerse con vida.
En Rosh Hashaná se decide, en base a los resultados del balance de las acciones del hombre, cuántos vientos, cuántas nubes, cuánta lluvia y cuánto rocío caerá en la tierra. Así también encontramos con respecto al ser humano que cuarenta días antes de la gestación, un ángel lleva al ser delante de Hashem y le pregunta: ¿Cuáles van a ser sus características? ¿Será sano o débil? ¿Estará dotado de inteligencia o carecerá de ella? ¿Será rico o pobre? [4]
Se entendería que el futuro de la persona está predestinado. Si todo es indefectible y no hay forma de cambiarlo ¿Para qué nos paramos a pedir un buen futuro en Rosh Hashaná?
Según la sentencia del Talmud, evitar o aumentar lluvia es imposible, cambiar la suerte de la persona parece que tampoco se puede conseguir; lo que ya fue decretado no se puede cambiar… ¿Qué podemos hacer?
Hay algo que sí se encuentra en nuestras manos, y es lo que debemos procurar pedir en Rosh Hashaná: no podemos evitar que caiga la lluvia, pero con nuestras plegarias podemos evitar que caiga en lugares no adecuados o cuando la tierra no la precisa; por medio de nuestras acciones, podemos hacer que cada gota caiga directamente sobre la semilla que necesita germinar y que el rocío hidrate las raíces de los árboles para que produzcan buenos frutos.[5]
De la misma forma podemos cambiar para bien las cosas predestinadas, por ejemplo: si estaba sentenciado que tendremos que pasar una noche velando un enfermo, si nos quedamos despiertos estudiando la noche de Shabuot, convertimos una situación que podría causar molestia, en algo agradable y productivo… Esto es lo que pedimos en una de las estrofas del Selijot; Rompe el mal del nuestra sentencia. Año tras año, Hashem juzga al ser humano en el día de Rosh Hashaná por los actos que realizó en ese último periodo y determina cuál será su función en el próximo para que así alcance el objetivo de su vida. Todo lo que se dictaminará para cada ser humano en ese momento: trabajo, sustento, salud, vida, etc. le será otorgado en concordancia con su fuerza, inteligencia y recursos con los que fue destinado, más las mejoras de las cualidades y conducta personal conseguidas por medio de su esfuerzo.
Volviendo al tema que tiene el efecto de la lluvia, esta no podrá provocar que la tierra produzca vegetación, si previamente no ha sido trabajada y sembrada convenientemente. Un terreno que no fue sembrado, no tiene ningún provecho de las precipitaciones, sino a la inversa, ese lugar se convertirá en un lodazal. Lo mismo acontece con la Sagrada Torá, la cual no puede influenciar sobre el individuo que no realiza ningún esfuerzo por mejorar sus cualidades y conducta personal, en ese caso las palabras de la Torá solo le perjudicarán. El objetivo del estudio debe ser con intención de llevarlo a la práctica. Si luego tendremos o no éxito en esta empresa es un tema aparte, pero nuestra predisposición inicial debe ser esa.[6]
Si realmente queremos despojarnos de la indiferencia y la tranquilidad que nos invade en los días previos a Rosh Hashaná, y asumir la preocupación y la responsabilidad que la fecha impone, pensemos en el año anterior. Recordemos todos los sucesos detalladamente. Tengamos presente todos aquellos instantes de angustia, de tensión, así como los de alegría y felicidad, y reflexionemos que todo esto fue el resultado de la manera que hemos vivido el día de Rosh Hashaná pasado. Seguramente, si en esa ocasión hubiésemos elevado nuestras plegarias con mayor concentración; con más profundo sentimiento, nos hubiésemos ahorrado muchos disgustos y hubiésemos tenido mucho más satisfacciones.[7].©Musarito semanal
“¿Qué harás de tu vida? Dejarás que el tiempo lo decida, o lo decidirás con tu propio destino.”
[1] Ver Debarim 11:29-30
[2] Debarim 28:12
[3] Ídem 28:24
[4] Rosh Hashaná 17b
[5] Pesikta Zutrata
[6] Mahayaná shel Torá
[7] Mijtab MeEliahu