Perdona a tu Semejante
“Reside con Lavan unos días hasta que se aplaque la ira de tu hermano”. 27:45
Yitzjak y Rivká estuvieron casados durante veinte años sin poder tener hijos. Diariamente derramaban gruesas lágrimas suplicando a Hashem para que les concediera el mérito de poder concebir. Hashem aceptó sus ruegos y los bendijo dándoles mellizos. Esav, el mayor, era un hombre de campo, un cazador; mientras que Yaakob, el menor, era un erudito que se pasaba todo el tiempo estudiando la Torá. Cierto día, Esav llegó cansado y hambriento del campo y cambió a Yaacob sus derechos y privilegios que le confería la progenitura,[1] por un plato de lentejas.
La senectud comenzaba a menguar la salud de Yitzjak, su visión se había oscurecido totalmente,[2] sintió que había llegado el momento de bendecir a su hijo mayor. Solicitó a Esav que fuera al campo a cazar y que la cocinara para él, luego lo bendeciría. Al oír esta conversación, Rivká se apuró, vistió a Yaakob con las ropas de Esav, cubrió sus manos y su cuello con piel de cabra para que simulara la piel de Esav, preparó una sabrosa comida y lo envió a ver a su padre. La voz de Yaakob despertó las sospechas de Yitzjak, pero luego se tranquilizó al sentir las manos "velludas" como las de Esav. Entonces, Yitzjak bendijo a su hijo.
Tan pronto como Yaakob salía de allí, Esav entraba y cuando supo que su hermano se había adelantado y llevado las bendiciones, quedó muy perturbado por lo que hizo su hermano y planeó matarlo ni bien muriera su padre. Para evitar esto, Rivká le aconsejó que fuera a fuera a Jarán y que se hospedara en la casa de su hermano Laván.
Las palabras: Hasta que el enojo de tu hermano se aplaque de ti, están repetidas en el versículo. De esta aparente redundancia, podemos sacar una trascendente enseñanza ética. Revelan los Jajamim que la primera mención se refiere a Esav que estaba sumamente enfadado con su hermano porque se había llevado las bendiciones de su padre. La segunda mención se refiere a que Yaacob también estaba resentido con Esav, debido a que ofuscaba a sus padres con su ruin y perverso comportamiento. Cuando Rivká aconsejó a Yaakob que se fuera a casa de su hermano, él pregunto: “¿Y cómo sabré cuándo terminará el enojo de Esav?”. Rivká le respondió: “Cuando el enojo que tú tienes hacia él, se aleje de ti, entonces podrás estar seguro de que tu hermano te habrá perdonado y no habrá más animosidad entre ustedes.[3] Dijo Shelomó HaMélej: Así como el agua refleja la imagen de un rostro, así el corazón de un hombre se corresponde con el corazón de su prójimo.[4]
Así como el agua reproduce con exactitud la imagen reflejada en ella, con todos los detalles, también el accionar de un hombre con su entorno es reflejado en cómo los demás actúan con él: Si tiene un buen sentimiento hacia el prójimo, el otro también se sentirá así.[5] Esta es la forma de saber si su compañero lo quiere o lo odia, ya que el corazón ama al que lo ama y odia al que lo odia.[6] Todo aquel que tenga Emuná completa en Hashem, ésta debe conducirlo a amar a todas las criaturas, amando a su compañero y construyendo la paz entre los hombres. El Talmud comenta: "Todo aquel que deja pasar su cualidad (no es vengativo ni rencoroso) le dejan pasar sus pecados", o sea que el juicio no será estricto con él, a pesar de que quizás los pecados quizás no le sean perdonados. El Talmud continúa narrando que Rab Huná enfermó y fue Rab Papá a visitarlo. Al verlo tan grave, le dijo a los familiares que prepararan lo necesario para el entierro. Finalmente Rab Huná se recuperó y al encontrarse con Rab Papá le comentó: "Es cierto, la muerte estaba decretada para mí, pero al llegar al cielo escuché como Hashem decía a sus ángeles: "Déjenlo, no lo investiguen porque no es rencoroso". Deducimos de este suceso, que incluso en el caso en el que la muerte estaba decretada y el enfermo yacía moribundo, la virtud de no responder agresivamente a quienes lo perjudicaban, le permitió a Rab Huná seguir viviendo.[7] ¡Cuánto nos cuesta perdonar a nuestro compañero! ¡Cuánto nos cuesta dejar pasar, incluso aunque se trate de una pequeñez! El único camino para superar esta limitación, es saber y tomar conciencia de la cuantiosa ganancia que podría ingresar en nuestra cuenta si solo aprendiéramos a dejar pasar…
Un Abrej fue atacado por una enfermedad letal, cuando tomó conocimiento de su delicado estado, comenzó a visitar, por un lado, las tumbas de los grandes Rabanim de todos los tiempos para que abogaran por él, además fue con los Grandes de la generación, en busca de bendiciones y consejos que le permitieran curarse. Un día, programó visitar la tumba de Rabí Shimón Bar Yojai para rogar e implorar allí, pero antes de hacerlo, fue a ver a uno de los grandes Tzadikim de esta generación, y también le contó sobre el viaje que tenía pensado hacer. El Rab, lo bendijo desde lo profundo de su corazón, y cuando escuchó que viajaría a Mirón, lo sorprendió agregando: "Cuando estés allí deja por favor esta carta que te entrego ahora, sobre la tumba de Rabí Shimón Bar Yojai…".
El Abrej tomó el sobre mientras pensaba: ¿Qué gran secreto estará oculto dentro de esta envoltura? El Tzadik advirtió el asombro del joven y le dijo. "Bien, te explicaré de qué se trata, pero antes debes saber, sé que estas por casarte y quiero que sepas que tienes en tu casa, una mujer Tzadeket, fuera de lo común". "Hace algunos meses, una persona hirió verbalmente a tu futura esposa gravemente. Cuando el agresor se dio cuenta de su gran error y fue a pedirle perdón, pero ella se negó rotundamente a escucharlo. El agresor se presentó en mi casa, y me preguntó cómo podía convencer a la mujer para que lo absuelva de su pecado. Cuando vi que su arrepentimiento era autentico, envié un mensajero, para que hablara con ella y consiguiera el perdón, el emisario regresó con la negativa de la mujer, se sentía muy ofendida. Dejé pasar algunos días hasta que la ira fue apaciguando, finalmente se convenció, y lo perdonó de todo corazón.
Recién aceptó, le pedí que escribiera su perdón, de puño y letra, en dos hojas, una copia quedaría para ella, y la otra, debía entregármela a mí. Le indicó entonces, el Rab al Abrej: "Cuando viajes a la tumba de Rabí Shimón Bar Yojai, en Mirón, lleva la carta donde está escrito el perdón de tu esposa, y antes de comenzar a rezar, apóyala sobre la tumba, y ruega por tu esposa, pide con toda tu alma para que no enviude, despierta la misericordia Divina con el mérito de haber dejado pasar, y de haber perdonado a quien la lastimó.
Cuando el Abrej llegó a Mirón, colocó la carta sobre la tumba y vertió lágrimas a mares, rogando por la salvación de su esposa, para que no quedara viuda, y que por el mérito de ella, también él se salvara y fuera curado de su enfermedad. ¿Qué fue lo que pasó finalmente? Al poco tiempo de regresar, los estudios realizados mostraron que la temible enfermedad había desaparecido…[8]©Musarito semanal
“Si perdonamos a los demás por habernos agraviado, Hashem habrá de perdonarnos por nuestras faltas”.[9]
[1] Hashem Había asignado a los pimogenitos para servir como la familia sacerdotal, ellos oficiarían como sacerdotes ante Hashem, en el Tabernáculo. Esav no era digno de esa tarea de santidad, y como lo demostró al ceder sus derechos por algo tan simple.
[2] Sus ojos oscurecieron al ver la conducta corrupta de Esav con sus esposas.
[3] Pardes Yosef
[4] Mishlé 27:19
[5] Metzudat David
[6] Rab Yosef ben Nejemiá
[7] Rosh Hashaná 17a
[8] Historia relatada por Rab Shelomó Levinshtein
[9] Meguilá 28a
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