Reconociendo los errores.
“Oyó Moshé y fue considerado correcto ante sus ojos”. 10:22.
Nadab y Abiú, los hijos de Aharón habían fallecido. La Halajá dicta que en el mismo día en el que un pariente cercano fallece, el doliente es denominado onén hasta que el cuerpo del familiar es sepultado. Mientras se encuentre en este estado, las leyes que rigen su condición son más estrictas que las de los siguientes días.
En el octavo día de la inauguración del Mishkán, los Cohanim debían ofrendar tres Korbanot: uno era el de Minjá. Otro era el sacrificio del primer Nasí, Najshón.[1] El tercero era el Sacrificio que se acercaba en Rosh Jodesh. Es sabido que los Cohanim deben consumir parte de las ofrendas que se acercan al Mizbeaj. Moshé sabía que Aharón y sus hijos se encontraba onenim y aun así les ordenó: “Tomen la oblación que quedó de las ofrendas de harina y cómanla sin leudar cerca del Altar.[2] Después que terminaron el servicio del día, les preguntó si habían comido las porciones que les correspondían, y cuando escuchó que habían quemado una de las ofrendas en su totalidad, se molestó y exigió una explicación: “Yo les indiqué que podían consumir parte de la ofrenda de Minjá aun a pesar de su condición, ¿Por qué no comieron también la porción del sacrificio de Rosh Jodesh?”. Entonces Aharón le respondió: “Acercamos dos tipos de ofrendas, unas que eran Kodshé Shaá, ofrendas que fueron hechas exclusivamente para esa ocasión y nunca serían repetidas. Otras fueron Kodshé Dorot, ofrendas que formarían parte del servicio normal del Tabernáculo y que serían asimismo ofrendadas en el futuro. Tú nos ordenaste que comiéramos de la ofrenda de harina, que fue parte de la ceremonia de inauguración, ¿acaso la orden incluía también las demás ofrendas? Pensamos que solamente podíamos comer de las ofrendas que nunca se repetirían, debido a que eran similares al Korbán de la harina; sin embargo, dedujimos que la porción de Rosh Jodesh que sería repetitiva, estaba prohibida para nosotros.[3]
Moshé reconoció de inmediato la veracidad del argumento de Aharón… ¡Había olvidado esta Halajá a pesar que la había escuchado directamente de Hashem cuando subió por la Torá! Ordenó que se hiciera público el hecho que había errado en la Halajá y que el argumento de su hermano era correcto.[4]
¡Reconocer…! ¿Qué difícil es saber hacerlo cuando uno se equivoca? Esta es una más de las admirables cualidades de Moshé Rabenu. La lección que nos deja: Teshubá se traduce usualmente como arrepentimiento, pero literalmente significa darse vuelta (enfrentarnos a nosotros mismos honestamente) y retornar para no escaparnos de la verdad.
En el Tanaj encontramos varios ejemplos que muestran este importante concepto: Adam y Javá, no fueron expulsados del Jardín del Edén cuando comieron del Fruto Prohibido, fue después que se les dio la oportunidad para admitir su error y en lugar de afrontar su responsabilidad, culparon a otros de la negligencia cometida… Después de cientos de años surge Yehudá, quien admite valientemente su culpa en el incidente de Tamar, acto que rectifica el error de sus antecesores, y se hace meritorio de ser el precursor del Mashiaj.
La conexión que existe entre el Mashiaj y tomar la responsabilidad continuó con uno de los descendientes de Yehudá. Más adelante aparece en la historia el rey Shaul, quien recibe la orden de erradicar el reino de Amalek; al término de la misión, Hashem envía a Shemuel a confrontarlo por no haber cumplido la orden al pie de la letra, y en lugar de admitir su error, justificó su proceder, perdiendo así el reinado, mismo que fue transferido a David; quién años después es amonestado por el profeta Natán por el incidente con Batsheva. David contestó de inmediato: “He pecado ante Hashem”. Este reconocimiento provocó que pudiera continuar como rey de Israel.
Hoy en día vivimos en una sociedad que evita asumir responsabilidad; muchos piensan que nadie puede ser considerado responsable por su comportamiento. Argumentan que, esencialmente, no tenemos libre albedrío; la persona en la que nos convertimos está predestinada en base a nuestro entorno, crianza, genética y sociedad. Consecuentemente, los criminales pueden ser perdonados por sus crímenes porque no tuvieron la oportunidad de elegir y la gente puede tolerar las fallas que hay en sus relaciones y en sus rasgos personales ya que estas son inevitables. La perspectiva de la Torá rechaza fuertemente esa postura.[5] Si una persona es lo suficientemente valiente como para admitir que puede mejorar, entonces Hashem la ayudará a lograrlo.[6]
La noble virtud de reconocer la verdad es la que ennoblece a nuestros sabios a lo largo de las generaciones. El reconocer la verdad, aun cuando ésta no es agradable y conlleva a la vergüenza, eleva a quien así actúa a grandes niveles:
Cuentan sobre el fundador del movimiento del Musar: Rabí Israel Salánter, cuando comenzó a dictar clases en la ciudad de Vilna, impresionó a todos los sabios de la ciudad, quienes quedaron impactados por su increíble sabiduría. Muchos de los grandes sabios de Vilna venían a escucharlo, y quedaban maravillados de las palabras de esta nueva luz que iluminaba al mundo judío. Por otro lado, surgieron varios opositores que trataron de opacar su imagen. Estos presentaron a un sabio muy sagaz, el cual se empeñaba en hallar duras preguntas contra los comentarios de Rabí Israel, de distintos lugar del Talmud Bablí y Yerushalmi. Pero Rabí Israel con su increíble sabiduría respondió a todas sus acotaciones, y éste no osó más oponerse a él.
Ocurrió una vez, que aquel sabio que se presentaba para enfrentarlo, planteó una pregunta muy fuerte en medio de uno de sus cursos. Rabí Israel oyó, pensó, y de inmediato reconoció que dicha preguntaba desestabilizaba sus palabras. Dejó el púlpito y descendió de la tarima. Luego contó a sus alumnos que en aquel momento se le ocurrieron cinco respuestas a la difícil pregunta, que serían aceptadas por quien la planteó, pero él mismo sabía que en verdad no eran correctas, y que en verdad aquél otro estaba en lo correcto, y por ello rechazó su planteamiento y dejó el púlpito.
Agregó Rabí Israel: “no crean que el reconocer que estaba errado me resultó sencillo, pues muchos pensamientos sobre el honor de la Torá, sobre mi influencia, surgieron en mi mente, indicándome que era correcto responder aquella pregunta con una respuesta que en verdad era incorrecta. Pero me puse firme y me reproché a mí mismo: Israel, tú estudias Musar, ¿Dónde quedará la virtud de la verdad? De inmediato reconocí mi error y descendí del púlpito.[7] © Musarito semanal
“Uno de los desafíos más difíciles que encaramos en la vida es dejar de escaparnos para enfrentarnos a nosotros mismos honestamente”.[8]
[1] Ver Bemidbar 13:7
[2] Vayikrá 10:12
[3] Malbim
[4] Vayikrá Rabá 13:1; Zebajim 101a
[5] Abodá Zará 17a
[6] Extraído de La luz de la Torá, Perashat Nitzavim; Rab Yehonatán Gefen
[7] Extraído de la revista Pájad David, Perashat Sheminí ;Rab David Pinto
[8] Rab Najman Zakon