Buenos modales
“Llamó a Moshé, y le habló Hashem desde la Tienda de Reunión” (1:1).
En los últimos capítulos del libro de Shemot, la Torá nos relata cómo se realizó la edificación del Tabernáculo. Una vez erigido, la Shejiná (Presencia Divina de Hashem) descendió y penetró en la Tienda. Am Israel se reunió alrededor del Mishkán y Moshé se encontraba entre ellos. La Gloria de Hashem que iluminaba el Tabernáculo era muy intensa y sobrecogedora. Los Jajamim explican que la mención de este llamado a Moshé muestra que toda vez que Hashem quería impartir un nuevo mandato, primero lo llamaba afectuosamente diciendo: “Moshé, Moshé”. Y él respondía: “Heme aquí. Estoy a Tu servicio”. La voz de Hashem se escuchaba por todo el mundo; sin embargo, Moshé era el único que podía escucharla, pues todos los demás seres carecían del mérito suficiente para percibirla.[1]
¿Por qué Hashem convocaba a Moshé cada vez que deseaba transmitirle algo? La presencia de Moshé en el ámbito celestial era como la de una persona que es conocida de un rey y goza de una relación especial con él; este vínculo le da cierta libertad para ir y venir en el palacio real. Moshé fue el padre de la sabiduría; el maestro de los profetas; sacó a Am Israel de Egipto; partió las aguas del mar; subió al Cielo y estudió Torá directamente de Hashem, y la entregó a los Hijos de Israel; edificó el Mishkán… Su presencia era bien recibida allí; ¿con qué motivo necesitaba un llamado especial para ingresar?
La respuesta es que eso se debe a que su proceder mostró, además de su encomiable humildad, una regla esencial para la vida de todos nosotros: la obligación de mostrar siempre buena educación. Todo miembro de Am Israel tiene el deber de mostrar una conducta social apropiada en cada lugar y situación; y cuanto más sea dueño de sabiduría, méritos y virtudes, mayor será la exigencia de mostrar buenos modales. Moshé no entraba al Ohel Moed (Tienda de Reunión) hasta que Hashem no lo convocaba, para enseñarnos uno de los fundamentos de la Torá.
De aquí aprendemos que debemos adelantar el dérej éretz (los buenos modales) a la Torá.[2] Todas las cualidades que pudiera obtener el yehudí por medio del estudio de la Torá, pierden todo su valor cuando no muestra un buen comportamiento social...[3] En especial, quien es considerado un ben Torá (estudioso de la Torá) debe cuidarse más, porque si no muestra una conducta adecuada al lugar y a la situación, estará profanando el Nombre de Hashem y a la Torá. Y todo el que muestre tener control y dominio de sus rasgos de carácter, ejercitando el rasgo apropiado en la situación adecuada y honesta, estará creando una hermosa y real corona que ilumina y prestigia con creces a la Torá que estudió, y por ende estará provocando Kidush Hashem (santificar el Nombre Divino). Por tanto, aprendemos que toda persona que es querida por los demás debido a sus buenos actos, seguramente también será apreciada por Hashem, ya que Su Nombre se santifica por medio de ella.[4] Es importante aclarar que el comportamiento que asuma para conducirse conforme a las normas sociales, no debe oponerse a la voluntad del Creador…
Muchos piensan que no es necesario cumplir la Torá para ser buena persona. En la sociedad secular podemos encontrar gente con modales refinados y con una conducta social apropiada, y aun así, la degradación moral del mundo ha alcanzado límites inconcebibles. ¿Por qué no ha sido posible mantener una sociedad sana y normal? ¡Porque esta filosofía de vida está basada en la lógica humana! Esta ideología funciona mientras no entren en juego los intereses personales de los actores; el problema comienza cuando se enciende el fuego de la codicia y el deseo. Apenas entran en escena, el protagonista se convierte en una bestia; nada le impide matar o cometer adulterio para obtener lo que desea. Volteemos un poco a mirar la historia; por ejemplo, los ciudadanos de la Alemania nazi. Era gente muy educada y de un elevado nivel cultural. ¿Para qué emplearon su sapiencia y educación? ¡Para matar…!
Solamente hay una fuerza que se encuentra en el alma del individuo: el temor al castigo y al qué dirán. La bendición que Rabí Yojanán dio a sus alumnos fue: “Que tengan temor de Hashem tal como le temen a la gente”. Sus alumnos le preguntaron: “¿Solamente eso?”. Él les indicó: “¡Ojalá que puedan cumplir eso! Si lo logran, jamás infringirán la ley”.[5] Decía el Rey David: El principio de la sabiduría es el temor a Hashem.[6] Algunas personas piensan que con no hacerle mal a nadie cumplen con su obligación… Rabí Elazar ben Azariá decía: Si no hay Torá, no hay dérej éretz (educación); si no hay dérej éretz, no hay Torá.[7] La Torá no puede perdurar sin educación; el dérej éretz tampoco puede darse permanentemente sin la Torá. Muchas personas piensan que es posible, pero sin Torá no puede haber ética civil duradera y efectiva. Ni tampoco puede haber elevación espiritual sin que se anticipe el perfeccionamiento de los modales y la conducta entre el hombre y sus semejantes.
Cierto Rab, que estudió en Yeshibat Hebrón, relató que en una ocasión Rab Isser Zalman seleccionó a un grupo de alumnos de la Yeshibat Etz Jaim para visitar al Saba MiSlavodka. Los jóvenes estaban muy entusiasmados por tener la oportunidad de escuchar palabras de Torá y reproches de la boca de una persona tan justa. Era una oportunidad que no se le presentaba a cualquier alumno de las yeshibot. Estar frente al Saba MiSlavodka era algo muy especial; no debían dejar de escuchar ninguna de sus palabras.
Cuando el grupo estuvo frente al erudito, cada uno de los alumnos escuchaba ávido de aprovechar cada palabra sagrada que salía de la boca del Gaón. El Rab también observaba a sus visitantes, y durante el tiempo que estuvieron allí, el Rab logró percibir algo en uno de ellos. Entre los muchachos había uno que era conocido en la yeshibá por su inteligencia y capacidad en el estudio. Rab Iser Zalman tenía la certeza de que llegaría a ser un rabino muy importante... Pero después de este encuentro, el Saba no pensaba lo mismo e informó al Rab que de este muchacho no había nada que esperar, y ante la sorpresa del Rab, el Saba le contó que vio en el muchacho un descuido o una gran falta de educación, ya que cuando sirvieron a todos los muchachos una taza de té, se volcó un poco de azúcar sobre el mantel y este estudiante puso un dedo en su lengua para humedecerlo y después tomó el azúcar derramada, llevándosela a la boca. Después de ver esta actitud, el Saba dijo en voz baja a Rab Iser: “De este joven no saldrá nada…”. Y así fue; el joven creció y, después de un tiempo, se le designó como Rab en una pequeña comunidad. Al principio todo funcionaba debidamente; el tiempo pasó y, sin que nadie supiera el motivo, el rabino renunció al cargo para ejercer la profesión de abogado. Transcurrió un corto periodo de tiempo y su nombre apareció en todos los diarios al ser atrapado y acusado de realizar falsificaciones. Al final terminó en la cárcel…[8]
La persona que anhela la vida debe estudiar analíticamente los libros de Musar, respecto a cómo se debe actuar en cada situación. Está escrito en el Talmud: Cuatro cosas necesitan fortalecimiento constante: la Torá, las buenas acciones, la plegaria y el dérej éretz (buenos modales y auto perfeccionamiento).[9] Todos tenemos que superar el desafío que día a día se nos presenta, ya sea con nuestros compañeros de estudio o de trabajo, y con todas las personas con las que convivimos. Debemos mostrar siempre un trato amable, honrado y de buena conducta. Así como un edificio sin cimientos no se mantiene, el estudio de la Torá requiere primero de su base, que es el dérej éretz.
Cuando vivimos de acuerdo con las enseñanzas de nuestra Torá, cuando estudiamos con constancia y esmero, cuando logramos pulir nuestros modales y cualidades, seremos como un espejo en el que todos querrán mirarse. ¡Este es el fundamento del Kidush Hashem! Y es la conducta que mostró Moshé para todas las generaciones... ©Musarito semanal
“Si temes a Hashem y eres consciente del camino del mal, no serás seducido por él.”.
Para Refuá Shelemá de: Tuny Mazal bat Bella Badía, Eliahu ben Esther, Yaacob ben Ruth, Rajel Jaya bat Adel Janom.
Leiluy Nishmat de: Yosef ben Elvira, Z”L Shaúl Shajud ben Boliza, Carlos ben Zefdíe, Z”L, Ezrá ben Sará, Z”L
[1] Rab Moshé Feinstein.
[2] Taná d’bé Eliyahu Rabá, cap.1.
[3] Rab Aharón Kotler.
[4] Pirké Abot 3:10.
[5] Berajot 28b.
[6] Tehilim 111:10.
[7] Pirké Abot 3:17.
[8] Darjé Musar.
[9] Berajot 32b.
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