¿Hashem es justo?
"La Roca: perfecta es su actuación, pues todos Sus caminos son justicia". 32:4
Moshé convoca a los cielos y a la tierra para que fueran testigos de las calamidades que acaecerían a Israel si pecaba. El gran líder de Israel se encuentra próximo a su deceso y aun así expresa mediante un canto la aceptación de la justicia del veredicto de Hashem: Él es la Roca, Su trabajo es perfecto; pues todos sus caminos son justicia; Él es confiable y no es injusto; (sino) justo y recto es Él. Preguntan los Jajamim:[1] ¿Acaso el manifestar que Hashem no es “injusto” se considera un elogio?
Cuando nos referimos a Hashem, no podemos expresarnos como lo hacemos con las personas de carne y hueso. Los jueces terrenales analizan el delito y al final de sus investigaciones, deliberan y dictaminan la pena correspondiente. Ellos aplican el rigor de la ley aun a pesar de las consecuencias que pudieran causar a terceras personas. En cambio cuando Hashem juzga, analiza todo lo que pudiera resultar de la aplicación de la pena, en caso de que alguna de las personas involucradas con el acusado pudiera sufrir, la pena se pospone o se aplica alguna donde todo y todos merezcan soportar ese castigo.
La mente del ser humano es muy limitada, solo puede ver una pequeña parte del presente y del pasado, y de acuerdo a su apreciación, decide si el hecho que ocurrió es positivo o no. Esta limitante provoca que la persona en ocasiones no comprenda muchas cosas que le suceden, y eso lo lleva a cuestionar al respecto. David HaMélej dijo: Los decretos de Hashem son verdad, son justos en conjunto.[2] Esto nos enseña que para entender que los actos de Hashem son justos, necesitaría la persona ver la relación de cada hecho con el otro, tanto en el pasado, presente y futuro. Entonces, al ver todo el panorama completo, no le quedaría duda, pues se daría cuenta que en la Creación existe una armonía perfecta y absoluta, Hashem puede ver en un santiamén, el presente, pasado y el futuro fundidos en un mismo instante, si tuviéramos este atributo, todo nos parecería tan claro como el agua. Cuando el versículo dice: perfecta es Su actuación, se refiere al atributo de Justicia Divina y es indudablemente una alabanza a Hashem, aunque Sus caminos sean incomprensibles para nosotros, sabemos que todo lo hace con justicia y medida, en forma completa y precisa, sin que requiera ser modificada.[3]
A esto se refiere el versículo al decir: Los decretos de Hashem… son justos en conjunto, pues no podemos juzgar cada hecho por separado, sin considerar todo lo que ocurrió desde que el mundo fue creado hasta este momento, y sin tener en cuenta tampoco todo lo que ocurrirá hasta el final de los días…. La vida es como un mantel bordado, uno lo mira de un lado y dice que es precioso, mientras que si otro lo mira del otro lado, no podrá entender la razón de que tenga tantos nudos y trazos. La parte de atrás tiene algunos hilos que son largos y otros que son cortos, algunas hebras que están atadas y otras que están sueltas. Nosotros estamos atados por el tiempo y el espacio. El conocimiento de que solo podemos ver un lado del lienzo, y que en ocasiones nos permiten tener una percepción retrospectiva para darnos cuenta que todo lo que pasa es para nuestro bienestar, es un tremendo bálsamo para poder soportar las cosas que nuestra limitada mente a veces no comprende.
En ocasiones escuchamos que la gente dice: "Yo creo en Hashem, pero hay cosas que no entiendo". Sin embargo, el Rab Yejezkel Levinstein, nos enseña que este es un razonamiento equivocado, ya que lo que la persona entiende no se puede llamar fe o creencia, pues es palpable para él. La fe comienza a partir del momento en que la mente humana no puede entender lo que está viendo. Es debido a eso que estamos obligados a creer que todo lo que Hashem hace es para bien.
En la ciudad de Bat Yam un niño de ocho años salió a jugar con sus amigos, la madre se quedó en casa preparando todo para Shabat, la mujer estaba tan atareada que no se dio cuenta que el niño no había regresado a la hora habitual. Llamó al padre para que saliera a buscarlo, fue a preguntar a casa de los vecinos, todos los niños habían regresado a sus hogares y ninguno de ellos sabía del paradero del infante. El padre regresó a su casa y pidió a todos que le ayudaran a buscarlo, en una hora comenzaba Shabat. Los vecinos colaboraban con la búsqueda, pero el niño no aparecía. Intervino la policía, el reloj seguía avanzando y no lograban encontrarlo. Shabat estaba por llegar, era pleno invierno, el viento y lluvia amenazaban. La preocupación era cada vez mayor. Cada minuto que pasaba, la situación se hacía más angustiosa.
La familia era un ejemplo en la colonia, era conocida la confianza que tenían en el Todopoderoso, siempre recibían todo con mucho cariño. Incluso esta vez no perdían el control. El padre se detuvo por unos momentos para recitar Minjá en el pasillo de su edificio. Al terminar, elevó sus ojos al cielo y pidió: “Ribonó Shel Olam, está por comenzar Shabat Kodesh, por favor, que no tengamos sufrimiento alguno. Por favor haz que aparezca nuestro hijo perdido. ¡Por favor!...”. Todos los vecinos buscaban sin descanso. Después de 4 horas y en el medio de la oscuridad, el niño llegó llorando a la casa, se veía sano, solo estaba sucio. No hay palabras para describir la alegría de los vecinos. Todos lloraban de emoción cuando vieron a los padres abrazar al pequeño. ¿Qué había pasado? El niño estaba jugando con la arena de un edificio en construcción y del cansancio se quedó dormido. Un final feliz… pero aquí no termina la historia….
Una semana después, unos niños quisieron mostrarle a un compañero donde era el lugar donde se había perdido el otro niño. Estaban ahí y de repente escuchan de otro lado: “¡Ayúdenme! ¡Auxilio!”. Los niños salen corriendo en busca de gente mayor, cuando entran a la construcción, encuentran a un yehudí dentro de un pozo profundo, lo sacan con cuidado. Una vez fuera les relata que estaba allí atrapado desde el día anterior (jueves) y sumergido en la arena. Había querido cortar camino y cayó en el pozo. Nadie lo buscó ya que era un hombre que vivía solo. Nadie escuchó sus gritos y pasó toda la noche ahí con la esperanza que al otro día los obreros de la construcción lo encontraran.
Pero aparentemente, los obreros trabajaron el viernes del otro lado de la construcción y con el ruido de palas y picos, no escucharon nada. Si esos niños no hubiesen entrado a curiosear para ver el lugar donde se había quedado dormido el otro niño, ese hombre hubiera muerto de hambre y frío. El Rab de Bat Yam, que era el padre del niño perdido dijo en la Derashá de ese Shabat, que recién entendía porque sufrieron esas horas interminables en las que su hijo no aparecía. Todo fue para que en la semana siguiente, un yehudí salvara su vida. A veces vemos el final, como en este caso, pero aunque no sea así, sabemos que “Todo lo que Hashem hace es para bien”.[4]
Escuchar historias como esta refuerza nuestra fe en Hashem. Nos llena el corazón de confianza. Sin embargo, una cosa es escucharlo y otra es vivir una experiencia estresante, cuando tenemos que poner en práctica nuestro temple; a veces tropezamos, y no siempre actuamos con la convicción en nuestros corazones, de que TODO está controlado por Hashem. Es cierto que si a uno le otorgan el mérito de ver como se desencadenan los acontecimientos y se resuelven felizmente, comenzará a creer, pero en ese caso no será necesario tener una categoría elevada para hacerlo. Cualquier persona que ve que el sufrimiento se transforma en alegría, va a pregonar por todas partes que todo lo que hace Hashem es para bien. Para eso no es necesario ser un ferviente yehudí. El reconocimiento consiste en llegar a la categoría en la que también cuando se encuentra en la cúspide del dolor, cree fielmente que todo es para bien ¡Dichoso quien es poseedor de esta Emuná, no hay persona más feliz que él en el mundo…!
Cuando los eventos se presentan de manera diferente a como nosotros hubiéramos querido, ello no significa que la vida es cruel y sin propósito. La dificultad y el sufrimiento no son arbitrarios. Provienen de Hashem, tanto como las cosas buenas. ©Musarito semanal
“Es un escudo para todos los que se refugian en Él”.[5]
[1] Otzarot HaTorá, Debarim 32:4
[2] Tehilim 19:10
[3] Ramban
[4] Extraído del libro Or Daniel
[5] Shemuel II, 22:31
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