Nuestra herencia

 

 

“que toma en cuenta la inquinidad de los padres sobre los hijos…”. Bemidbar 14:19

 

 

En la porción semanal encontramos el episodio de los espías que fueron a explorar la tierra de Kenáan; el pesimismo que mostraron a su regreso, indujo al pueblo a flaquear en su fe y esto despertó la Ira Celestial. Hashem expresó Su intención de destruir al pueblo y de formar una nueva nación a partir de Moshé. El fiel pastor de Israel salió a la defensa y si bien logró evitar su aniquilación, fueron condenados a morir en el desierto. “Y sus hijos vagarán en el desierto cuarenta años y cargarán sus errores...”.[1] Éste es uno de los pocos lugares donde la Torá nos habla de que los hijos pagarán por los errores de sus padres: Un Di-s celoso, que recuerda la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.[2] Este versículo contradice aparentemente a lo que está escrito en el profeta: El hijo no cargará con el pecado del padre, ni el padre con el pecado del hijo.[3] La traducción del Targum muestra como los versículos no se contradicen: Hashem castiga el pecado de los padres sobre sus hijos solo cuando estos se aferran intencionalmente a los pecados de sus ancestros y no los cambian en su propio comportamiento.[4]

 

Vamos a ilustrar esta enseñanza con una parábola: Un hambriento lobo logró atrapar a un zorro, entonces el astuto animal le dijo: “No pierdas el tiempo conmigo, solo soy piel y huesos; hay un hombre saludable cerca, del cual puedes saciar tu hambre”. El lobo respondió: “¿Acaso no sabes que tenemos prohibido atacar a los seres humanos?[5] Si lo hago Hashem me va a castigar. El zorro encogió sus hombros y le dijo: ¡Despreocúpate! también está escrito que “los hijos serán castigados por sus padres” así que puedes atacarlo, seguro que a ti no te pasará nada…”.

 

El lobo aceptó el argumento, soltó al zorro y se dirigió hacia la aldea del hombre. En el camino cayó en una trampa, y sus gritos sonaron a través del bosque. Cuando el zorro vino al “rescate” del lobo le grito: ¡Mentiroso! ¿No me dijiste que no sería castigado por mi pecado? El zorro respondió: ¡Eres un tonto! No te están castigando por tus propios pecados; estás siendo castigado por los pecados de tu padre, quien atacó a la gente”. El lobo rugió: “¿Por qué debo sufrir yo por los crímenes de mi padre?” El zorro advirtió: “Que tus oídos escuchen lo que tu boca está diciendo: tú mismo estabas ansioso de cometer un crimen, complacido de que tus hijos sufrirían por ello, así que ahora es justo que tú sufras por los pecados de tú padre”.[6]

 

Es sabido que el comportamiento Celestial es Midá Kenegued Midá, y ahora entendemos porque los hijos son castigados. Cuando ellos continúan en los malos pasos de sus padres sin importarles si sus hijos sufrirán por sus malos actos, entonces es apropiado que sufran por los pecados de quienes no se preocuparon de que finalmente sus hijos pagarían por ello. Los espías pagaron con su vida el pecado de hablar negativamente de la Tierra de Israel; todos aquellos que creyeron sus palabras y lloraron sin sentido, también fueron muriendo en el desierto durante cuarenta años; los hijos de ellos no siguieron su ejemplo, encauzaron sus acciones, recibieron la Torá, comieron Mán y purificaron sus almas, entonces despertaron el mérito de Abraham y heredaron la Tierra.

 

Sucedió en una Kehilá de Bené Berak, un Talmid Jajam casaba a su hija. Algunos integrantes de la Kehilá hicieron una colecta para ayudarlo. Todos contribuyeron y en poco tiempo se logró la suma establecida. El Talmid Jajam agradeció enormemente por la ayuda prestada. La gente se sorprendió cuando se enteraron que la fiesta del casamiento se hacía en el salón más caro de la ciudad. Nadie podía entender cómo era posible. ¿Para eso juntamos el dinero? ¿No se podía hacer la fiesta en un salón más sencillo? Nadie se animaba a preguntar, el Talmid Jajam se dio cuenta y aclaró lo sucedido. “Que nadie piense que yo contraté ese salón tan caro. Por el contrario, habíamos apartado uno de los más sencillos de la ciudad, pero sucedió algo increíble: el dueño del salón importante nos llamó y pidió que fuéramos a su casa. Al llegar, me preguntó si yo era el hijo de...  Le contesté que sí y empezó a llorar emocionado. Cuando se tranquilizó luego de unos minutos, contó lo siguiente: ‘Yo soy el hijo de... que construyó este salón y lo dirigió hasta el año pasado.

 

La semana pasada antes de fallecer, papá me llamó y me dijo que hubo un yehudí en la 2° Guerra Mundial que le había salvado la vida entregando todo por él. Papá contó que sabía el nombre de ése yehudí, pero no el apellido. También sabía el lugar donde había nacido. Durante años trató de identificarlo para agradecerle el jésed que había hecho con él, pero no había tenido éxito. Antes de fallecer, papá me pidió que siguiera buscando: “No descanses hasta encontrarlo y retribúyele todo lo que hizo por mí” Estando en casa en los 7 días de duelo, una persona que vino a saludar recordó que había fallecido un vecino suyo que se llamaba con el mismo nombre y que había nacido en ese lugar. Traté de hacer más averiguaciones hasta que llegué a la verdad. Al terminar los 7 días de duelo lo primero que hice fue averiguar si encontré que tú eres el hijo de quien salvó a mi padre en la guerra y por eso quiero recompensarte como me ordenó mi papá’. Empezamos a recordar cosas del pasado de nuestros padres y cuando escuchó que estaba por casar a mi hija me dijo sin dudar: ‘El salón está a tu disposición en forma gratuita’. Yo sabía que la gente iba hablar de mí, pero debí aceptarlo para no malgastar el dinero que juntaron para mí”.  Cuando la gente de la Kehilá se enteró de la verdad, se avergonzaron por haber pensado mal de una persona correcta y honesta. Nadie imaginó que podía haber sucedido algo así…[7]”

 

Aprendemos por un lado a juzgar meritoriamente a los demás y por otro lado aprendemos también como Hashem hace bondad por dos mil generaciones.[8] La cualidad Divina de hacer el bien supera a la del castigo quinientas veces. Haciendo bondad... con aquellos que Me aman y observan Mis mandamientos. “Aquellos que Me aman” se refiere a nuestro padre Abraham y los similares a él. “Y observan Mis mandamientos” se refiere a los Hijos de Israel, Hashem les prometió que morarían en Éretz Israel siempre que obedecieran Su voluntad y cumplieran con la Torá, con lo que vivirían seguros en la tierra, comerían de sus frutos, y se llenarían de su abundancia. Es nuestra obligación y deber el adherirnos a las cualidades de nuestros patriarcas: el amor a Hashem, la fe, la reverencia el anhelo de identificación con lo espiritual. Entonces cada uno de nosotros, a su propio modo, llevará a su alma el mérito de ellos y Hashem en Su bondad nos mostrará Su gran misericordia. Que Su gracia se extienda pronto a todo Su pueblo y nos conceda el mérito de contemplar su salvación final.[9]©Musarito semanal

 

 

 

 “El padre a los hijos dará a conocer Tu Verdad”.[10]

 

 

 

 

[1] Bemidbar 14:33

 

[2] Shemot 20:4

 

[3] Ezequiel 18:20

 

[4] Sanhedrín 27b

 

[5] Bereshit 9:2

 

[6] Pardes Yosef, Shemot 34:7

 

[7] Extraído del Sefer Alenu LeShabeaj

 

[8] Shemot 20:5-6

 

[9] Rabí Eliyahu Dessler

 

[10] Yeshayá 38:19

 

 

 

 

 

 

 

 

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