AM ISRAEL JAY
“Si mis decretos profesan” (26:3)
En esta perashá, Hashem advierte al Pueblo de Israel que, de obedecer las leyes y preceptos de la Torá, habrá lluvias, la tierra producirá abundantemente, podrán vivir en prosperidad y paz, y no habrá ni animales ni enemigos que los ataquen. Por otro lado, el desacato a las leyes supondrá la anulación del pacto hecho con los Patriarcas y serán castigados con enfermedades, hambre y los horrores del asedio de los enemigos, a todo lo cual seguirá el exilio. Esta historia está grabada en nuestra memoria: persecuciones, pogromos, exilios… horrores que muestran que las amonestaciones mencionadas en esta porción de la Torá no son solamente simples advertencias para guardar un comportamiento adecuado. ¡Muchas de éstas han acontecido…! Empero, también se cumplirán las bendiciones y las palabras con las que concluyen estas advertencias: Y recodaré en aras de ellos el pacto de sus ancestros.[1] Esto constituye un juramento irrevocable de que Hashem recordará Su pacto. Pase lo que pase, Am Israel nuevamente volverá bajo su manto, pues Él nunca nos abandonará totalmente. ¡Israel existirá por siempre...!
Cierta vez, Rabán Gamliel, Rabí Elazar ben Azariá, Rabí Yehoshúa y Rabí Akibá llegaron a Roma, y escucharon a una multitud. Comenzaron a llorar, mientras que Rabí Akibá reía. “Nosotros lloramos, ¿y tú ríes?” “¿Y ustedes por qué lloran?”, respondió Rabí Akibá. “¿Cómo no vamos a llorar, si los idólatras que se inclinan ante sus imágenes viven tranquilos y cómodos, mientras la Casa del Eterno fue quemada y es refugio para los animales del campo?”. Les dijo entonces Rabí Akibá: “Por eso río. Si así ocurre con quienes causan ira al Creador, ¡imaginen cuánto bien hará a aquellos quienes cumplen Su voluntad!”.
En otra ocasión, los cuatro iban por Yerushaláim y llegaron al Monte Scopus. Al ver las ruinas del Templo rasgaron sus ropas. Al aproximarse, vieron a un zorro que salía del Kódesh HaKodashim. Comenzaron a llorar, mas Rabí Akibá comenzó a reír. Le dijeron: “Siempre nos sorprendes. ¿Nosotros lloramos y tú ríes?”. Preguntó Rabí Akibá: “¿Ustedes por qué lloran?”. Respondieron: “¿Acaso no hemos de llorar? En el lugar sobre el que se ha escrito: ‘y el extraño que ingrese morirá’,[2] he aquí que hay un zorro saliendo de él, cumpliéndose el versículo: ‘sobre el monte Tzión desolado, irán los zorros’”.[3] Les dijo entonces Rabí Akibá: “Por eso río. Está escrito: ‘y pondré como testigos a Uriá HaCohén y a Zejariahu, hijo de Yebarejiahu’.[4] ¿Qué relación hay entre Uriá y Zejariá? Uriá estaba en el primer Templo y Zejariá en el segundo. Ocurre que Uriá dijo: ‘Así dijo el Dios de las Huestes, Tzión será arada’,[5] y Zejariá dijo: ‘Nuevamente se sentarán los ancianos y las ancianas en las calles de Yerushaláim, y un hombre sobre su bastón por sus muchos días’, y luego dice: ‘y las calles de la ciudad se llenarán de niños y niñas jugando por los caminos’.[6] Dijo el Eterno: ‘Tengo estos dos testigos. Si se cumplen las palabras de Uriá, se cumplirán también las palabras de Zejariá. Pero si las de Uriá no se cumplen, tampoco lo harán las de Zejariá’. Por eso me alegré cuando vi que lo dicho por Uriá se cumplió, pues sé que la profecía de Zejariá también se hará realidad”. Le dijeron entonces: “Akibá, nos has consolado; que tú también encuentres consuelo”.[7]
En cada generación se han alzado varias naciones con la intención de aniquilarnos, pero Hashem nos ha rescatado de sus manos. Todas las grandes potencias que se han levantado contra el Pueblo Judío no lo han conseguido… Todas ellas han quedado en el olvido y Am Israel subsiste y existirá siempre. ¿Cuál es la razón?
Era la primera noche de Janucá. La única luz de la Menorá irradiaba un extraño brillo. Su luz no provenía de la cera ni del aceite. Porque era una janukiyá muy especial. Era una vieja traba de madera y su luz era producida por pomada para lustrar botas... Así festejaban Janucá en Bergen-Belsen. El Rebe de Bluzhev entonó las dos primeras bendiciones con la usual melodía festiva, pero el sonido de su voz se oía empañado de dolor. Estaba a punto de iniciar la tercera bendición cuando, de pronto, se detuvo. Hizo una pausa, y por lo que pareció una eternidad, miró al rostro de todos los presentes. Entonces pronunció la bendición, con la voz llena de fuerza: “Bendito eres Tú, Hashem, que nos mantuvo con vida, nos conservó y nos trajo a este momento”. “Amén”, susurró la multitud amontonada. Más tarde, uno de los hombres fue a ver al Rebe y le preguntó: “¿Cómo puede decir una bendición agradeciéndole a Hashem por habernos traído a un momento como éste?”. El Rebe respondió: “Yo pensé exactamente lo mismo. Por eso me demoré en pronunciar la bendición. Pero cuando vi los rostros que miraban expectantes a esa traba de madera llena de pomada para lustrar zapatos, pensé: ‘Estamos aquí, en este pozo, en el agujero más negro del mundo. Y aquí están unos cuantos judíos encendiendo las luces de Janucá. A pesar de todo el mal que están haciendo esos asesinos, nosotros estamos encendiendo luces’. Y pensé para mí: ‘¡Amo del Universo! ¿Quién es como Tu pueblo, Israel? Mira cómo están parados, con la muerte mirándolos a la cara, y con tanto amor están pendientes de cada una de las palabras de la bendición: ´Quien hizo milagros para nuestros antepasados, en aquellos días, en esta época’. Y pensé: ‘Si ahora no es el lugar para agradecer a Hashem por habernos traído a este momento, entonces, ¿no sé cuándo es? Era mi sagrada tarea decir esa bendición”.[8]
Dice el versículo: Si Mis decretos profesan y Mis mandamientos observan y los practican…[9] La clave de la existencia del Pueblo Judío es el estudio de la Torá. Hashem nos exhorta a esforzarnos en el estudio de la Torá con el propósito de preservar y cumplir activamente lo estudiado,[10] como se declara: Las estudiarás y las preservarás para llevarlas a cabo.[11] Esto quiere decir que solamente si la persona estudia con el objetivo de llevar los preceptos a cabo le será posible cumplir con ellos como corresponde. El estudio para el cumplimiento de las mitzvot sustenta la bendición y la existencia de Am Israel, y el abandono provoca trágicas consecuencias…
Algunos de los enemigos del Pueblo Judío que se han levantado para borrarnos del mapa han descubierto esto y han tratado de silenciar la Torá, que es la que resguarda y protege al yehudí de cualquier amenaza. Estudiar Torá es un deber con el que cada yehudí está comprometido con todos los Hijos de Israel…
De ti, querido lector, depende que Am Israel exista… Sí, nadie mejor que tú lo puede sostener… Al haber nacido judío contrajiste el compromiso con las generaciones anteriores y las posteriores. Eres un eslabón dentro de la gran cadena que comenzó con el primer hombre hasta estos días, y tú eres una de las argollas que podrán probablemente continuarnos... La responsabilidad con el pasado y con el futuro de Israel depende del presente que tú construyas. ¡Es un encargo bastante grande! Mas no se vale pensar: “¿Quién soy yo para soportar una responsabilidad tan grande?”. Hay una sola puerta enfrente de todos nosotros. Cada persona tiene su propia cerradura y, a menos que cada uno gire su propia llave, la puerta nunca se abrirá. Pequeños hechos pueden mover grandes mundos: Ábranme el agujero de una aguja y Yo les abriré las puertas del mundo.[12] Nuestro potencial es mucho mayor de lo que creemos. Solamente necesitas abrir un libro de Torá, acercarte a un grupo de estudio, empapar tu alma de Torá y transmitirla a tus hijos… El estudio de la Torá ha salvado al Pueblo Judío de la desaparición y es la causa principal por la cual el Mashíaj llegará prontamente...©Musarito semanal
“La Torá es un árbol de vida para quienes se aferran a ella y bienaventurados son quienes la apoyan””[13]
[1] Vayikrá 26:45.
[2] Bemidbar 1:51.
[3] Ejá 5:18.
[4] Yeshayá 8:2.
[5] Irmeyahu 26:18.
[6] Zejariá 8:4.
[7] Makot 24b.
[8] Relato de Ilán Grossman.
[9] Vayikrá 26:3.
[10] Rashí.
[11] Debarim 5:1.
[12] Shir Hashirim Rabá 5:3.
[13] Mishlé 3:18.
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