No te sientas muy altivo cuando des tu donativo
“Todo varón en quien se hallaba…, los trajo” (35:23).
Moshé Rabenu exhorta al pueblo a que cumplan el Shabat y les confiere el privilegio de edificar el Tabernáculo. Les pide donaciones para los materiales de la construcción. Recolecta oro, plata, piedras preciosas, cueros de animales y tejidos; así como también incienso y aceite de oliva para la Menorá y para las unciones. Los Príncipes de cada una de las Doce Tribus traen piedras preciosas para el Pectoral y el Efod del Cohén Gadol.
Todo varón en cuya posesión se encontraba lana turquesa, lana púrpura, lana carmesí o lino… las trajo. Y todo aquel en cuya posesión se encontraba madera de acacia para toda la tarea de la labor, la trajo.[1] El versículo señala que cada quien traía su donativo de los objetos cuya posesión se encontraba con ellos. Preguntan los Jajamim: “¿Por qué la Torá resalta el hecho de que los objetos se encontraban con ellos? ¿Acaso podía alguien donar algo que no estuviera en su posesión? Estaban construyendo el Mishkán y la aportación se requería de inmediato; no se podía traer en otro momento.
Lo que la Torá quiere enseñarnos es que todos los bienes que cree poseer el ser humano en realidad no le pertenecen; Hashem los pone en su posesión en calidad de préstamo; le confiere la facultad de administrar parte de Sus bienes, para que la persona pueda cumplir con su función en la vida.[2] Dale a Él lo que es Suyo, porque tú y todo lo tuyo son Suyos.[3] Esto quiere decir que Hashem otorga un patrimonio a la persona para que pueda satisfacer todas sus necesidades, pero dentro de ese usufructo hay una parte que está designada para realizar mitzvot y actos de bien; al usarlo adecuadamente, está mostrando que reconoce que todos los recursos que posee le fueron entregados previamente por Hashem para un fin específico. Sobre la donación de oro y plata que la gente hizo para la construcción del Bet HaMikdash, dijo David HaMélej: Porque Tuyo es todo, y de Tu propia mano Te dimos.[4]
Dice Hashem: ¿Quién se me anticipó, que lo recompensaré?[5] Es decir, “Yo te pedí que le hicieras Berit Milá a tu hijo; ¿acaso no te lo di antes? Te pedí que coloques una mezuzá en tu puerta; primero te entregué una casa para que la pongas allí. Te ordené que a tu prenda de cuatro puntas le pongas tzitziot; ¿acaso no te di primero la prenda? Te pedí ayudar a la gente necesitada; ¿acaso no te proporcioné los recursos para que pudieras hacerlo?”.
¡Cuánto debemos reflexionar en el momento que damos tzedaká y donamos el maaser de nuestro dinero! Debemos estar conscientes de que no estamos dando sino solamente de lo que Hashem nos concedió. Por medio de la tzedaká, nos transformamos en un instrumento de Hashem. Cuando pensamos así, se nos facilita bastante desprendernos de algo que pensábamos que era nuestro para retornarlo a su dueño original, así como tampoco nos causará ningún tipo de jactancia hacerlo.
La palabra tzedaká significa algo más profundo que “caridad”. Tzedaká viene de la palabra tzédek, que significa “justicia”, lo cual quiere decir que dar es una obligación a hacer justicia. Esto nos recuerda que lo que tenemos no es realmente nuestro, nos ha sido dado en administración por Hashem para distribuirlo. Pues Mía es la plata, Mío es el oro…[6] Todo pertenece a Hashem. Cuando damos, solamente estamos regresando aquello que Él nos dio. Por eso la traducción que utilizamos no es “caridad”, pues ésta se deriva de la palabra latina que significa “amor”; esto no puede ser lo que para nosotros representa la palabra tzedaká, pues si diéramos por amor, entonces solamente ayudaríamos a aquellos que amamos y no a los que nos disgustan, y el concepto de la Torá es ayudar a toda persona que requiera nuestra ayuda. Nosotros tenemos la responsabilidad de dar, porque eso es lo correcto, y por ello no merecemos ninguna ovación, al igual que no podemos exigir una recompensa por pagar los impuestos…
Imaginemos a un cajero de banco que espera recibir congratulaciones por haber entregado dinero a algún cuentahabiente a cambio de un cheque… Parecería algo absurdo. Pero desafortunadamente así nos hace sentir el yétzer hará cuando aportamos algo a la tzedaká. Debemos saber que cuando ayudamos o damos “de lo nuestro”, en realidad estamos recibiendo nosotros mismos, porque al dejar este mundo lo único que nos llevamos son las mitzvot que cumplimos. Todas las riquezas y honores que logramos reunir, queramos o no, se quedan aquí junto con el cuerpo…
Esta misma idea aparece en el Talmud[7] con el rey Munbaz, quien repartió todos sus tesoros y los de sus antepasados durante los años de hambruna. Vinieron sus hermanos y familiares, y dijeron: “Tus padres acumularon riquezas aumentando los tesoros de sus ancestros ¿Y tú vienes y las despilfarras?”. Les respondió: “Mis padres acumulaban aquí en la tierra. Yo guardo en el Cielo, como está dicho: La verdad de la tierra florece; y la bondad desde el Cielo habrá de ser vista.[8] Ellos guardaron donde la mano tiene acceso y donde yo la guardé no: La justicia y la equidad son la base de Tu trono.[9] Donde ellos la guardaron no produce frutos, pero donde yo la deposité sí, como dice: Alaben al justo, que él es bueno, porque el fruto de su accionar recibirá.[10] Mis antepasados acumularon dinero y yo atesoré almas basándome en el versículo que dice: El fruto de la caridad es el árbol de la vida y quien toma las almas es el sabio;[11] ellos se preocuparon por acumular para que otros lo disfruten y lo que yo guardé es para mí, como está escrito: Y para ti será la tzedaká. Lo de ellos es apenas para este mundo y lo mío es para la eternidad, como dice: Irá delante de ti la rectitud, y el honor de Hashem te acogerá.[12]
El rey Munbaz sabía muy bien dónde poner a resguardo todos sus tesoros y cuál es la mejor manera de que perduren para él por siempre. Debemos aprender, entonces, que la mejor inversión para nuestro dinero, para que nos rinda y nunca se agote nuestro capital, es hacer tzedaká; dar caridad es garantizar nuestro dinero.
Una familia de escasos recursos, proveniente de Lituania, emigró hacia los Estados Unidos para probar mejor suerte. Se establecieron en la ciudad de Ohio y se unieron a un grupo de familias judías comprometidas con mantener las tradiciones de sus ancestros. Después de algunos años, la comunidad floreció y ellos prosperaron en el negocio del aceite. El padre era un hombre sumamente disciplinado; procuraba inculcar en sus hijos los principios que él había adquirido de sus padres. Había una mitzvá en la que se mantenía muy firme, y los instaba constantemente en su cumplimiento: la mitzvá de tzedaká. Después de las vacas gordas, llegaron los tiempos de las vacas flacas; una gran depresión azotó la economía de la mayoría de los ciudadanos. El hombre perdió prácticamente todo; todos los miembros de la familia luchaban fuertemente para sacar el sustento diario. Pasaron varias hambrunas. Uno de los hijos estaba escombrando una estantería y encontró una libreta; revisó el contenido y encontró las cuentas de los donativos que su padre hacía cuando eran ricos. El joven se acercó a su padre con la libreta en la mano y le dijo: “¡Qué lástima! ¿Cuánto podríamos haber hecho ahora con los setenta y cinco mil dólares que repartiste a los pobres el año anterior? Si los tuviéramos en nuestras manos, no estaríamos sufriendo tantas carencias…”. El padre lo miró con severidad y le dijo: “Voy a decirte algo ahora, pero te va a servir para siempre: el único dinero que poseo ahora son los setenta y cinco mil dólares que di como tzedaká y el único pesar que tengo ahora es que no di más…”. El joven no entendió las repercusiones de las palabras de su padre, y fue hasta después de unos años que logró apreciar esas sabias palabras. Ese fue, según lo relató, el legado más grande que le dejó.[13]©Musarito semanal
“Lo único que realmente tienes es lo que das”[14]
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Horarios Cd. de México: Viernes 4 de marzo 16
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Jatzot (medio día): 12:48, Fin Shabat: 7:28 Rabenu Tam: 7:55
Para Refuá Shelemá de: Fortuna Tuny Mazal bat Bella Bolisa, Eliahu ben Esther, Yaacob ben Ruth, Rajel Jaya bat Adel Janom.
Leiluy Nishmat de: Yosef ben Elvira, Z”L Shaúl Shajud ben Boliza, Carlos ben Zefdíe, Z”L, Ezrá ben Sará, Z”L
[1] Shemot 35:23-24.
[2] Shaaré Yosher; Rab Shimon Shkop.
[3] Pirké Abot 3:7.
[4] Dibré HaYamim I, 29:16.
[5] Iyob 41:3.
[6] Jagay 2:8.
[7] Babá Batrá 11a.
[8] Tehilim 85:12.
[9] Tehilim 89:15.
[10] Yeshayá 3:10.
[11] Mishlé 11:30.
[12] Yeshayá 58:8.
[13] “Vivir comprometido”, cap. 4; Rabanit Esther Jungreis.
[14] Rabí Shemuel HaMaguid.
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