Hermandad

 

 

 “¿Cómo podré yo solo cargar con el fastidio de ustedes, su fardo y sus disputas?” 1:12”.

 

 

Comenzamos el último libro de nuestra sagrada Torá: Debarim (Deuteronomio). Moshé notifica al Pueblo la voluntad de Hashem de nombrar otros jueces. Los hijos de Israel habían crecido tanto cuantitativa como cualitativamente; en cantidad, porque luego de haber descendido a Egipto con setenta almas, se multiplicaron hasta llegar a un total de 600,000 hombres; y en calidad, porque como pueblo elegido de Hashem se elevaron como las estrellas del Cielo.[1]

 

Esta Perasha siempre es leída en los días de Ben Hametzarim, los días trágicos que evocan la destrucción de nuestro Sagrado Templo. Un indicio de ello lo podemos encontrar en la primer palabra del versículo de referencia: cuando dice “Eja – Cómo”, de igual forma que el profeta Yirmiahu utilizó la misma palabra para comenzar el libro de lamentaciones.[2]

 

El 9 de Ab, es el día más triste y el más doloroso para los judíos. En esta fecha, fueron condenados a pasar 40 años en el desierto, antes de entrar a Israel. En la misma fecha, los dos grandes Templos fueron destruidos, no fue solamente una tragedia espiritual (debido a que se retiró la presencia Divina), sino que también dio paso a todas las tragedias físicas: Inquisiciones, Cruzadas, Pogroms, la expulsión de los judíos en España también, el inicio de la 1ª Guerra Mundial, la cual tuvo como desenlace la 2ª Guerra Mundial con el exterminio de seis millones de nuestros hermanos; todas estas calamidades nacieron en este trágico día. Lo que más consecuencias ha traido es la destrucción del primer y segundo Bet Hamikdash, ambos eran el faro de luz, de sabiduría, de la presencia de Hashem sobre la tierra.

 

Se cuenta que la primera vez que llegó el Gaón Rabí Mordejai Guifter a la tierra de Israel, uno de sus allegados le preguntó: “¿Ya estuvo en el Kotel HaMaarabí (Muro de los Lamentos)?”. “Sí –respondió el Rab–, tuve el mérito de orar allí”. El interlocutor siguió preguntando “¿y en la tumba de Rajel?”. “También allí estuve”. El hombre se atrevió y preguntó: “¿Dónde el Rab se emocionó más?”. Le contestó que si bien se emocionó mucho al estar en la tumba de Rajel Imenu (Nuestra Madre), la emoción de estar en el Kotel HaMaarabí fue mucho mayor. Cuando advirtió que no entendió precisamente a qué se refería, dado que mucha gente se emociona sobremanera al estar junto a la tumba de Rajel, el Rab Guifter le dijo:”Te explicaré, ustedes son jóvenes, y también perciben que nuestra madre Rajel llora por nosotros y ruega a Hashem que nos proteja, por lo que es sencillo emocionarse en un lugar así. Los jóvenes que no han visto jamás un “mundo” antes y después de su destrucción, no comprenden lo que verdaderamente es la destrucción. Yo estudié en la Yeshibá de Telz, en Europa, y vi las grandes comunidades judías. Vi a los grandes Sabios de la Torá. Vi las Yeshibot; supe qué es un estudioso de la Torá. Viví lo que es el mes de Elul y los yamim noraím. Todo ello fue destruido, y yo entiendo que la raíz de todas las destrucciones posteriores, se halla en la destrucción del Bet HaMikdash. Por ello, lloro cuando veo al Bet HaMikdash en ruinas....”.[3]

 

¿Cuáles fueron las causas que provocaron su destrucción?

 

El Primer Templo Sagrado se destruyó por causa de los tres pecados capitales: idolatría, promiscuidad y derramamiento de sangre. Mientras Israel se mantenía estudiando Torá, el decreto era aplazado, fue a raíz de que la abandonaron cuando se cumplió lo que auguró el profeta: ¿Por qué se ha perdido la tierra?...[4] Dijo Hashem, por que abandonaron mi Torá.[5] Sin embargo en el Segundo Bet Hamikdash, se reconstruyó 70 años después. La gente seguía cumpliendo Torá y Mitzvot, entonces ¿Cuál fue el motivo que provocó su destrucción? Por el odio injustificado que reinaba.[6] El Talmud pregunta: ¿Cuál de los pecados fue más grave? Responden los Jajamim: basta con observar el Palacio (refiriéndose al Bet Hamikdash) mientras que el primer Templo fue reconstruido, el segundo se destruyó hace ya 1946 años y seguimos esperando su reestablecimiento. Se deduce entonces, que el odio es el peor de los pecados. Por lo anteriormente expresado, no existe otra solución que revertir la “mala actitud” y en lugar del odio injustificado debemos promover y poseer el amor sin la necesidad de motivos.

 

Estamos librando una nueva lucha armada contra un grupo terrorista que busca aniquilarnos, además tenemos otro tipo de enemigo que también está lanzando proyectiles. Se trata de todos aquellos antisemitas que se encuentran regados por todo el mundo, esperando a que Israel cometa un solo error para salir a las calles acusando y condenando a una nación que lo único que busca es proteger a sus ciudadanos.

 

¿De dónde sacan tantas opiniones discrepantes? ¿Quién los trajo y pidió su opinión?

 

La Rebetzin Jungreis ofrece una respuesta a esta incógnita: Si un judío trata de escaparse de su pacto con Hashem, entonces Él pone avisos de "Se Busca" en todos los periódicos del mundo: ‘SE BUSCA: ANTI-SEMITAS PARA RECORDARLE A MI PUEBLO QUIÉNES SON’. Y desafortunadamente, hay siempre millones de voluntarios. En cada país, donde vayas, encontrarás antisemitismo. No importa lo que haga un judío, si se aparta del Pacto, el enemigo lo seguirá para siempre. ¿Cómo podemos evitar y erradicar este terrible mal? Existe un comportamiento Celestial que se denomina: Midá Kenegued Midá, que significa: Tal como tu actúas, del mismo modo Hashem actuará contigo.

 

Quiere decir, que mientras exista el odio injustificado entre los miembros de Israel, existirá por ende el odio sin razón y sin motivo de parte de los gentiles hacia el pueblo judío. Este es el motivo medular del antisemitismo. Por eso, estos son días que fueron denominados como Ben Hametzarim (desde el 17 de Tamuz hasta el 9 de Av) quedaron establecidos por generaciones como días de introspección y balance profundo de nuestras acciones, conductas y valores especialmente en las cuestiones interpersonales, debemos trabajar arduamente para conseguir fomentar la unión y amistad, quitando de nuestros corazones todo vestigio de odio, desamor y apatía injustificada hacia los demás y en especial la discordia conyugal, motivo por el cual se destruyó el Bet Hamikdash.

 

Nuestra tarea es revertir el odio injustificado por amor injustificado… Obrando así seguro que Hashem verá nuestras acciones y entenderá nuestras intenciones, mandando pronto al Mashiaj para redimirnos y poder retornar todos unidos en Yerushalaim, Amen. ©Musarito semanal

 

 

“La hermandad posee una fuerza enorme, pero sólo si esa hermandad está dirigida al cielo”.[7]

 

 

 

 

 

[1] Midrash Rabá

 

[2] Midrash Rabá, Eja 1:1

 

[3] Extraído de la revista Pájad David, Perashat Debarim; Rab David Pinto

 

[4] Irmeyahu 9:11

 

[5] Babá Medtzía 85a

 

[6] Yomá 9b

 

[7] Rabí Arié Leib de Gur

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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