Jésed en su máxima expresión

 

 

 

 "El clamor de Sedom y de Amorá ha aumentado, y su pecado es sumamente grave´”. Bereshit 18:20..

 

  Abraham se encontraba sentado en la entrada de su tienda esperando que algún huésped o viajante le regalase el mérito de poder brindar su hospitalidad. Hacía mucho calor y no transitaba la gente por allí. Aparecieron repentinamente tres individuos, y a pesar de sentirse débil por la circuncisión que se había practicado tres días antes, corrió a darles la bienvenida tratando de ofrecerles hospedaje y comida. Estos “visitantes” eran, en realidad ángeles enviados por Hashem para cumplir misiones especiales: Uno de ellos le informó que dentro de un año su esposa Sará daría a luz a un niño. El segundo alivió el malestar que le había producido la circuncisión. El tercero tenía la misión de borrar a Sedom y a sus moradores de la faz de la tierra. Hashem notificó a Abraham que los actos pecaminosos de esos hombres había agotado la Misericordia Divina. Los ángeles se despidieron y se dirigieron a destruir Sedom y a rescatar a Lot, Hashem postergó la destrucción hasta que Abraham tuviera la oportunidad de interceder por ella. Nuestro patriarca comenzó a implorar misericordia argumentando que los hombres justos no deberían ser destruidos junto con los malvados. Obtuvo entonces, la promesa de Hashem de perdonar a la comunidad entera si hallaran entre ellos por lo menos diez hombres rectos, desafortunadamente no los hubo…

 

La Torá esboza en esta sección de la Perashá dos matices totalmente antagónicos: Por un lado tenemos a los habitantes de Sedom, la ciudad más fértil y privilegiada que había sobre la tierra, sus pobladores ostentaban una actitud arrogante, egoísta e inmoral, allí anidaba la maldad en su máxima expresión. En el extremo opuesto encontramos Abraham, quien profesaba la sencillez, la honestidad, el altruismo y la entereza moral. Fue el constructor del primer pilar de generosidad sobre el cual se basaría el futuro pueblo de Israel: Cualquiera que se compadece de la humanidad, se reconoce en él que es de la simiente de Abraham nuestro padre.[1]

 

Dice la Mishná: Existen cuatro virtudes en las personas: El que dice: Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo, esta persona posee una actitud mediocre y hay quien opina, que se le llama que tiene cualidades de Sedom. Quien dice: Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, se le llama ignorante. Quien dice: Lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo, se le llama piadoso. Y quien dice: Lo mío es mío y lo tuyo es mío, se le llama malvado”.[2]

 

Le llamó ignorante a aquel que dice: lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, debido a que está condicionando al dador: “Te doy, a cambio que me retornes el favor”. Llamó piadoso al que dice: lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo, ya que está dispuesto a dar sin comprometer al otro. Denominó malvado al que dice: lo mío es mío y lo tuyo es mío, porque cree que todo le pertenece y no está dispuesto a compartirlo con nadie. Pero ¿por qué señaló como mediocre a aquel que dice: lo mío es mío y lo tuyo es tuyo? ¿Cuál es la falta que está cometiendo? Él sólo quiere disfrutar de lo suyo sin meterse en la vida de los demás y sin que ellos se entrometan en la suya… ¿Acaso no es la filosofía que practica hoy la mayoría de la gente? ¿Por qué lo comparó con un habitante de Sedom?

 

El comportamiento de los Sedomitas se ha convertido en la personificación pura del egoísmo. Su codicia los llevó a gobernar su ciudad con crueldad, los extranjeros eran insultados y despojados de sus pertenencias, dar de comer a un hambriento u ofrecer caridad a un mendigo era considerado un acto criminal. Semejante mezquindad provocó que descendieran al abismo de la brutalidad y la perversión…[3]

 

Nuestro patriarca sembró en el mundo la semilla del altruismo, legó a sus descendientes esta hermosa cualidad; compartir con los demás los regalos que Hashem nos otorga cada día no es solamente un gesto loable, es un deber y un compromiso que tenemos con Quien todo lo da…

 

Sucedió en la ciudad de Nueva York. Un hombre pobre, se encontraba muy solo, no tenía familiares ni amigos. Encontró refugio con uno de sus vecinos, un día lo invitó a comer a su casa, la atención y el calor de hogar que recibió lo hizo sentirse tan confortable que sus visitas se hicieron cada vez más frecuentes. Al principio todo iba bien, sin embargo, se encontraron con un problema, cada que el hombre se sentaba en la mesa, les relataba todo lo que había acontecido en su vida. Al principio fingían interés en la charla, pero se convirtió en una costumbre y la historia era contada una y otra vez… Pensaron decirle que no venga más a la casa, pero no se atrevían a hacerlo. Sabían que no podían quitarle la única alegría que poseía ese hombre. Los años fueron pasando, y la familia fue creciendo, pensaron en mudarse de casa y decidieron que era el mejor momento para librarse del sufrimiento de tener que escuchar siempre la misma conocida historia. Abandonaron la propiedad sin revelarle al hombre pobre a qué lugar se irían. Pensaron que conseguirían vivir con más tranquilidad, pero grande fue la sorpresa cuando la mujer encontró un escorpión de gran tamaño… El marido que se encontraba cerca de allí tomó una escoba y golpeó al escorpión hasta matarlo. Al rato apareció otro y otro más hasta que la casa se transformó en un lugar de miedo y terror. El matrimonio Contrató a un fumigador, revisó el lugar y colocó varias trampas, los escorpiones seguían apareciendo y el especialista renunció de sin poder darles una explicación al respecto. La calma que tanto anhelaban, había desaparecido… Fueron a consultar al Gaón, Rabí Jaim Pinjas Sheinberb, Rosh Yeshivat Torá Or, para pedirle su opinión.

 

Cuando el Gaón escuchó las palabras del matrimonio, sacó de un armario un Pérek Shirá, y dijo: vamos a revisar qué es lo que el escorpión le canta a su Creador, y entonces sabremos cuál es la realidad de su existencia en el mundo. Encontraron en el libro que el escorpión dice: Hashem es bueno, tiene piedad con todas sus creaciones y de todas sus acciones. Después de leer el texto, el Rab levantó la vista y les preguntó: ¿Podría ser que ustedes no se hayan apiadado de alguna persona o de alguna otra creación? Si han hecho algo así, han transgredido este versículo…

 

Enseguida entendieron y no necesitaban escucharlo otra vez. Supieron muy bien por qué esa plaga había llegado hasta ellos. Ese mismo día localizaron al hombre pobre y lo trajeron a su nueva casa… Y los escorpiones desaparecieron…[4]

 

Aprendemos de este Maasé la importancia de esforzarse por beneficiar a cada Yehudí con lo que Hashem le da a cada uno: Los actos de bondad son tan importantes que sin ellos el hombre no habría sido creado.[5] Hay quien piensa que la Mitzvá de Tzedaká se cumple solo con dinero; hay muchas formas de hacer favor con el prójimo, podemos ofrecer compañía a quien lo necesita, podemos dar algún consejo a otros sobre algún tema que dominemos bien, hay quien necesita que solamente lo escuchemos o a veces le es suficiente recibir una simple sonrisa. Te diré que es lo bueno y lo que Hashem requiere de ti: proceder con justicia, amar la benevolencia y encaminarse recatadamente delante de Hashem.[6]© Musarito semanal

 

 

 

 

  “El que va tras la caridad y la misericordia encontrará vida, prosperidad y honra.[7]

 

 

 

 

 

 

1 Betzá 32a.

 

2 Pirké Abot 10:5.

 

3 Ver Yejezkel 16:49.

 

4 Traducido del libro Barejí Nafshí.

 

5 Bereshit Rabá 8.

 

6 Mijá 6:8.

 

7 Mishlé 21:21

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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