El cantar de los cantares

2.11 Ki-Hiné Hasetav 'Abár, Haguéshem Jaláf Haláj Ló:

 

“Pues he aquí que el invierno ha transcurrido, la lluvia acabó y se ha ido”.

 

 

En Breve:

 

Israel relata cómo el Creador insistió en ser seguido diciéndoles que el invierno y las lluvias cesaron, los tropiezos para los caminantes se allanaron, por lo que este tiempo es el más propicio para ir detrás de Él.[1]

 

 

Profundizando:

 

El Todopoderoso manifiesta a los hijos de Israel, por medio de  Moshé y Aharón, que los factores que impedían la salida de Egipto ya habían sido eliminados: he aquí que el invierno ha pasado, en esta estación, las condiciones climáticas son severas, la temperatura baja y hay menos luz solar. En forma alegórica Shelomó describe la forma en la que Israel se encontraba bajo el yugo de los egipcios. Después de tantos años de maltratos, estaban sumamente desesperados, pensaban que no podían resistir más debido a que carecían de méritos para poder ser liberados; no se habían dado cuenta que el sometimiento al pueblo egipcio los había convertido en individuos dóciles y humildes, El Todopoderoso resolvió que estaban listos para aceptar voluntariamente los preceptos Divinos. El autor sitúa la metáfora en este mismo episodio de la historia: la lluvia ha pasado y se fue, el Creador pregona que el tiempo del exilio había llegado a su fin y que en un corto tiempo se convertirían en hombres libres.

 

 

Enseñanza ética:

 

Ya'acob llegó a Egipto acompañado de todos sus descendientes. Así, pues, Yosef hizo asentar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Mitzráyim, en lo mejor del país, en la tierra de Ra'amsés.[2]  Bajo estas condiciones los Hijos de Israel fructificaron y crecieron, se incrementaron y se volvieron muy poderosos y la tierra se llenó de ellos.[3] Esta situación provocó que dejaran de sentirse como forasteros, se sintieron vigorosos y dueños de la tierra de Egipto. Fue entonces que comenzó la incesante lluvia, o sea la parte más dura del invierno. Esto simboliza los años de esclavitud y sufrimientos propiamente dichos.

 

El plan del Creador era que entraran a Egipto para convertirse en una nación sumisa, disciplinada, obediente y dependiente de Él: porque Tu pueblo y Tu heredad son ellos que sacaste de Egipto, en medio del crisol de hierro.[4] Así como el hierro se ablanda dentro del crisol y después de este procedimiento el forjador le puede dar la forma que desee, así el Todopoderoso estaba dando forma al pueblo para que cuando saliera de la esclavitud egipcia recibieran y cumplieran con todos los preceptos, cuando notó que no estaban cumpliendo con este propósito, endureció el corazón del Faraón: y entonces los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con labor demoledora.[5] Una vez que se doblegaron y entendieron que todo dependía del Creador, clamaron a Él y así retornaron a la postura anterior,[6] y por tanto: mi Querido respondió mi súplica y expresó con ternura y calidez: levántate mi amada congregación de Israel, he aquí que el invierno (la condena) ha terminado. Vivir en el exilio es comparado con las dificultades del invierno, la humedad, el frío y la nieve hacen dificultosa la subsistencia de la persona. Continúa diciendo el Creador: La lluvia se ha acabado y se ha ido. Los tiempos duros y difíciles se han terminado, pues, así como ustedes han visto hoy a los egipcios, no volverán a verlos jamás,[7] el crudo pasado quedó atrás.[8]

 

Dos de los hombres más ricos de la ciudad perdieron todos sus bienes y se vieron en la necesidad de emplearse como carreteros. En uno de sus viajes, se encontraron en la misma posada. Tan pronto como se reconocieron entre sí, comenzaron a intercambiar ideas acerca de la aflicción que cada uno estaba sufriendo debido a que la rueda de la fortuna había girado y los redujo a su actual posición.

 

Uno le dijo al otro: "Realmente nuestra condición no es la misma”. “¿Por qué dices eso?”, preguntó el otro: “¿acaso no perdimos ambos todos nuestros bienes?”. “No puedes comparar tu condición con la mía”, dijo el primero. “Te recuerdo montando a caballo; cuando no estabas cerrando negocios millonarios te veía yendo hacia la hípica y montabas todo tipo de caballos; esa era tu afición. Aunque ahora te encuentras en otra posición social, por lo menos sigues haciendo lo que te gusta. En cambio, yo no sabía nada acerca de caballos, no sabía ensillar, montar ni alimentar a estos animales. Siempre viajé en el asiento del pasajero, nunca lo hice en la silla del conductor. Recuerdo los días de gloria y mi corazón se llena de angustia…”.[9]

 

El Maguid de Dubna nos ilustra esta misma idea con otra parábola: Resulta que un hombre adinerado decidió cumplir con la Mitzvá de recibir invitados con todas las de la ley. Diariamente compartía su mesa con todo tipo de comensales, los viajeros sabían que en esa casa siempre encontrarían todo lo que su corazón deseara así que cada semana recibía más invitados, cosa que alegraba mucho al dueño de la casa. Asistían en su mayoría gente pobre, pero también recibía gente adinerada que pasaba por allí para asistir a las ferias de negocios, llegaba gente de todo el mundo, es sabido que, en algunos países de África y Oriente Medio, pero especialmente en la India, comer con las manos constituye uno de los rituales a la hora de sentarse a la mesa, pero para los occidentales esta costumbre puede verse con ciertos prejuicios. Para no incomodar a los huéspedes, decidió seccionar el salón en dos partes y procuraba sentar a cada persona junto con sus pares. Cierta vez entró al salón un hombre que no conocían, vestía prendas que mostraban honor y jerarquía. El dueño de la casa salió a recibirlo y lo invitó a sentarse junto con los hombres que comían con platos de porcelana y cubiertos finos. Desde su lugar el invitado observaba cómo servían los diversos platos, la variedad de ensaladas, pero también vio lo que ocurría en el otro extremo del salón, ollas desbordantes de arroz y verduras humeaban en el centro de la mesa, los invitados ponían sus manos en donde podían para servirse de cualquier forma. De pronto, el nuevo invitado se levantó fue hacia al otro extremo del salón, agarró un rábano y una cebolla, y se los puso en la boca, al verlo el dueño de la casa le ofreció sentarse en esa sección del salón. El invitado le respondió mostrando cierta molestia: “¿Acaso no se ha dado usted cuenta que soy un hombre de alcurnia? ¿Cómo pretende sentarme con gente así?”. El anfitrión le respondió: “Por favor, no me lo tome a mal, cuando vi que usted se levantó a servirse de aquella mesa pensé que le sería más cómodo sentarlo allí…”.

 

El Creador nos otorgó una misión y nos dio un lugar de residencia para llevarla a cabo. Desafortunadamente nos hemos arraigado tanto a las costumbres de los lugares donde hemos sido exiliados, que en muchas ocasiones ya no percibimos los daños que se generan dentro de nuestras congregaciones, especialmente en las que vivimos en la diáspora. El comportamiento que mostraron nuestros padres dista mucho de como vivimos ahora, ellos se sentían extranjeros, hoy pensamos que somos dueños de lo que pensamos que poseemos, pero la historia nos ha demostrado que esta condición es momentánea. ¿Cuántas generaciones han tenido que salir de los países donde residían dejando detrás todos sus bienes? Estamos olvidando quiénes somos y hacia dónde debemos dirigirnos… ¡La Presencia Divina lleva más de dos mil años sin Su Morada! El Creador desea residir en “Su Casa”, con sus hijos sentados a su mesa. Está en nuestras manos hacerlo realidad, terminemos con el letargo, llegó el momento en el que Él nos eleve y nos saque de este duro exilio: Yo los haré subir de la aflicción de Mitzráyim… a una tierra que mana leche y miel.[10] Ha llegado el momento en el que debemos mostrar sumisión, obediencia, dependencia de Aquel que lo provee todo, levantemos nuestras plegarias hacia el cielo, Él responderá y nos redimirá para siempre.©Musarito semanal

 

 

 

“Si eres capaz de sentir el exilio también en tu casa, estás consciente de que no estás en tu casa”.[11]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Metzudat David

 

[2] וַיּוֹשֵׁב יוֹסֵף אֶת־אָבִיו וְאֶת־אֶחָיו וַיִּתֵּן לָהֶם אֲחֻזָּה בְּאֶרֶץ מִצְרַיִם בְּמֵיטַב הָאָרֶץ Así, pues, Yosef hizo asentar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Mitzraim, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ra'amses; Bereshit 47:11 Ra”shí acota que esta región está en la tierra de Goshen.

 

[3] וּבְנֵי יִשְׂרָאֵל פָּרוּ וַיִּשְׁרְצוּ וַיִּרְבּוּ וַיַּעַצְמוּ בִּמְאֹד מְאֹד וַתִּמָּלֵא הָאָרֶץ אֹתָם  Y los Hijos de Israel fructificaron y pulularon, se incrementaron y se volvieron muy poderosos; y la tierra se llenó de ellos; Shemot 1:7

 

[4] כִּי־עַמְּךָ וְנַחֲלָתְךָ הֵם אֲשֶׁר הוֹצֵאתָ מִמִּצְרַיִם מִתּוֹךְ כּוּר הַבַּרְזֶל Porque Tu pueblo y Tu heredad son ellos, que sacaste de Egipto, de en medio del crisol de hierro; Melajim I 8:52

 

[5] וַיַּעֲבִדוּ מִצְרַיִם אֶת־בְּנֵי יִשְׂרָאֵל בְּפָרֶךְ Entonces los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con labor demoledora; Shemot 1:13

 

[6] Ha'amek Dabar; El Netziv de Valózhyn

 

[7] כִּי אֲשֶׁר רְאִיתֶם אֶת־מִצְרַיִם הַיּוֹם לֹא תֹסִפוּ לִרְאֹתָם עוֹד עַד־עוֹלָם Pues así como ustedes han visto hoy a los egipcios, no volverán a verlos jamás; Shemot 14:13

 

[8] Midrash Tanjumá 21:7

 

[9] Me'am Lo'ez

 

[10] וָאֹמַר אַעֲלֶה אֶתְכֶם מֵעֳנִי מִצְרַיִם אֶל־אֶרֶץ הַכְּנַעֲנִי וְהַחִתִּי וְהָאֱמֹרִי וְהַפְּרִזִּי וְהַחִוִּי וְהַיְבוּסִי אֶל־אֶרֶץ זָבַת חָלָב וּדְבָשׁ Yo los haré subir de la aflicción de Mitzráyim… a una tierra que mana leche y miel; Shemot 3:17

 

[11] Rab Arié Leib de Gur

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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