El cantar de los cantares

2.13 Hateená Janetá Faguéha Vehaguefaním Semadár Nátnu Réaj. Kúmi Láj Ra'ayatí Yafatí Úlji-Láj:

 

“La higuera maduró sus [primeros] higos, y las viñas en flor exhalaron [su] fragancia. ¡Levántate tú, mi amada, mi hermosa, y anda [tras de Mí]!”.

 

 

En Breve:

 

Continúa el Creador incitando a Israel a seguirlo, ya que el tiempo maduró. El camino será muy agradable y vale la pena que se levante y vaya detrás de Él.

 

 

Profundizando:

 

El versículo se refiere al Man (maná) pan que caía del Cielo para los hijos de Israel durante la travesía por el desierto, los hacía deleitar con todos los sabores que desearan y la codorniz les proveyó de carne para que sintieran satisfacción completa en su viaje y alimentación.[1]

 

 La higuera maduró sus primeros frutos, durante la época de primavera aparecen los primeros brotes frutales. Cuando Israel salió de Egipto, la Torá no se había entregado todavía, por tanto, los frutos estaban inmaduros y los viñedos tampoco habían madurado, y aun así dieron un fresco aroma. Quiere decir que, aunque no habían recibido aún la Torá, la cual se comparó a la higuera,[2] ya habían practicado las primeras Mitzvot: el Berit Milá (la circuncisión) y el Korbán Pésaj (el sacrificio pascual). El Creador consideró íntegra a la nación judía desde ese momento, gracias a la buena voluntad que mostraron al cumplir los mandamientos a pesar de no estar todavía ordenados. Les dijo: ¡Levántate mi amada, mi hermosa, y ven conmigo! Ya me mostraron que quieren llegar a madurar y a ser íntegros, quieren recibir la Torá, quieren cumplir Mitzvot, y esto aunado al mérito de sus patriarcas, hizo posible la llegada de la redención de Egipto.[3]

 

 

Enseñanza ética:

 

Encontramos escrito en el Talmud,[4] que la ofrenda de Pésaj: Será sacrificado por toda la asamblea de Israel,[5] lo cual implica una congregación. Explica la Guemará que todos los que traían su sacrificio debían entrar al Atrio del Bet HaMikdash en tres turnos. Cuando se llenaba el recinto de gente cerraban las puertas, el primer grupo hacía el sacrificio mientras se hacía sonar Shofarot (instrumento ceremonial). Después entraba el segundo grupo hacía el mismo procedimiento y luego el tercero. El Talmud señala al último grupo como “holgazanes”. Preguntan los Jajamim ¿Por qué recibían este calificativo? ¿Acaso no ordenó la Torá que entraran en tres tandas, inclusive que hubiera poca gente formada?[6] Responden los Jajamim que ciertamente debían existir los tres grupos, pero ¡No está ordenado esperar al último turno! Y si los que llegaron tarde argumentan que estaba destinado que ellos entraran en ese grupo, Rebbí refuta esta idea y responde así: “En el mundo debe existir quien vende perfumes y también quien curte pieles, pobre de aquel que es el curtidor, pues tendrá que soportar el mal olor que hay allí, bienaventurado aquel que tiene un trabajo donde el aroma es exquisito….

 

Es indiscutible que los del tercer grupo cumplieron también con la Mitzvá del Korbán Pésaj, pero también se hicieron merecedores al título de morosos, pues cada uno debe ser diligente en lo que respecta al cumplimiento de las Mitzvot, porque así demuestra el interés que tiene por ella. Así como cuando alguien va a viajar o cuando tiene una cita importante, está todo el tiempo al pendiente de que no se le vaya a pasar la hora programada para conseguir su objetivo.

 

Una persona que pospone o realiza con desdén una Mitzvá, se considera como que la está despreciando.[7] ¿Quién le garantiza que va a poder realizar después?

 

La persona desde que nace se acostumbra a realizar aquello que es necesario para su subsistencia, porque de eso depende su vida. De la misma forma debe ser su comportamiento en lo que respecta al estudio de la Torá y al cumplimiento de las Mitzvot. El deseo de hacer lo que el Creador espera de nosotros debe brotar en una forma natural y debe considerárselo como algo vital. ¡Porque en realidad lo es! Es lo que va a darle la eternidad en el Mundo Venidero.

 

En una ocasión se encontraba un hombre en un supermercado esperando su turno para pagar. Observó qué en una de las cajas, uno de los empleados bostezaba y miraba constantemente su reloj. No era difícil adivinar lo que pensaba: “Ya falta poco tiempo para que pueda irme a descansar”. En otra de las cajas se encontraba otro hombre que escombraba su lugar y sonriente preguntaba a los clientes que se acercaban a la caja: “¿Encontró todo lo que buscaba? ¿Le pareció adecuada la selección de nuestros productos y precios? Al terminar de cobrar introducía los productos comprados a las bolsas y trataba de hacer todo con prontitud”. Cuando no había clientes formados en la caja, recorría los pasillos, acomodaba todo lo que se encontraba fuera de su lugar y amablemente ayudaba a los proveedores a colocar su mercancía en los estantes. Salía al estacionamiento y traía los carros para que los clientes pudieran encontrarlos en la puerta… ¿A qué se debía la notable diferencia entre un hombre y el otro? La respuesta salió a relucir en cuanto uno de los empleados llamó al segundo: “jefe”.

 

La diferencia entre los dos es que el primero veía pasar la mercancía y sabía que así pasara diez o cien productos, él percibiría el mismo salario. En cambio, el segundo estaba consciente de que cada vez que se abre el cajón del dinero, su capital estaría incrementándose.

 

La conciencia que debemos tener en el momento en que cumplimos una Mitzvá es que estamos incrementando nuestro Patrimonio Eterno, y no como aquellos que piensan que está haciendo un favor al Creador. Él no necesita absolutamente nada de nosotros, todo lo que nos pide es para nuestro propio bienestar y superación personal. Igual ésta no debe ser nuestra principal motivación. Es mejor aprender a enfocar el valor y el significado de lo que estamos haciendo. De esta forma lograremos despertar un sentimiento de renovación al cumplir cada una de las Mitzvot. Los frutos estaban inmaduros, y los viñedos tampoco habían madurado. Para que nuestros frutos (Mitzvot) maduren y den un fresco aroma hay que estudiar los detalles de cada precepto; así podremos darnos cuenta de lo bellas e importantes que son las Mitzvot. Esto nos conducirá a cumplir como si lo estuviésemos realizando por primera vez, porque el entusiasmo es fundamental para que cada Mitzvá se considere completa.[8] Ya dijeron nuestros Jajamim: El entusiasmo por los mandamientos aumenta el número de buenas acciones.[9] Cuando el Todopoderoso ve que invertimos toda nuestra voluntad en este objetivo, cuando nuestros actos maduren y se consideren con aquellas viñas en flor que exhalaron [su] fragancia, nuestra nación florecerá de la tierra inerte y entonces el Creador dirá: ¡Levántate mi amada, mi hermosa, y ven conmigo! vamos juntos a Yerushaláyim, la redención que tanto ansías llegará por ti y para ti…©Musarito semanal

 

 

 

“Al fin y al cabo, todo llega al conocimiento de D-os. Teme al Creador y guarda Sus preceptos, pues este es el cometido del hombre.[10]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Metzudat David

 

[2] Así como la higuera no madura todas sus frutas en un solo momento, similarmente, el individuo no alcanza a entender la profundidad de la Torá y cada vez que una persona medita en ella (en la Torá), hallará diferentes explicaciones que le serán más dulces que la miel. Ver Erubín 54a y 54b.

 

[3] El Gaón de Vilna

 

[4] Pesajim 64

 

[5] וְשָׁחֲטוּ אֹתוֹ כֹּל קְהַל עֲדַת־יִשְׂרָאֵל Lo sacrificará toda la congre         gación de Israel; Shemot 12:6

 

[6] Ra”shí

 

[7] Or LeTzión, pág. 152; Rab Ben Tzión Abbá Shaúl.

 

[8] Adaptado de Meor HaShabat, Rab Kalman Packouz, pág 145; basado en el libro Growth Through Torah de Rab Zelig Pliskin.

 

[9] Mitzvá Valeb.

 

[10] Kohélet 12:13

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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