El cantar de los cantares
2.8 “Kol Dodí Híne-Zé Ba, Medaleg 'Al-Heharim, Mekapetz 'Al-Hagueba'ot”.
“¡La voz de mi amado! He aquí que viene; brinca por las montañas, salta por las colinas”.
En Breve:
Israel expresa el amor que el Creador muestra por ella. Relata la rapidez con la que Él se aproxima. Con sólo percibir Su sonido, reconoce que es Él quien se acerca.
Profundizando:
¡La voz de mi amado! He aquí que viene… distingue el retumbo de Sus pasos. Así manifiesta la congregación de Israel la proximidad de la Redención.[1] La existencia del pueblo judío a través de la historia se justifica gracias a todos aquellos que escucharon, tuvieron esperanza y dijeron: He aquí que viene. Inversamente, los desconfiados en Egipto dudaron y sus cuerpos quedaron allí.[2] Los escépticos que sufrieron los pogroms, los inquisidores y todas las persecuciones pensaron que el 'Am Israel no sobreviviría… Por el contrario, nuestra existencia manifiesta que la visión de aquellos que confiaron en que Israel es Jay VeKayam (un pueblo viviente y eterno) ¡fue acertada! La gloria sólo corona a los obstinados y apegados a la fe. Y ahora, corresponde a nosotros el saber escuchar y reconocer ¡La voz de nuestro amado! He aquí que viene a redimirnos, tal como lo hizo cuando éramos esclavos del Faraón en Egipto.
Así instruía Rabbí Yehudá a sus discípulos: A pesar de que las acciones de los hijos de Israel no fueran propicias para merecer la Redención, Él igualmente la hará llegar. ¿Cómo? Él salta sobre las montañas, o sea salvará todos los obstáculos que se interpongan a Su llegada para rescatar a Su amado pueblo, gracias al mérito de los fundadores de Israel: Abraham, Yitzjak y Ya'acob, quienes fueron comparados metafóricamente en este versículo con los grandes montes. Asimismo, cuenta el mérito de nuestras grandes matriarcas, Sará, Rivká, Rajel y Leá, quienes están aludidas aquí como las colinas.[3]
Enseñanza ética:
El 'Am Israel debe reunir suficientes méritos para la Redención. Estos méritos otorgan la esperanza eterna de recibir al Ungido o el Mashíaj en el momento que la Providencia Divina decida enviarlo. Él fijó un plazo de duración máxima para nuestro exilio, al cabo del cual la Redención llegará ineludiblemente. Desde un principio, Él dejó abierta la posibilidad de reducir la condena y ahorrarnos muchos sufrimientos derivados del exilio, todo a cambio de méritos y mucho esfuerzo de nuestra parte. Y a pesar de que nuestra conducta no haya sido lo suficientemente aceptable para merecer esta Redención, mantenemos viva la esperanza que el Creador cuenta estos méritos para acercarla.
Cuando una persona abandona este mundo, se encuentra delante de la Corte Celestial, donde le formulan varias preguntas relacionadas con su vida. Una de estas preguntas será: ¿Ansiaste la Salvación? (refiriéndose a la Redención de todos los exilios). Este término se aplica en forma total, pues abarca también la redención universal de todos los pueblos. Los profetas compararon la llegada del Mashiaj con una mujer a punto de dar a luz: así como cada día que pasa acerca a la mujer a su parto, también, el avance del tiempo aproxima la fecha en la que el Creador redimirá a Israel y a todos los pueblos del orbe. Y si esta fecha se demora, la esperaremos, pues estamos seguros de que llegará porque se han cumplido ya todas las cosas que Él anunció a través de sus profetas.
¿Por qué no pedimos con el debido fervor la ansiada presentación del Redentor que resolverá la incertidumbre existencial del pueblo de Israel y de toda la humanidad? Esto tiene una única y absoluta respuesta: Hemos perdido la noción del concepto de tener la Presencia Divina residiendo junto a nosotros.
Después de la destrucción del Bet HaMikdash, Platón y el rey Nabucodonosor, caminaban entre las ruinas de Yerushaláyim. En su andar encontraron a Yirmiyá (Jeremías) sentado y llorando por la destrucción del gran Templo. El filósofo griego se acercó al profeta y le inquirió: “¿Cómo es posible que un gran sabio y visionario como tú, llora por simples maderas y piedras?”. Además, agregó: “¿Cuál es la finalidad del llanto? El Templo ya está destruido, ¿Acaso es digno de un sabio llorar por cosas del pasado? Yirmiyá le respondió: “¿Esas son tus únicas dudas o hay algo más que quisieras preguntar?”. Platón respondió: “Desde luego que tengo varias dudas que ni yo ni nadie en el mundo me ha podido resolver…”. El profeta judío le respondió: “Dime cuáles son tus dudas y te las aclararé una por una”.
El pensador griego se explayó en preguntas de toda índole y el profeta respondía con una asombrosa capacidad intelectual cada una de ellas, al grado que Platón se dio cuenta que sus preguntas nunca existieron. El filósofo se quedó helado ante un ser tan excepcionalmente ilustrado, llevaba años tratando de resolver aquellas difíciles cuestiones y ahora aquel anciano judío las respondía con una facilidad inimaginable... Entonces Yirmiyá agregó: “Me doy cuenta qué estás sorprendido por mis respuestas, pero más te va a sorprender el saber que toda la sabiduría que has podido constatar en mis respuestas, la adquirí de las maderas y piedras que ves desperdigadas aquí. Espero que tu primera pregunta (por qué lloro sobre maderas y piedras) haya quedado resuelta. Disculpa que no responda a tu segunda pregunta, de cómo un sabio llora por el pasado; no podré esclarecer tu duda debido a que no estás preparado para comprenderlo...[4]
Lo que el filósofo más sabio no sería capaz de comprender, es para para cualquier judío que tiene noción básica de sus principios, algo muy simple y elemental: Rabbán Gamliel, Rabbí El'azar ben 'Azariá, Rabbí Yehoshúa' y Rabbí '‘Akibá llegaron a Roma, y escuchaban el ruido de la multitud a gran distancia. Los sabios comenzaron a llorar, mientras que Rabbí 'Akibá comenzó a reír. 'Akibá, ¿nosotros lloramos, y tú ríes…?”, preguntaron extrañados los sabios. “¿Y ustedes por qué lloran?”, respondió. “Cómo no vamos a llorar si los idólatras, que se inclinan ante la vanidad de sus imágenes viven tranquilos y cómodos mientras la Casa del Eterno, Vivo y Existente por toda la eternidad fue quemada y es refugio para los animales del campo”. Les dijo entonces Rabbí ‘Akibá: “¡Por eso yo me río! Si esto es lo que ocurre con quienes Le causan ira, imaginen cuánto bien hará con todos aquellos que cumplen Su Voluntad…”.
En otra ocasión, los cuatro sabios caminaban por Yerushaláyim, al llegar al Monte Scopus vieron las ruinas del Templo y, como indica la Halajá (el precepto), todos rasgaron sus ropas. Al aproximarse, vieron a un zorro que salía del lugar donde estaba el Kódesh HaKodashim (Sancta Sanctórum). De nueva cuenta los sabios comenzaron a llorar mientras que Rabbí ‘Akibá reía. Señalaron: 'Akibá, de nuevo nos maravillas; ¿nosotros lloramos y tú ríes?”. “¿Ustedes por qué lloran?”, preguntó. “¿Acaso no hemos de llorar? si en el lugar sobre el que reposa la Divinidad,[5] he aquí que un zorro sale de él, entendemos que se está cumpliendo la profecía que dicta: ‘Sobre el monte Tzión desolado, irán los zorros’ ¿cómo no lloraremos?”.[6] Les dijo entonces Rabbí ‘Akibá: “Es por eso mismo que yo río. El Creador puso como testigos a Uriá HaCohén y a Zejariahu ben Yebarejiahu.[7] ¿Saben qué relación hay entre ellos? Uriá estaba en el primer Templo, y Zejariáhu en el Segundo. Ocurre que Uriá advirtió que Tzión será arada,[8] y Zejariá vaticinó que las calles de Yerushaláyim se llenarán de niños y niñas jugando por los caminos.[9] Estamos viendo que las palabras de Uriá se cumplieron, por tanto, debemos tener la seguridad que la profecía de Zejariá también se hará realidad”. Le dijeron entonces los sabios: ¡'Akibá, nos has consolado, 'Akibá, nos has consolado!”.[10]
Esta es la enseñanza que nos deja el profeta Yirmiyá, la cual podemos aplicar al versículo del Shir HaShirim que estamos analizando: No lloramos por lo que ya no podemos remediar, (el Bet HaMikdash está actualmente destruido), lo hacemos por la ignorancia que nos invade pues somos capaces de reconstruirlo y no lo hacemos... Debemos implorar e inclusive llorar en cada una de nuestras plegarias para que la ansiada Redención ¡llegue ahora mismo! Recordemos que las puertas de las lágrimas nunca se cerraron,[11] y aunque seguramente muchas personas han rezado por su llegada y no lo lograron, sus súplicas no fueron en vano… el Todopoderoso guarda todas las oraciones, se cumplan o no, en un lugar especial. Conserva cada momento de fe, de esperanza y cada plegaria que se hace por la llegada de la Gueulá la acerca cada vez más.
Que por este mérito podamos escuchar pronto, en nuestros días ¡la voz de nuestro Amado! He aquí que viene, brinca por las montañas, salta por las colinas y trae la tan ansiada Redención y la construcción del tercer Bet HaMikdash, que se mantendrá para siempre...©Musarito semanal
“Sentir lo amargo del exilio es el principio de la redención”.[12]
[1] Metzudat David.
[2] Ver Ra”shí en Shemot 13:18
[3] Ver Rosh Hashaná 11a; Ver también el Targum y Shemot Rabbá 15.
[4] Esta historia es relatada por el Ramá en su libro: Torat Haolá.
[5] וְהַזָּר הַקָּרֵב יוּמָת y el extraño que ingrese morirá; Bemidbar 1:51
[6] עַל הַר־צִיּוֹן שֶׁשָּׁמֵם שׁוּעָלִים הִלְּכוּ־בוֹ sobre el monte Tzión desolado, irán los zorros; Ejá 5:18
[7] וְאָעִידָה לִּי עֵדִים נֶאֱמָנִים אֵת אוּרִיָּה הַכֹּהֵן וְאֶת־זְכַרְיָהוּ בֶּן יְבֶרֶכְיָהוּ y pondré como testigos a Uriá HaCohén y a Zejariahu ben Yebarejiahu; Yeshahayiá 8:2.
[8] כֹּה־אָמַר ׀ יְהֹוָה צְבָאוֹת צִיּוֹן שָׂדֶה תֵחָרֵשׁ así dijo el D’s de las Huestes, Tzión será arada; Yirmiyá 26:18.
[9] כֹּה אָמַר יְהֹוָה צְבָאוֹת עֹד יֵשְׁבוּ זְקֵנִים וּזְקֵנוֹת בִּרְחֹבוֹת יְרוּשָׁלָם וְאִישׁ מִשְׁעַנְתּוֹ בְּיָדוֹ מֵרֹב יָמִים nuevamente se sentarán los ancianos y las ancianas en las calles de Yerushalaim, y un hombre sobre su bastón por sus muchos días. Y luego dice: וּרְחֹבוֹת הָעִיר יִמָּלְאוּ יְלָדִים וִילָדוֹת מְשַׂחֲקִים בִּרְחֹבֹתֶיהָ y las calles de la ciudad se llenarán de niños y niñas jugando por los caminos; Zejariá 8:4-5
[10] Yalkut Shemot 260. Ver también Macot 24b
[11] Berajot 32b.
[12] Rab Arié Leib de Gur