El cantar de los cantares
3.9 “Apiryón 'Ása Lo Hamélej Shelomó, Me'atzé Halebanón”.
“Un palio se hizo para sí el Rey Shelomó con maderas del Líbano”.
En Breve:
HaMélej Shelomó, el Rey a quien la paz pertenece (el Todopoderoso), ordenó a los hijos de Israel construir el Bet HaMikdash para hecer posar allí Su Presencia. Esta construcción se elaboró con los materiales más selectos que existían entonces.
Profundizando:
El Apiryón, era una especie de palio con cortinas que servía para dar honor a la gente noble. La persona prominente se recostaba sobre el sillón y así era transportada sobre los hombros de su servidumbre o de quienes buscaban encumbrarlo. En esta especie de litera eran también honrados los novios en la primera semana de casados.[1] Este palio se confeccionaba con las maderas del Líbano, siendo éstas consideradas como la madera más preciada.
En este versículo vuelve ella a exaltar la belleza del palio que Él hizo en antaño para solazarse con ella. Se hizo para Sí el rey Shelomó, se refiere al Rey al que la paz (Shalom) pertenece, o sea el Creador mismo. A la salida de Egipto, Él ordenó construir el Tabernáculo, y ella alaba a Su amado por Su muestra de aprecio hacia ella construyendo el palio en medio de su propio campamento a fin de extasiarse con Su amor.[2]
Enseñanza ética:
En este versículo hablamos del palio nupcial, aludiendo al Mishkán (Tabernáculo) y al Bet HaMikdash (la Casa Santa de Yerushálayim). ¿Acaso las maderas de las paredes tenían la fuerza para expiar y purificar a un hombre de sus transgresiones? Establece el versículo: …y así hará expiación para a la Tienda de la Cita, Aquel que, pues Él reside con ellos, en medio de sus impurezas.[3]
La palabra Mikdash proviene de la raíz "santidad". El Óhel Mo'ed, (la Tienda de Reunión), era una especie de residencia para la Santidad.[4] Como en sentido estricto los israelitas no podían ellos mismos conferir santidad al lugar, fue entonces la manifestación del Creador lo que llenó la morada.[5] Su Presencia permanecía con los hijos de Israel a pesar de que ellos transgredieron. Si la Presencia hubiese abandonado del todo el Tabernáculo, no sería posible expiación alguna, y sólo mientras esa Santidad permanecía allí, el Pueblo de Israel podía ser purificado de sus pecados.[6] La existencia del Creador se manifiesta por todo lo creado y no hay lugar donde Él no esté,[7] inclusive allí cuando el pueblo hubo pecado. La diferencia que destacamos para entender entre existencia y presencia es que la existencia del Creador es, de por sí evidente al intelecto, pero en Su Presencia era palpable, cada uno podía ver y sentir que Él estaba allí en el Mishkán (Tabernáculo). No eran las maderas lo que purificaba al Pueblo, era la conciencia de que el Creador estaba allí y este fenómeno era lo que provocaba la reflexión, el arrepentimiento y por ende la purificación de su alma.
Cuando nuestros enemigos destruyeron el Bet HaMikdash, intentaron entrar a saquearlo, después que uno de ellos fuera golpeado por un ángel al ingresar al Kódesh HaKodashim (el lugar más sagrado), sintieron gran temor. Entonces dijeron: “Vamos a meter a un judío primero para ver qué le sucede. Además, sólo ellos saben dónde esconden sus tesoros”. Así que buscaron a un traidor que entrara por ellos. Localizaron a Yosef Meshitá y le ordenaron: “Ingresa tú primero y te llevarás como pago lo primero que saques”. Ese hombre tuvo la audacia de entrar y sacó la Menorá, el Candelabro de oro. Al ver la belleza del Candelabro quedaron boquiabiertos ante semejante majestuosidad y le dijeron: “No es correcto que algo tan digno lo posea un ciudadano tan simple como tú; una cosa así sólo un rey la merece. Entra de nuevo y lo próximo que saques será tuyo”. Yosef Meshitá se negó diciendo: “¿No es suficiente que haya enfadado a mi Creador una vez? ¿Ahora ustedes pretenden que lo haga nuevamente?, ¡No, no podré hacerlo!”. Los soldados no podían creer lo que estaban escuchando. Intentaron convencerlo ofreciéndole el puesto de ministro de impuestos y Yosef se negó de nuevo a hacerlo. Lo amenazaron con una muerte de sufrimientos y torturas, pero él se negó rotundamente a repetir su transgresión. Lo ataron sobre el caballete de los carpinteros y comenzaron a aserrarlo. Mientras agonizaba, Yosef Meshitá gritaba una y otra vez: “¡Pobre de mí, que enfurecí a mi Creador…!”.[8]
Rab Yosef Kahaneman preguntó: “No cabe duda de que, Yosef Meshitá había perdido todos los principios judaicos y morales al unirse al enemigo para profanar el Bet HaMikdash. Demostró que carecía de todo sentimiento y sensatez, ¿Cómo cambió tan repentinamente? ¿Y cómo se mostró tan firme en su rechazo a ingresar y seguir saboteando el sagrado recinto? ¿Cómo se transformó su perspectiva de vida en tan poco tiempo al grado de aceptar sufrir torturas y morir santificando el Nombre del Creador? ¿Qué sucedió con él?”.
Así responde esta cuestión el decano de Ponevitch: “Yosef Meshitá ingresó por un instante a la Casa del Todopoderoso. En esos pocos segundos que permaneció en un lugar tan sagrado, las paredes transformaron su pensamiento. De este modo, se transformó y pasó a ser de traidor a una persona que entregó su vida santificando el Nombre Divino”.
El mensaje para nosotros es: No tenemos Bet HaMikdash, perdimos el Lugar Sagrado donde con sólo entrar podía uno transformarse en una persona santa, pura y con valores correctos. ¿Cómo podemos hoy adquirir la fuerza para tener éxito en nuestro servicio al Creador? ¿Cómo podemos librarnos de la tentación que ofrece un mundo tan materialista e inmoral? Afortunadamente no todo se ha perdido, tenemos todavía las sinagogas y las casas de estudio de la Torá (Baté Midrash) que fueron denominados con la expresión “Mikdash Me'at”, es decir pequeña versión de lo que era el Templo Sagrado. Estos lugares, en nuestros días, son como un oasis en medio del desierto espiritual en que vivimos. Un judío que busca saciar la sed de espiritualidad que sufre su alma, debe acercarse a las Sinagogas y casas de estudio. El solo hecho de ingresar a alguno de estos lugares sagrados, para estudiar allí la palabra del Creador y pronunciar sus plegarias junto a los sabios y rabinos que predican con su propio ejemplo de vida, es motivo para inspiración constante en nuestra generación para todos y cada uno de nosotros. Ellos representan aquellas paredes que influenciaban sobre todo aquel que entraba allí; esta vinculación será de gran ayuda para poder contrarrestar los negativos mensajes que transmite la calle. Y, sin dudas, por medio del estudio y las plegarias que pronunciemos allí, podremos elevarnos continuamente en el cumplimiento de la Torá y las Mitzvot.©Musarito semanal
“Aquel que entra en una perfumería, aunque sólo permanezca poco tiempo allí dentro, su cuerpo y sus ropas absorben el aroma perfumado que llevará con él a donde quiera que vaya”.
[1] Sotá 12a
[2] Metzudat David
[3] וְכִפֶּר עַל־הַקֹּדֶשׁ מִטֻּמְאֹת בְּנֵי יִשְׂרָאֵל וּמִפִּשְׁעֵיהֶם לְכָל־חַטֹּאתָם וְכֵן יַעֲשֶׂה לְאֹהֶל מוֹעֵד הַשֹּׁכֵן אִתָּם בְּתוֹךְ טֻמְאֹתָם Así hará expiación sobre el Santuario por las impurezas de los Hijos de Israel y por sus pecados intencionales, de entre todos sus pecados; así hará [expiación] para la Tienda de la Cita, pues Él reside con ellos, en medio de sus impurezas. Vayikrá 16:16.
[4] Ver Ra”shí en el versículo: וְעָשׂוּ לִי מִקְדָּשׁ וְשָׁכַנְתִּי בְּתוֹכָם Y harán para Mí un santuario, y residiré entre ellos. Shemot 25:8
[5] Gur Arié
[6] Ra”shí en Shemot 25:8, ver también Séfer HaZikarón; Beer HaSadé.
[7] מְלֹא כָל־הָאָרֶץ כְּבוֹדוֹ Toda la tierra está llena de Su Gloria. Yeshayá 6:3
[8] Bereshit Rabbá, Parashat Toledot 65-22