El cantar de los cantares

2.2 “Keshoshaná Ben Hajojím, Ken Ra'yatí Ben Habanót”.

 

 

“Como rosa entre las espinas, así es mi compañera entre las doncellas”.

 

En Breve:

 

El Creador declara ahora que Su amada Israel es tan especial que es alabada por su semejanza a una rosa. Y agrega algo más: “Frente a las demás doncellas te asemejas a la rosa entre los espinos. Cualquiera que quisiese acercarse para palpar siquiera uno de tus pétalos y desgastar así tu hermosura, no podrá hacerlo. Tu belleza consigue encender el corazón de aquellos que buscan tu amor, sin embargo, no permites que nadie se acerque a ti”.[1]

 

Profundizando:

 

En este versículo el Creador advierte a las naciones: “No malgasten su tiempo, es imposible tocar y destruir la belleza de Mi Pueblo Israel por medio de su paganismo, así es mi compañera, aunque tiene que vivir entre las espinas, mantiene su frescura y belleza. Ella salvaguarda su entereza y se mantiene firme en su fe, como una rosa entre las espinas, aunque ustedes pretendan seducirla o forzarla para que se junten a ustedes y sigan sus caminos, jamás les prestará atención, porque ella Me es absolutamente fiel”.[2]

 

Un rey decidió convertir una de sus tierras en un huerto frutal. Los jardineros sembraron varias hileras de árboles de higo, también sembraron viñas, granadas y manzanas. ¡Era un jardín hermoso! Contrató a un terrateniente que se ocuparía de cuidar el huerto a cambio de una parte de la producción; se firmaron los documentos y el acuerdo quedó cerrado. Pasaron algunos meses, el rey ordenó preparar el carro real para ir a inspeccionar sus propiedades, entre ellas, el huerto frutal. Cuando llegaron, el monarca se quedó boquiabierto; para su sorpresa, la mayoría de los arboles estaban secos, varios de ellos habían sido talados, los saludables frutos que alguna vez perfumaban el ambiente con su delicioso aroma y teñían el paisaje con bellos colores habían desaparecido, los árboles estaban plagados y quedaban sólo hojas secas, espinas y cardos. ¡Imaginemos el disgusto del rey al encontrar su hermoso jardín hecho un basural! Entonces llamó a sus guardas y ordenó detener al latifundista. Cuando el hombre se encontraba delante del Rey lo condenó duramente por su negligencia y pidió al verdugo que ejecutara de inmediato el fallo. Ordenó también segar y sacar el escombro. Mientras abandonaba el sitio miraba con melancolía lo que había sido un hermoso huerto… de repente pide al chofer que se dirija hacia el lugar que señalaba con su dedo. En medio de un áspero matorral había una solitaria rosa creciendo allí entre las espinas, se apeó de carro, se acercó a ella, aspiró su fragancia y fue entonces que su furia se calmó y su buen estado de ánimo regresó. Suspiró hondamente y declaró: "Sólo por esta bella rosa vale la pena salvar todo el huerto…”.

 

Veintiséis generaciones después de Adam, El Rey (el Todopoderoso), miró el mundo y encontró que la humanidad se había corrompido, hecho que derivó que viniera sobre ellos el Diluvio. El mundo se inundó, las criaturas desaparecieron y todo quedó estéril y desolado: el Eterno, en el Diluvio, se sentó (en Su Trono a reinar).[3] De pronto encontró una rosa entre las espinas, la cual representa al pueblo judío que, excepcionalmente, justifica la Creación del mundo. Él inhaló su 'aroma' en el momento en que Su pueblo predilecto recibía la Torá en el Monte Sinaí, y Su Espíritu se calmó cuando les escuchó decir: Haremos y escucharemos.[4] A causa de esto se levantó del Trono del Juicio riguroso, y se sentó en el de la Misericordia, declarando: ¡el huerto se salvará! El mundo fue salvado por el mérito de la rosa que crece entre las espinas, que es Mi amada, Israel que se distingue de las demás doncellas por su fidelidad y la práctica de Mi Torá.[5]

 

 

 

Enseñanza ética:

 

La continuidad del pueblo judío sienta sus bases en un fundamento: Viva donde viva y en toda circunstancia no aceptará encaminarse por las sendas trazadas por otros pueblos. Israel posee una identidad y una idiosincrasia particular. Cada generación debe velar por que los valores de nuestros patriarcas se mantengan intactos. A través de la historia algunos tuvieron incluso que entregar su vida para mantener viva la fe heredada de sus padres, con ella se ha podido mantener encendida la llama de nuestra existencia como nación. Un judío que adopta ideologías ajenas a las que inculcaron sus padres y abuelos, estará rompiendo la cadena milenaria que lo une con todas y cada una de las generaciones anteriores. Y además estará fragmentando a las que procedan de él… Las ramas desaparecen cuando las raíces se destruyen.[6] ¡Acaso puede haber alguien que conscientemente se atreva a cometer semejante contravención…!

 

Toda persona requiere identificarse con una sociedad; la acción de reunirse bajo un mismo techo y de comer de la misma comida, genera en el corazón del individuo una sensación de pertenencia con todos aquellos que lo acompañan. El pueblo judío, tiene una particular forma de vestir, de pensar y de hablar.[7] Tiene su propio calendario, festividades y costumbres, al igual que una persona que ingresa al ejército, no puede vestir ni comportarse como un civil, desde el primer día debe lucir orgulloso el uniforme y comportarse según las normas y formalidades de su rango. El pertenecer al séquito del Rey nos compromete a vivir y actuar manifestando en todo momento y en todo lugar un comportamiento acorde al “uniforme” que portamos…

 

Rab Yaacob Galinsky relató un sorprendente suceso que presenció durante el régimen comunista en Rusia, él estuvo encarcelado en Siberia. Cada mañana, el Rab y sus compañeros de celda marchaban hacia los extenuantes campos de trabajo. Cuando regresaban al anochecer, se desplomaban sobre las duras y heladas tablas desfallecidos por el tremendo agotamiento. Los días y las noches pasaban y no había alivio para su sombría existencia. Entre los prisioneros había un distinguido caballero, quien aun en ese gélido infierno, de alguna manera se las arreglaba para mantener su dignidad.

 

Una noche, mientras todos estaban durmiendo, el Rab se despertó al oír algunos movimientos. Vio al “caballero” levantarse de su camastro y sacar debajo de los tablones un uniforme con varias condecoraciones. El hombre se puso el uniforme y luego sacó un espejo, se estudió a si mismo, murmuró algunas palabras y saludó. Luego rápidamente cambió su uniforme por el traje de prisionero y volvió a dormir. El Rab no podía creer lo que veían sus ojos. No entendía lo que ese hombre estaba haciendo y decidió esperar para ver si repetía el ritual la noche siguiente. Y en efecto así lo hiso. El Rab no soportó más la duda y se levantó, el hombre palideció terriblemente perturbado por haber sido descubierto… “Por favor no se asuste”, lo tranquilizó el Rab, “nunca lo traicionaría. Sólo quiero entender lo que está usted haciendo”. El hombre le confesó que, antes de su arresto, él había sido general del ejército polaco. “Pero, en este lugar es fácil olvidar quién es uno realmente, así que cada noche me pongo mi uniforme y mis medallas y me miro en el espejo para recordarme a mí mismo que incluso aquí, en este nefasto lugar, nunca tengo que olvidar quién soy yo realmente.[8]

 

El pueblo de Israel fue elegido para cumplir una misión: Te pondré por luz de las naciones.[9] No podremos cumplir con esta obligación mientras aspiremos a ser un pobre espejo de otros pueblos, copiando sus culturas y costumbres o abandonando el maravilloso tesoro que recibimos en el Monte Sinaí, el cual enriquecieron nuestros Sabios a lo largo de las generaciones con sus consejos y enseñanzas, todas ellas basadas en la Ley de la Torá. Israel es como el corazón de la humanidad, constantemente infundiendo a todos los pueblos la fe en el Creador y sus enseñanzas.[10] Debemos mostrar a la siguiente generación, por medio de nuestras propias acciones que amamos la belleza y el honor de ser Yehudím, que nos sentimos orgullosos y seguros por poseer la Torá y a estar dispuestos a hacer todo por ella. Ese es el aprendizaje real, el que conduce a que el Creador nos considere como la rosa entre los espinos. Y manifieste también: así es mi compañera entre las doncellas….©Musarito semanal

 

 

 

“Si deseas saber hacia dónde vas, primero debes conocer tu punto de origen”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ídem

 

[2] Metzudat David

 

[3] יְהֹוָה לַמַּבּוּל יָשָׁב El Eterno, en el Diluvio, se sentó (en Su Trono a reinar); Tehilim  29:10

 

[4] כֹּל אֲשֶׁר־דִּבֶּר יְהוָֹה נַעֲשֶׂה וְנִשְׁמָע Todo lo que Hashem ordenó lo haremos y escucharemos; Shemot 24:7

 

[5] Vayikrá Rabbá 23:3

 

[6] Rabenu Bajyé

 

[7] Ram”bam

 

[8] La vida es una prueba, Pag 62; Rebetzin Esther Jungreis

 

[9] וּנְתַתִּיךָ לְאוֹר גּוֹיִם  Te pondré por luz de las naciones; Yeshayá 49:6

 

[10] Kuzarí 3:36

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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