Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
La preocupación es lo que sucede cuando la mente se obsesiona con pensamientos negativos, resultados inciertos o cosas que podrían salir mal. Podríamos decir que la preocupación son los intereses pagados anticipadamente por una deuda que, la mayoría de las veces nunca llega. De acuerdo con las estadísticas, casi la mitad de las camas de los hospitales son ocupadas por personas enfermas como resultado de las preocupaciones, el estrés u otros motivos emocionales (como la envidia, la falta de aceptación de la realidad o de uno mismo).
Dos tipos de ocupaciones le fueron encomendadas al hombre: Una, su trabajo personal, y la otra, el servicio Divino. El hombre debe encontrar el equilibrio entre ambas ocupaciones y dividir el tiempo dedicando horarios específicos al estudio de la Torá, y otros al trabajo secular. Tenemos la obligación de invertir esfuerzos, además de rogar al Todopoderoso para que nos ayude a conciliar ambas tareas positivamente, tanto para el presente como para el futuro, sin permitir que ninguno de ellas perjudique a la otra. Todo aquel que entiende que toda la habilidad y ocupación del hombre son designios Divinos, y Él posee diferentes formas de cubrir las necesidades de todas sus creaturas: Pues Él te otorga las fuerzas para realizar tu obra.[1]Y dice también: Pues no con fuerza ni con poder sino con Mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos,[2] ¿qué propósito tendría el hombre en perder su valioso tiempo preocupándose por algo que no tiene ningún control?
Hay dos cosas por las que no hay que afligirse: por lo que se puede arreglar, mejor ocupar el tiempo en arreglarlo. Y por lo que no se puede arreglar, ¿para qué afligirse?[3] Dicen nuestros sabios: El pasado no está, el futuro aún no ha llegado y el presente desaparece en un abrir y cerrar de ojos, entonces... ¿de qué se preocupa la persona?[4] Aquel que está preocupado por algo que sucedió hace tiempo, ¿de qué le sirve pensar en ello? ¿Acaso puede cambiar lo pasado? ¿No es suficiente que ya lo sufrió antes, sino que tiene que aumentar su pesar y vivir con amargura por algo que probablemente ya no tiene remedio…? Ahora bien, si es algo que teme que sucederá, ¿qué seguridad tiene que será realmente así? Muy probablemente eso a lo que tanto teme, nunca sucederá… ¿Y qué podemos decir de las preocupaciones del presente? Si hay preocupación en el corazón del hombre, que la someta…[5] Todo aquel que siente que no depende de nadie más que de su Padre Celestial. Es el mejor paliativo contra los nervios. Quien vive con fe en el Creador vive una vida feliz, en su corazón no queda lugar para la tristeza o la preocupación, porque cree completamente que Él maneja su vida de la mejor manera posible.
Tal vez a eso se aplique lo que está escrito: Puse al Eterno siempre delante de mí.[6] ¿Acaso no debería decir: ¡Él está siempre conmigo! ¿Por qué dice específicamente "ante mí"? Lo que ocurre, es que cada acto que la persona lleva a cabo, despierta sus dudas respecto a si está haciendo o no lo correcto, o si tal vez debió actuar en forma distinta. Esto ocurre tanto en los asuntos materiales como espirituales. Pero si la persona sabe que Él crea y dirige toda la Creación, y presta atención a cada detalle, entonces entenderá que todo lo que sucedió, sucederá y sucede tenía que ser de esa misma manera, porque todo tiene un plan Divino y es para el bienestar de la persona, y todo aquel que vive con la fe que nadie más que su Padre Celestial es quien lo dirige todo, no tendrá más dudas y vivirá pleno y tranquilo.
El décimo portón: la preocupación.
Shá'ar Hadeagá.
La preocupación, se trata de un rasgo negativo en la mayor parte de sus aspectos. Y de cualquier forma se refleja en el rostro de quien la padece, cómo está escrito: Y Yosef vino a ellos por la mañana y los vio y he aquí que sus rostros se hallaban perturbados.[7]¿Por qué tienes mal semblante si no te hayas enfermo?[8] Uno de los sabios nos enseña: Definitivamente no encuentro ni el menor indicio de angustia en la gente de espíritu elevado.
La ansiedad de acumular más cosas materiales es terriblemente reprobable; es algo que de ningún modo llega a encontrarse en la gente que confía en el Todopoderoso. La preocupación y la angustia agotan el cuerpo y lo enferman. Quien se preocupa y lamenta por cuestiones mundanas, estará muy lejos de la Torá, sus preceptos y la plegaria. Por ello, el hombre debe esmerarse sobremanera para corregir y extirpar de sí este rasgo.
Al confiar en el Señor, el hombre hallará paz espiritual y equilibrio emocional y no tratará de buscar excesos, sino se conformará con lo que obtiene en determinado momento y el tiempo restante lo empleará para adquirir el Mundo por Venir. Así dijeron: Incrementa tu tiempo de estudio y disminuye el del trabajo; haz de la Torá tu principal ocupación y del trabajo mundano lo secundario.[9]Puede que esta sea una de las pruebas más difíciles que atraviesa el hombre, evitar que lo ocupen las cuestiones mundanas haciéndole olvidar el final. Por ello debe confiar en el Eterno que le proveerá todas sus necesidades y así hallará horas libres para dedicarse a servir al Creador.
Haciendo una introspección
Rabí Israel Salanter dijo que, así como nadie piensa que una medicina es mala, máximo es amarga pero necesaria, de la misma manera las tribulaciones que a veces manda el Todopoderoso no son malas, pueden ser amargas. Se suele pensar que la luz está al final del túnel, pero en realidad, explica Rabbenu Yoná, es que gracias al túnel hay luz. Es decir, muchas veces la elevación, en cualquier ámbito, proviene de la oscuridad, de la dificultad. Teniendo en mente esto es una gran ayuda para poder sobrellevar las contrariedades que puedan surgir en el camino de la vida.
Relató un conocido Rabino que cuando era niño, estaba jugando con un grupo de amiguitos a trepar por una escalera. Los niños intentaban llegar hasta el último peldaño, unos se quedaron a la mitad, otros lograron subir un poco más… cuando llegó su turno, subió y subió hasta que alcanzó el objetivo. Cuenta que al bajar, encontró a su abuelo quien había salido a tomar aire fresco, lo abrazó y le preguntó: “Dime por favor ¿cómo lograste llegar a donde los demás no se atrevieron? ¿Qué fue lo que hiciste para vencer el miedo?”. Él le respondió: “Porque cuando ellos subían, lo hacían mirando hacia abajo, con solo mirar lo alto que estaban, se asustaban y desistían de seguir adelante. Cuando me llegó el turno, decidí mirar solamente hacia arriba, sin pensar lo que habían hecho los otros, me concentré solamente en la meta, y así fue que conseguí el triunfo”.©Musarito semanal
“Pero mi alma está en calma, pues mi esperanza está puesta en Él”.[10]
[1] Debarim 8:18.
[2] Zejariá 4:6.
[3] Rabí Yejiel Mijel de Zotzchub.
[4] Mar'é HaMusar, 5.
[5] Mishlé 12:25.
[6] Tehilim 16:8.
[7] Bereshit 40:6.
[8] Nejemiá 2:2.
[9] Sifté Vaetjanán 6:7.
[10] Tehilim 62:6.