Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
Es conocida la gravedad del enojo, como está expresado en el Talmud, en el Zohar y en las escrituras de todos los comentaristas del Musar: Todo hombre que quiere la vida y tiene una naturaleza enojona, debe sobreponerse a ésta y hacerse vallas para abstenerse de este mal tan terrible. Es sabido que el pecado del enojo trae consigo muchos otros pecados graves, por ejemplo: el fuego del pleito y las maldiciones, entre otros muchos males.
Existen cuatro clases de personalidades, a saber: Quien se enoja fácilmente y pronto se apacigua, su ganancia se anula por su pérdida. El logro se anula debido a que se enfrasca en enojos e irritaciones. Y quien sabe si podrá corregir lo que arruinó en su momento de ira. Además, que la gente se alejará de él, para no involucrarse en sus problemas. El que difícilmente se enoja, empero también difícilmente se retracta, consume su pérdida en la ganancia. El beneficio se consume totalmente ante la pérdida. Si con dificultad se enoja y fácilmente se retracta, es considerado un hombre piadoso. Esto es, debido a que consiguió dominar su carácter. Si con facilidad se enoja y con dificultad se retracta, es malvado.[1] Como dijeron los Jajamim: Todo aquel que se enoja, sus pecados son mayores que sus méritos.[2]
El doceavo portón: el enojo.
Shá'ar Hakaás
El enojo es un rasgo muy negativo. Así como existen enfermedades del cuerpo, la ira es una enfermedad del alma. Fíjate cómo la mayoría de las personas cuándo se enojan y se aferran a su ira, no prestan atención a lo que hacen por culpa de este sentimiento, hacen muchas cosas que no harían si estuviera tranquilas, ya que el enojo hace que se pierda la razón y conduce a la discordia y a los pleitos.[3] Por esto, aquel que se enfurece no toma en consideración ni siquiera a la misma Divinidad y por tanto le resulta imposible liberarse de los peores pecados.[4] Incluso está escrito que quien desgarra sus vestimentas, o rompe sus utensilios, o desparrama sus monedas de tanta ira, es como si hiciera idolatría.[5] Cualquiera que tenga fe que todo acontece según la supervisión Divina, no se enojaría nunca.
Y dijeron nuestros sabios: Tres cosas ponen en evidencia a la persona, una de ellas es el estado de ira.[6] Pues en momentos de enojo denota el hombre su inteligencia. Hay tres personas a las que el Todopoderoso ama, una de ellas es aquel que no se enfurece.[7] Y también encontramos: El severo no puede enseñar,[8]ya que los alumnos por temor a su reacción tienen miedo de preguntar; y aunque se atrevieran a hacerlo, él no tiene la paciencia de explicarles como es debido, además de responderles con enojo y por lo mismo se quedan sin entender. La persona que se enoja con facilidad no encontrará gracia ante los demás, y acaban por odiarlo; de esa manera, la gente tampoco ve con agrado nada de lo que haga, y aunque si se tratase de un erudito y observante de los preceptos, no desearán aprender de él. El hombre iracundo no cosecha más que su ira; mientras que al hombre bueno le dan de probar del fruto de sus obras en este mundo.[9]
El hombre enojón es visto como una carga entre los de su familia, ya que escuchan sus quejas y constantemente tienen que aguantar sus arranques de furia, y debido al temor que infunde en su casa, provoca que ellos también tropiecen. El hombre irascible no es indulgente, siempre trata de vengarse y vive con rencor. El enojo disipa del corazón del hombre todos los buenos sentimientos, al irritarse no se apiada de los pobres.
El enfado no permite la concentración en la Tefilá y por lo tanto, la Presencia Divina no se encuentra con el hombre colérico. Todo el que se enoja con facilidad, no llegará a ser nunca un erudito, pues la ira ahuyenta la sabiduría de su corazón, y no podrá responder adecuadamente ni reprochar en la forma correcta, y sus expresiones nunca serán inteligentes. El enojo induce al error. Una persona que no controla su enojo nunca aceptará el reproche y la amonestación. El enojo provoca arrogancia en el hombre, ya que le impide retractarse para admitir la verdad.
Y agrega el sabio: aquel cuyo enojo es fuerte y su ira intensa, no se haya lejos de la locura. Y el que tiene la costumbre de enojarse, su vida no es vida y nunca se sentirá alegre.[10]Y siendo que no siente alegría, no aceptará las vicisitudes con amor y satisfacción, no justificará los Designios Divinos, y no podrá servir al Todopoderoso con alegría.
Haciendo una introspección
El Rab Simja Zisel MiKelem, mejor conocido como el Saba de Kelem, tenía una ropa especial, la cual vestía únicamente en las ocasiones en las que debía mostrarse enfadado, para prevenir de no llegar a irritarse en su corazón.[11]
El Rab Yerujam de Mir antes de mostrarse enojado ante algún alumno al que debía reprochar, recibía sobre sí mismo esperar una hora, porque si lo hacía de inmediato, sería posible que realmente se enfadada con él.
El Jafetz Jaim, hacía mucha Tefilá, para evitar el enojo. Contó uno de sus alumnos, que vio muchas veces al Jafetz Jaim que iba al Midrash a media noche y se quedaba allí un tiempo. Una vez, el alumno se escondió entre los asientos del Midrash, para ver que hacía el Gaón a esas horas de la noche. Cuando llegó la media noche, entró el Jafetz Jaim y abrió el Arón Hakodesh y comenzó a pedirle al Todopoderoso que lo ayude a no enojarse nunca.[12]
Se cuenta sobre el Rab Israel Salanter que en cierta ocasión visitó la ciudad de Kubna, donde encontró a uno de los alumnos de la Yeshivá que sufría una enfermedad. Enseguida les preguntó a los dirigentes de la Kehilá (comunidad) por qué no se interesaban por aquel muchacho para curarlo. Le respondieron que no había dinero para encargarse de él. Fue entonces que Rabbí Israel levantó su voz con fuertes gritos y reproches hacia los dirigentes de la Kehilá por la crueldad con que se condujeron… Entre todos los gritos, Rabbí Israel inclinaba su rostro hacia la pared, y se decía a sí mismo: “¡un enojo exterior y no un enojo del corazón!”.[13] ©Musarito semanal
“El enojo es uno de los principales rasgos negativos que socavan y contrarrestan todos los rasgos positivos.”[14]
[1] Pirké Abot 5:11.
[2] Nedarim 22a.
[3] Mishlé 30:33.
[4] Nedarim 22b.
[5] Shabbat 105b.
[6] Erubín 65b.
[7] Pesajim 113b.
[8] Pirké Abot 2:5.
[9] Kidushín 41a.
[10] Pesajim 113b.
[11] Tenuat Hamusar Jelek 2 página 45.
[12] Haser Kaas Milibeja Jelek 1.
[13] Extraído del libro Pirké Abot, pág. 367; Rab Yaacob Muhafra.
[14] Meiri, Mishlé 16:32