Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

La cualidad de la prontitud y diligencia es algo elogiable, pero debe utilizarse solamente para el bien del Eterno. La persona debe levantarse como un león para comenzar un nuevo día de servicio al Todopoderoso. La diligencia [Zerizut] está constituida por dos elementos, uno que se aplica antes de que el individuo inicie la realización de un acto y el segundo después de que ya lo ha llevado a cabo.

 

Veamos algunos ejemplos que lo que significa antes de la realización de un acto: a) Cuando el precepto tiene un tiempo específico para su realización, por ejemplo: la recitación del Shemá Israel en el horario reglamentario ya sea por la mañana o por la noche. b) En el momento en que alguna Mitzvá llega a sus manos, por ejemplo: cuando una persona necesitada le extiende la mano para solicitar caridad. c) Cuando su mente considera hacer algún acto, por ejemplo: recitar un Tehilim por un enfermo.

 

En todos estos casos, el hombre debe actuar con presteza y llevarlos a cabo sin demora, pues la diligencia es una virtud de gran perfección, sin embargo, la naturaleza del ser humano se resiste a ella. Pero todo hombre que se sobrepone a su naturaleza perezosa y lo ejecuta con decisión y firmeza, en un futuro no muy lejano, llegará a ameritarla de verdad, ya que el Creador le otorgará la recompensa que le corresponde por haberse esforzado durante el período de labor espiritual.

 

Ahora veamos lo que significa la diligencia después del acto: una vez que el hombre se dispuso a cumplir un precepto, debe apresurarse a terminarlo y no debe intentar quitarse el peso de sus obligaciones de encima, al contrario, debe apresurarse motivado por el temor de que no tenga el mérito de concluirlo, El cumplimiento de un precepto es atribuido a aquel que lo termina.[1]-[2]

 

 

El quinceavo portón: la diligencia.

Shá'ar Hazerizut, continuación…

 

 

 Y aunque la agilidad es un atributo sumamente positivo, debe poner atención en no apresurarse excesivamente en el cumplimiento de las Mitzvot, pues quien se apresura en exceso, es proclive a tropezar, y el que corre demasiado rápido puede caer. Además, no existe la posibilidad de llevar una acción en forma apresurada y hacerla correctamente. Solo del accionar mesurado resulta un acto apropiado. Y así dijeron nuestros Sabios: Sé paciente en el juicio.[3] La diligencia debe ser así: el corazón debe estar alerta, la mente despierta, los órganos y extremidades del cuerpo deben ser rápidos para actuar, mas no debe ser demasiado apresurado con nada. Todo esto requiere de gran sabiduría para determinar cuándo apresurarse y cuándo no hacerlo.

 

Por mucho que el atributo de la diligencia sea una condición muy positiva, no debe ser utilizado para saciar los deseos mundanos ni para esforzarse por los placeres, ni para perseguir hechos incorrectos. Pues así como la agilidad en cuestiones de Torá eleva al hombre a niveles superiores, si la aplica a cuestiones materiales conduce al hombre hacia la perdición definitiva.

 

Haciendo una introspección

 

Veamos lo que dice el Ramjal en el Mesilat Yesharim:[4] Es común ver que las personas cuyas almas se encienden de ganas por servir a su Creador, no actúan con indolencia en el cumplimiento de los preceptos que Él ordenó. Quien entiende esto, sus movimientos son rápidos como los del fuego, el cual animado por su propia combustión interna, se propaga rápidamente; de igual forma, el hombre que está motivado por el deseo de acercarse al Eterno y cumplir con Su voluntad, no actuará con frialdad e indolencia, sino con presteza y prontitud.

 

La diligencia al actuar no es más que la expresión externa de un sentimiento interno de cumplir con la voluntad Divina. En forma general, encontraremos que todos los actos de los justos siempre son llevados a cabo con presteza. Un claro ejemplo de esto lo vemos con respecto a Ribká está escrito: Ella se apresuró y vertió su cántaro en el abrevadero; y corrió de nuevo al pozo para sacar agua, y extrajo agua para todos los camellos.[5] La forma rápida y diligente de responder, fue uno de los factores que permitieron a Eliezer darse cuenta de que ella sería una digna esposa para Yitzjak, el hijo de Abraham.

 

 Para el individuo en quien el deseo por servir al servir al Creador no arde como debiera, lo más aconsejable es que él mismo, por su propia voluntad, actúe con presteza; los movimientos externos (los actos) generan movimientos internos (los sentimientos y las emociones); quiere decir, si la persona se esfuerza por actuar con diligencia y presteza, al dominar lo externo al final logrará generar en su interior sentimientos de alegría entusiasmo y anhelo por el Creador; todos los comienzos son difíciles, pero cuando el hombre se acostumbre un poco de tiempo a realizar su labor, su corazón será fuerte y fiel.[6]

 

La eficacia, la rapidez y el deseo de no perder tiempo, evidencian entusiasmo y anhelo del corazón. Y esta cualidad es muy importante, pues es contagiosa; el hombre devoto que actúa rápidamente, con seguridad y regocijo para efectuar sus Mitzvot, arrastra consigo a los demás con su alegría contagiosa.

 

Se cuenta que cuando Rabbí Israel Salanter vio por primera vez un tren en acción, observó cuidadosamente como el ardiente vagón delantero arrastraba a los veinte vagones que lo seguían. Entonces exclamó: igual que los seres humanos: uno con ardor y fervor puede arrastrar a muchos individuos indiferentes.[7]

 

Que esta reflexión nos sirva como aliciente para cumplir los mandamientos del Eterno con diligencia y afán. ©Musarito semanal

 

 

“La agilidad y la presteza del servicio del que está laborando revela la importancia de Aquél a Quien se sirve”.[8]

 

 

 

 

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[1] Midrash Tanjumá a Debarim 8:1.

 

[2] Mesilat Yesharim; Cap. 7, la diligencia.

 

[3] Pirké Abot 1:1.

 

[4] La senda de los rectos; capitulo 7; los elementos de la diligencia.

 

[5] Bereshit 24:20.

 

[6] Pele Yoetz; Vigor.

 

[7] Ética del Sinai; tomo III, pág, 265; Irving M. Bunim.

 

[8] Seforno.