Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

La flojera cierra las puertas del Cielo.[1] El hombre por naturaleza anhela el reposo físico y el tedio al esfuerzo, además del gusto desmedido por los lujos y la satisfacción completa de todo lo que conlleva. Todo aquel que busca ser de los privilegiados que portan con orgullo la presea de considerarse temerosos del Todopoderoso, deben sortear diariamente los obstáculos que intensifican la pereza y lo llevan hacia la indolencia. A un individuo que no ha trabajado para superar estas inclinaciones sin duda le será muy pesado servir a su Creador. Pues quien anhela comer con reposo y tranquilidad, dormir su sueño sin molestia y avanzar por la vida a paso lento, le será muy difícil levantarse en la mañana para los servicios matutinos, o abreviar su comida para la oración vespertina, o salir para cumplir un precepto; para él, será suficiente para eludir su responsabilidad el simple hecho que el clima no sea placentero para salir a cumplir sus obligaciones; ¡una persona así no actuará con prontitud para realizar ninguna Mitzvá o para ocuparse en el estudio de la Torá!

 

Quien se acostumbre a esta forma de vida, no será dueño de sí mismo para poder realizar lo contrario cuando lo desee, pues su voluntad ya estará prisionera en la cárcel de sus hábitos, que se habrán convertido para él en una segunda naturaleza. El hombre debe saber que no vino a este mundo solo para reposar y disfrutar de los lujos y las comodidades, sino llegó para luchar y esforzarse para completar su misión. Debe acostumbrarse a actuar como los obreros que realizan un trabajo para sus patrones,[2] también debe comportarse como los soldados en sus puestos de batalla, que comen con prisa y duermen a intervalos, siempre listos para la batalla, pues el ser humano nació para el esfuerzo…[3]-[4]

 

 

El dieciseisavo portón: la pereza.

Shá'ar Ha'atzlut

 

 

 La pereza es un rasgo muy negativo. Una persona ociosa nunca actuará correctamente, ni en sus cuestiones físicas como así tampoco en lo que corresponde a su espíritu. El rey Shelomó dijo al respecto: Junto al campo del perezoso pasé y junto a la viña del falto de entendimiento. Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, su faz estaba cubierta de ortigas y su cerca de piedras estaba derribada.[5] Comparó la actitud del hombre perezoso con el campo del holgazán, el cual no sólo deja de producir frutos porque no lo labra como es debido, sino además lo que crece en él son solo cosas malas, como ortigas y espinas que dañan la cosecha; y aunque se esforzara en labrar el campo para que produzca su cosecha, la malograría con la pereza, pues al caer la cerca o no la arreglarla debido a su flojera, se introducirían los ladrones y animales y lo destruirían o terminarían robándose todo.

 

El mensaje de la metáfora es evidente: aunque una cerca de piedra es bastante sólida, si no se le da un mantenimiento adecuado, se puede caer por completo. Lo mismo es aplicable a la Torá y las Mitzvot; como al holgazán le gusta el reposo, las Mitzvot le resultan una carga, el estudio de la Torá le pesa, así que acaba escapándose para ir a descansar. Y cuando se sienta en la sinagoga, se queda dormido, como dice: la pereza hunde en un sueño profundo.[6] El ocio produce modorra en la naturaleza del hombre, y la pereza conduce al sueño.

 

No sólo que el holgazán se quedará sin alcanzar conocimiento de Torá, por no dedicarse a ella como corresponde, sino que su pereza le hace sostener teorías equivocadas, puesto a que el holgazán busca justificar su actitud y ser permisible consigo mismo, así que dice: “Es bueno el descanso para el cuerpo, pues repone las fuerzas y cuando me haya fortalecido podré hacer más cosas que si estuviera débil”. Y allí no termina su error, también el ocio inclina la atención del hombre hacia las cosas vanas, arguyendo que al estar relajado, su corazón se abrirá y se tornará más perceptible al cumplimiento de las Mitzvot.

 

Y aunque en cierto modo su juicio acerca del descanso pudiera ser real: que es reparador o que al escuchar comentarios graciosos le ayudan a estimular su corazón,[7] este razonamiento sería aplicable sólo al diligente que se entrega al estudio de Torá como corresponde, pues es cierto que el hombre no posee una estructura de piedra, ni huesos de bronce que le permitan mantener el esfuerzo constantemente sin descansar para recuperar las fuerzas. Empero, el holgazán adopta esta lógica y la utiliza para permanecer inactivo, justificando siempre su pereza con algún argumento según convenga a su flojedad.

 

Haciendo una introspección

 

Rabenu Bejaye ibn Pekuda, el autor de la monumental obra sobre ética Jovot HaLevavot (Obligaciones de los corazones), escribe en su introducción que después de planear escribir el libro, cambió de opinión varias veces basado en una serie de razones: "Creí que mis capacidades eran demasiado limitadas, el tema era demasiado difícil para mí, que mi mente era demasiado débil para entender las ideas. Más aún, no tengo un estilo elegante en árabe, (que es el idioma en que iba a ser escrito el libro). Temí estar asumiendo una tarea que sólo expondría mis falencias… Por lo tanto, decidí desistir de mis planes y revocar mi decisión…".

 

Y después de resolver no tomar sobre mí esta pesada carga y abandonar el proyecto, reconsideré el asunto y empecé a sospechar que había elegido la opción más cómoda, que había sido perezoso y que había estado siendo seducido por la búsqueda del sosiego y el reposo seguro. Temí que la cancelación del proyecto estuviera motivada por el deseo de gratificación propia, un deseo que me había llevado a buscar lo fácil, a optar por la inactividad y sentarme de brazos cruzados".

 

Para beneficio eterno del pueblo judío, finalmente él decidió que sí escribiría el libro. Las razones que citó inicialmente por las que no debía escribir el libro parecían justas y lógicas, pero él fue capaz de darse cuenta que para su nivel, estaban manchadas por el deseo de comodidad.

 

Si alguien de la estatura espiritual como el autor de Jovot HaLevavot casi fue víctima del Yétzer Hará (inclinación negativa) de la pereza, cuánto más estamos nosotros en riesgo de ser atrapados por este rasgo destructivo. Una persona generalmente tiene razones aparentemente válidas por las que elige ignorar caminos que lo podrían ayudar a mejorar su Servicio Divino, o más aún el realizar actos que puedan ser de utilidad para la humanidad entera… ¡Qué importante es el estar atentos para asegurar que nuestras motivaciones sean las de servir al Creador y no sea la pereza! ©Musarito semanal

 

 

“La flojera viaja tan despacio que la pobreza la alcanza muy rápido”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] El Baal Shem Tob.

 

[2] Erubín 65a.

 

[3] Iyob 5:7.

 

[4] Extraído del Mesilat Yesharim, Cáp. 9.

 

[5] Mishlé 24:30,31.

 

[6] Mishlé 19:15.

 

[7] Shabbat 30b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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