Perek 1, Mishná 1, continuación…

 

 

 

…ellos [los miembros de la Gran Asamblea] enunciaron tres principios: Sean prudentes en juzgar, formen muchos discípulos y hagan un cerco que salvaguarde a la Torá.

 

 

La tercera enseñanza que nos legaron los miembros de la Gran Asamblea en esta Mishná es: “hagan un cerco que salvaguarde a la Torá”. ¿Acaso el hecho de tener muchos discípulos no es suficiente para proteger la Torá? ¿Cómo se llega a romper el cerco protector? Recordemos que las prohibiciones que los Sabios del Talmud, con su visión realista de la naturaleza y conducta humanas, establecieron leyes precautorias para evitar violar cualquier prohibición de la Torá. Ellos aprendieron a poner vallas de la misma Torá, ella impone que aquel que tomó sobre sí un voto de abstinencia de beber vino (Nazir).[1] La Torá le impuso además no consumir o beber cualquier cosa derivada de la vid, como una cerca para mantener al Nazir distante de equivocarse o sucumbir ante la tentación de romper su promesa.

 

Nuestros Sabios eran conscientes de las debilidades del ser humano y también de la fuerza seductora del Instinto Maligno, este acecha y ataca una y otra vez al hombre hasta que lo hace tropezar, por este motivo buscaron aislar a la persona, tal y como lo hace un electricista que según la carga de la corriente que emana de los cables que va a manipular, será el equipo aislante con el que se va a proteger de recibir una descarga eléctrica.

 

Había una ciudad que estaba construida en la cima de una montaña y estaba delimitada por un profundo despeñadero. Cierto día, uno de los ciudadanos despertó con la iniciativa de poner una cerca de seguridad para evitar que las personas se acerquen demasiado al borde y, sin darse cuenta, caigan al precipicio. ¿Acaso alguien se quejará de que esta persona esté limitando su libertad de movimiento, al reducir la probabilidad de que caiga al precipicio y muera? Cuántas veces escuchamos decir a aquellos que no comprenden la verdadera naturaleza de la Legislación Rabínica, que los Jajamim restringen su vida con leyes y prohibiciones adicionales. La persona que entiende la gravedad de transgredir la ley de la Torá, los devastadores efectos que tal acción tendrá en su alma y en su vida eterna, se siente mucho más segura al saber que se erigieron vallas de seguridad para evitar que caiga en el precipicio espiritual.[2] El precepto que dicta: Cuidarán Mi ordenanza,[3] se refiere a que la persona debe hacer vallas de prevención para no pecar.”[4]

 

Esta escrito: Cuando edifiques una casa nueva, deberás hacer un barandal para tu techo…”.[5] La expresión literal del versículo se refiere a una persona que construye una casa, debe preocuparse de que su hogar sea un sitio seguro. Nos advierte la Torá: Todo lugar donde haya peligro de que alguien pudiese caer, debe tener un cerco para que nadie se dañe. Similarmente, y respecto a lo espiritual, debemos colocar varios cercos, en especial en tu techo, es decir, en tu cabeza: debes cuidarte de no caer en ideas extrañas.

 

Preguntan los Jajamim: “¿Por qué habla el versículo solamente de una casa nueva? ¿Acaso la azotea de una casa vieja no requiere de protecciones adecuadas?”. Responden los Sabios que realmente la Mitzvá se aplica de igual manera tanto a una casa vieja como a cualquier otro lugar de donde la persona pudiese caer y resultar herida. La Torá se refirió a una casa nueva para darnos a la vez un mensaje para reflexionar: Dice el Nabí: Que el malvado abandone su camino.[6] Quiere decir que cuando una persona decide retornar al camino de la Torá, debe hacerlo de forma sincera y definitiva. No podemos corregir una falta grave en forma parcial; el transgresor debe abandonar por completo las viejas costumbres y comenzar desde el principio. Por eso enfatizó utilizando “la casa nueva”, refiriéndose a la renovación de las ideas. Podemos comparar el techo de una casa con la cabeza de la persona porque es el miembro más elevado del ser humano. Y el barandal es el temor al Creador, que es el único medio para proteger tus sentidos de caer en el pecado.[7]

 

Cierta vez el Saba MiKelem vio que unos alumnos de su Yeshibá estaban trepando por un cerco para atravesarlo. En ese instante exclamó consternado: “¡Si una cerca de madera no fue suficiente para detenerlos, entonces podrán traspasar todo tipo de barreras en sus vidas! ¡Personas así se encuentran en grave peligro!”.[8]

 

La Torá es muy clara al respecto: Conforme a la Torá que ellos (los Jajamim) te instruyan, y las leyes que te impongan harás; no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda.[9] Alguien que es descuidado en el cumplimiento de las leyes rabínicas, posiblemente será negligente en el cumplimiento de las leyes que están explícitas en la Torá. Cuando el Instinto Maligno busca hacer tropezar a una persona consiente, no comienza aconsejándole que cometa una transgresión grave. Él sabe de antemano que una persona con fuertes principios de Torá no le hará caso. Su estrategia es atacarla de otra manera. ¿Qué hace? Se hace pasar por Rabino o de amigo consejero, y comienza a desvalorizar lo que aquel realiza con esfuerzo y cariño, argumentando que hay quienes lo hacen mucho mejor que él, desvalorando sus actos y poco a poco lo provoca para que abandone su servicio y una vez que cae, ya es muy fácil llevarlo gradualmente a cometer negligencias y de allí el pecado está a un paso. Por esto es importante que el hombre tenga Emuná y Bitajón (Fe y confianza) en el Eterno, pero es igualmente importante que el hombre tenga fe y confianza en sí mismo, que valore todo lo que hace y que tenga la certeza que el Todopoderoso considerará cada detalle de sus actos. El propósito de las Leyes Rabínicas, “los cercos”, es asegurarse de que, si nosotros tropezamos y transgredimos por equivocación, no perderemos inmediatamente nuestra relación con el Creador. El Ir'at Shamaim (temor al Cielo) es el mejor escudo protector contra las tentaciones y las caídas.

 

Un hombre aparentemente inculto entró a una librería a comprar un Sidur (libro de plegarias). El dependiente le mostró una gran variedad de ellos. El hombre miraba uno y otro libro, y seguía pidiendo diferentes ediciones. Finalmente, el comprador eligió uno, que tenía al principio varias páginas de comentarios.

 

El vendedor se preguntaba: “¿Qué estará buscando este hombre?”. El comprador le “leyó” el pensamiento y le dijo: “Por lo que veo, usted requiere una explicación de por qué estoy adquiriendo una obra así. Tengo varios niños pequeños en casa y, cuando ellos se apoderan de mi Sidur, la primera página frecuentemente llega a ser arrancada, y con ella se va mi Adón Olam (la plegaria ‘Amo del Universo’, la cual está generalmente en la primera página de ciertos libros de rezo). La ventaja que encuentro con este Sidur es que tiene muchas páginas introductorias con comentarios y explicaciones. Esto me favorece, ya que ellos podrán arrancar todas estas páginas, y yo todavía tendré mi Adón Olam intacto…”.[10]

©Musarito semanal

 

 

 

“Como una ciudad derribada y sin muros es aquel cuyo espíritu no tiene restricciones”.[11]

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 10:12.

 

[2] Rab Zeev Leff.

 

[3] Vayikrá 18:30.

 

[4] Moed Katán 5a.

 

[5] Debarim 22:8.

 

[6] Yeshayá 55:7.

 

[7] Rab Shalom Brazovsky.

 

[8] Extraído de Hamaor, tomo 3, pág. 228.

 

[9] Debarim 17:11.

 

[10] Viviendo cada día, pág. 208, Rab Abraham Twerski.

 

[11] Mishlé 25:28.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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